No es un juego: Educación, machismo y violencia



El 17 de junio se celebra el Día del Padre en muchos países. Más allá de las connotaciones festivas de la fecha, el día es una excelente oportunidad para reflexionar sobre cómo la educación de los niños y los modelos sociales que les rodean, juegan un papel vital en los valores que van a guiar su vida de adultos.  ¿Qué tipo de padres somos, y qué padres queremos que nuestros hijos sean?
Existen numerosas investigaciones que demuestran que los roles positivos de hombres sobre otros hombres generan una mejor relación de ellos con sus parejas. La realidad es que la violencia de género en la gran mayoría de los casos tiene una raíz machista, que a su vez tiene su base en la relación desigual entre hombres y mujeres. En los temas de violencia contra la mujer, el machismo cultural sigue siendo el elefante en mitad de la sala.
El doble de feminicidios que en el resto del mundo
La violencia contra la mujer se presenta constantemente en nuestros países y el femicidio sigue siendo, tristemente, su peor exponente. Casi 4,000 mujeres han sido asesinadas en los últimos dos años en nuestra región bajo la figura del feminicidio: es decir, a manos de sus parejas, exparejas o por su condición de mujer. A pesar de que la región ha registrado importantes avances en la reducción de la violencia contra las mujeres y las niñas, el problema está lejos de resolverse. Hoy en día, la tasa de feminicidios en América Latina y el Caribe es el doble que la del resto de regiones del mundo.
¿Por qué los hombres continúan siendo violentos con sus mujeres en el siglo XXI? Existe una clara correlación entre los feminicidios y el patriarcado. Está demostrado que las sociedades con relaciones desequilibradas entre hombres y mujeres registran más casos de violencia doméstica. En América Latina y el Caribe, las desigualdades de género exacerbadas por el machismo todavía ganan la batalla de los números:

Menor salario. En promedio, las mujeres ganan un 17% menos que los hombres. Y aunque su participación laboral ha aumentado, su tasa de desempleo sigue siendo más alta: 9,3% frente al 6,5% de la masculina.
Mayor victimización. Entre el 17% y el 53% de las mujeres de la región ha sufrido violencia física, psicológica y/o sexual por parte de su pareja.
Más pobreza. El 70% de las personas que viven en la pobreza son mujeres y la mayor parte de los hogares que viven en la pobreza tienen jefas de familia.

La respuesta tradicional para cerrar las brechas de género en nuestras sociedades ha sido desarrollar programas para empoderar a las mujeres. Sin embargo, ahora sabemos que ese tipo de iniciativas son más efectivas si se acompañan de esfuerzos adicionales para modificar los roles de género desiguales en las familias y en las comunidades. Por ejemplo, en un estudio del BID se demostró que si bien las transferencias condicionados contribuyeron a una reducción del 6% de la violencia intrafamiliar en el corto plazo en Colombia, esto solo aplicó a la región con mayor riqueza. En contextos de mayor pobreza no solo no hubo reducciones en los índices de violencia, sino que incluso se llegaron a registrar incrementos.
La violencia contra la mujer es un problema de machismo
Cada vez más, se están haciendo esfuerzos para abordar la violencia contra las mujeres desde las raíces del machismo. Por ejemplo, en el Programa para la Prevención de la Violencia y Promoción de la Inclusión Social en Costa Rica se ofrecen sesiones grupales semanales para jóvenes y se recurre a terapia cognitiva conductual para que los jóvenes reduzcan las respuestas precipitadas ante situaciones de conflicto.
Otras intervenciones se enfocan en invitar a los hombres a reflexionar sobre las normas de género y su impacto sobre las relaciones familiares, la crianza de los niños o la prevención de la violencia. Uno de estos casos corresponde a la intervención Amor…pero del bueno en México, que impartía sesiones de sensibilización con jóvenes sobre los tipos de violencia, el abuso en las relaciones de noviazgo, los derechos sexuales, y los roles de género. En la evaluación del programa se registró una reducción del 55% en las actitudes violentas de los varones participantes.
En América Latina y el Caribe el problema del machismo se magnifica por la situación social y económica. Hay evidencia de que las mujeres en contextos de marginalización y pobreza están más expuestas al tráfico de personas y a los ataques sexuales. Además, también sabemos que los varones jóvenes son los perpetradores de violencia más comunes, y que muchos de ellos viven en entornos de violencia y de falta de oportunidades.
La complejidad del problema no es excusa para no abordarlo. En un contexto de recursos públicos escasos, más que nunca es necesario mejorar la eficiencia de cada dólar invertido. Y en el caso de la violencia contra la mujer, está demostrado que lo más efectivo es empezar por educar a nuestros hijos a crecer en un contexto de masculinidad positiva.



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