El negocio periodístico en la era digital


El indicador más claro para constatar cómo cambió el negocio periodístico es la distribución de la publicidad. De la torta publicitaria mundial, equivalente hoy a un PIB, hace diez años Internet se llevaba el 5%, la televisión 40% y los diarios 30%. En 2017, de acuerdo a un estudio de Zenith sobre tendencias globales, Internet se llevó 37%, la televisión el 34% y los diarios poco menos del 10% (las revistas, la radio y vía pública, 6% cada uno).
Cada uno de los segmentos mencionados se fragmenta en decenas de miles de jugadores. La excepción es la publicidad invertida en la web, que se concentra en un 80% en Google y Facebook.
Los medios ya no son lo que fueron. No se definen por sus soportes sino por su función. Un medio es hoy una usina de procesamiento de información cuyos contenidos llegan a sus consumidores a través de múltiples soportes.
Hay cosas que no cambian. Los diarios, por ejemplo, han perdido la exclusividad en el anuncio de las noticias o la primacía en su distribución, pero siguen siendo los principales generadores de contenidos periodísticos. Y, por lo tanto, una pieza central en el debate público y en la dinámica democrática.
En los últimos dos años se produjo un cambio histórico en la ecuación económica de los diarios. Por primera vez, los ingresos provenientes de las audiencias superaron a los ingresos publicitarios. En parte, por la contracción de avisos señalada más arriba. Pero, paralelamente, por la preservación y por una nueva generación de ingresos provenientes de lectores o usuarios.
De acuerdo a las cifras relevadas por la Asociación Mundial de Periódicos, hoy se vende un promedio diario de 700 millones de ejemplares por día. El comportamiento de la circulación no es parejo (crece en mercados gigantescos como China o la India, cae en los desarrollados y es estable en América Latina) pero lo cierto es que las tendencias no convalidan la infinidad de pronósticos de defunción que se formularon en las últimas tres décadas.
El dato más auspicioso lo ofrece el crecimiento de suscripciones digitales. Desde un diario como The New York Times, que tiene más de dos millones y medio de suscriptores online (contra un millón de papel), a medios argentinos como Clarín o La Nación que superan, en conjunto, los 200.000 suscriptores en poco más de un año.
Desafíos
Una de las claves de un futuro promisorio para los medios es el desarrollo de nuevas vías de ingresos. Suscripciones, publicidad nativa, eventos, e-commerce, servicios digitales o monetización de video son algunas.
Otra clave es cumplir adecuadamente con su rol en un escenario distinto y complejo. Cuando el periodismo profesional se consolidaba, un siglo atrás, los medios debían informar a una ciudadanía que no contaba con los elementos adecuados para participar en el proceso democrático. Hoy tenemos una ciudadanía desinformada, no por escasez sino por exceso -y mala calidad- de contenidos. Vivimos en sociedades intoxicadas, polarizadas, con una privacidad diluida y amenazada, con verdades desdibujadas por opacidades algorítmicas.
Y en este contexto la función de filtrar, chequear, contextualizar, interpretar y jerarquizar información, de manera honesta y responsable, adquiere una renovada vigencia. Los medios periodísticos destilan hoy la mejor vacuna contra la desinformación, las manipulaciones y la demagogia.
Esta columna fue publicada originalmente en El Economista.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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