Banqueras indígenas: dinamizando la economía de sus comunidades



 
Por Ana Grigera*
Sabemos que muchas mujeres indígenas que viven en comunidades rurales son sin duda multifacéticas. Transmiten el conocimiento tradicional, cuidan al medio ambiente, el hogar y los niños, pero pocos sabemos que, con acceso a herramientas financieras, son también dinamizadoras económicas.
En Panamá, hace unas semanas, un equipo conformado por el BID, el Ministerio de Gobierno, el Viceministerio de Asuntos Indígenas y la Mesa Nacional Indígena emprendimos un viaje por la Panamericana, la famosa carretera que lleva a la selva impenetrable del Darién, con el objetivo de dialogar con comunidades Emberá, Wounaan y Guna sobre el potencial latente de los pueblos, sus territorios y los múltiples desafíos para lograr un desarrollo económico con identidad.
Visitamos comunidades de escasos recursos con muy limitado acceso a crédito, algo característico de muchos pueblos indígenas en América Latina, que no suelen ser sujetos de crédito por poseer tierras colectivas inembargables. Descubrimos, entre la selva y el gran Lago Bayano, cómo la exuberancia de la naturaleza se expresa también en los esfuerzos productivos indígenas. Observamos con particular interés cómo las mujeres están activamente liderando cajas de ahorro. Vimos ejemplo tras ejemplo de mujeres indígenas manejando estas herramientas financieras para responder a las necesidades de sus comunidades. Gracias a productos de ahorro y créditos que van desde 500 hasta 5.000 dólares, los miembros de la comunidad tienen ahora mayores posibilidades de accionar en diversos ámbitos de su vida. Pudimos observar de primera mano el impacto de esto en las familias: una invirtió en mejoras a su casa, otra compró semillas, otra ahorró para comprar útiles escolares, otra compró un pasaje de avión para que su hijo becario viajara a Suiza a estudiar. Y así, consecutivamente, los hogares logran mayor libertad para atender sus necesidades y cumplir sus aspiraciones.
Estas herramientas difieren significativamente de las tradicionales fuentes de crédito de la mayoría de las organizaciones microfinancieras. En principio, son mayoritariamente gerenciadas por mujeres y se alinean a principios centrales del desarrollo con identidad dado el enfoque de toma de decisión/gobernanza a nivel comunitario. Las cajas se constituyen acorde a los intereses, estructuras organizativas y el derecho consuetudinario local. Cada caja de ahorro define su reglamento, determina a quién se presta, cuánto se presta, a qué interés, por cuánto tiempo y con qué garantías.  Esto también conlleva al desarrollo de instrumentos innovadores, como garantías propias a cada comunidad o mecanismos de manejo de riesgo basados en un conocimiento fino de los clientes y comunidad, permitiendo avanzar el éxito financiero de la caja y su contribución al bienestar colectivo.
En nuestros encuentros, las mujeres de las cajas destacaban con gran orgullo sus éxitos y compartían sus aspiraciones. Todas tenían en común el deseo de crecer y expandirse para poder responder a las necesidades de sus comunidades. En Piriatí, conocimos a Migdalia Cunampío, tesorera de “Mi Banquito”, una de las cajas de ahorro desarrolladas por la comunidad con el apoyo de Global Brigades. Migdalia es licenciada en Contabilidad y podría dejar su comunidad para buscar un trabajo con una mejor remuneración a su actual ingreso de 50 dólares mensuales. Pero se mantiene. Su motivación, ayudar a su comunidad. Su visión, hacer crecer a “Mi Banquito”. Como todas las socias y administradoras de las cajas de ahorro, ella habla de su deseo de prestar más, ayudar más, tener mayores intereses y un día, por qué no, pregunta Migdalia, ¿ser un banco indígena?
Convencidas de su capacidad de manejar herramientas financieras y lograr un impacto poderoso a favor de sus comunidades, las mujeres de las cajas de ahorro quieren más herramientas, más capital. Nos presentaban resultados irrefutables de su capacidad de ser banqueras exitosas: cero morosidad, cientos de préstamos colocados y capital –algunas cuentan con hasta 51.000 dólares en capital y otras han logrado repartir utilidades entre miembros.
A pesar de los desafíos que los emprendimientos indígenas enfrentan, como la falta de acceso a crédito, a mercados y asistencia técnica, las cajas de ahorro son ejemplo del potencial latente en las comunidades y de la capacidad de las mujeres indígenas de liderar procesos económicos innovadores y transformadores.
Desde el BID estamos impulsando el Desarrollo Territorial con Identidad, un enfoque innovador centrado en valorizar y capitalizar la cultura, territorio y estructuras de gobernanza de los pueblos. Estamos trabajando para visibilizar y potenciar acciones de desarrollo con identidad para fortalecer el crecimiento y bienestar de los pueblos indígenas de la Región. ¿Conoces alguna experiencia de mujeres indígenas liderando el empoderamiento económico de sus pueblos?



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