1968: Marchan en repudio al ataque a la UNAM



Nota del editor: Desde el 23 de julio, Animal Político presenta materiales periodísticos para conocer los hechos, nombres y momentos clave del movimiento estudiantil del 68 que se vivió en México.
La cronología se publica en tiempo real, a fin de transmitir la intensidad con que se vivieron esos días y se tenga, así, una mejor comprensión de cómo surgió y fue frenado a un precio muy alto el movimiento político social más importante del siglo XX.
Queda mucho por saber y entender: 50 años después aún no sabemos por qué una riña estudiantil –como muchas que hubo previamente– detonó la brutal represión del gobierno.
Lo que es cierto es que el 68 fue, es mucho más que la masacre del 2 de octubre.
Hubo un contexto que lo explica. Y eso es lo que les presentamos aquí.

Ciudad de México, 2 de agosto de 1968.- Como no lo había hecho nunca nadie en la historia de la Universidad, el rector Javier Barrios Sierra encabezó la tarde de ayer jueves una multitudinaria manifestación en defensa de la autonomía y en repudio a los violentos ataques del gobierno contra la UNAM y a la represión contra los estudiantes.
Decenas de miles de estudiantes –algunos cálculos estiman la asistencia en 100 mil– universitarios, politécnicos, normalistas y de la Universidad Autónoma de Chapingo marcharon junto con el rector, profesores y funcionarios de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Aunque se preveía que la marcha iría de Ciudad Universitaria al Zócalo, la ruta tuvo que cambiar luego de que Barros Sierra recibió informes de que soldados y tanques del Ejército se encontraban en las inmediaciones del Parque Hundido, en la colonia Del Valle, para reprimir a los manifestantes.
Por ello, antes de partir, el rector se dirigió a los estudiantes: “Necesitamos demostrar al pueblo de México que somos una comunidad responsable, que merecemos la autonomía”. Haremos, expresó, no sólo la defensa de la autonomía; exigiremos la libertad de profesores y estudiantes presos, así como el cese de la represión.
Barros Sierra compartió con quienes esperaban el momento de salir a expresarse: “Se juegan no sólo los destinos de la Universidad y del Politécnico, sino las causas más entrañables del pueblo de México. Por primera vez, universitarios y politécnicos, hermanados, defienden la vigencia de las libertades democráticas en México. Vamos, pues, compañeros, a expresarnos”.
Desde que el Ejército derribó el portón colonial de la preparatoria 1 con un bazucazo en la madrugada del 30 de julio, el rector Barros Sierra había valorado la posibilidad de encabezar una manifestación en protesta, hecho que había sido comunicado a los representantes de las escuelas universitarias que ya habían parado actividades y se habían movilizado, pero había un factor que lo hacía dudar: la policía había negado en principio el permiso para realizarla. Y eso era un mal síntoma.
Los estudiantes lo sabían: “Si le negaban la autorización era porque estaban dispuestos a reprimir cualquier intento de efectuarla, y no con policías y granaderos, como era tradicional, sino con el Ejército”.
Hubo presiones de todo tipo. Y cada hora que transcurrió fue una prueba mayúscula. Funcionarios del gobierno trataron de evitar que Barros Sierra saliera con los estudiantes a las calles. De hecho, el propio secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, le llamó e hizo todos los “esfuerzos posibles por persuadirme de que no participara en esa manifestación”.
La presencia del rector implicó el cambio del escenario político, porque hizo surgir una “protesta legítima, en voz de una personalidad cuya autoridad moral estaba fuera de duda”.

“Merecemos la autonomía”
Pasaban las horas y los estudiantes no tenían la certeza de que Barros Sierra asistiría. Eso aumentaba en automático el temor. Finalmente, en la madrugada del 1 de agosto, uno de los hombres cercanos al rector le comunicó a Luis González de Alba, representante de Filosofía y Letras: “El señor rector tendrá mucho gusto en asistir. Buenos días. Hasta mañana”.
El punto de partida de la manifestación, convocada a las 16:30 horas de ayer jueves 1 de agosto, fue la explanada de la Rectoría Universitaria. A esa hora, decenas de miles de estudiantes acudieron al llamado. “Numerosos grupos de alumnos, acomodados uno junto al otro, en perfecto orden”.
No sólo había universitarios. Nutridos grupos de la Universidad de Chapingo, de la Normal de Maestros y del Instituto Politécnico Nacional se encontraban con ellos.
Barros Sierra, acompañado por directores de escuelas, facultades e institutos, les dio una cálida acogida. “Bienvenidos, compañeros politécnicos, marchemos a mostrar nuestra discrepancia”.
Fuerte despliegue de armamento militar
Y aunque originalmente la marcha recorrería las calles desde Ciudad Universitaria al Zócalo, Barros Sierra recibió información previa que lo hizo modificar la ruta. El Ejército estaba listo para impedir el paso de la manifestación más allá de cierto límite. Después del bazucazo en San Ildefonso, nadie podría saber cuál sería el costo de intentar llegar al centro de la ciudad.
Así que el rector anunció a los miles de estudiantes que la manifestación avanzaría sobre la avenida Insurgentes hasta la calle de Félix Cuevas, en donde doblarían a la derecha para llegar a avenida Coyoacán y regresar hacia el campus universitario.
Antes de partir, el rector se dirigió a los estudiantes: “Quiero decir que confío en que todos sabrán hacer honor al compromiso que han contraído. Necesitamos demostrar al pueblo de México que somos una comunidad responsable, que merecemos la autonomía, pero no sólo hacer de la defensa de la autonomía la bandera; será también la demanda, la exigencia por la libertad de nuestros compañeros presos, la cesación de las represiones. […] Sin ánimo de exagerar, en esta jornada se juegan no sólo los destinos de la Universidad y del Politécnico, sino las causas más importantes, más entrañables del pueblo de México. Por primera vez, universitarios y politécnicos, hermanados, defienden la vigencia de las libertades democráticas en México. Vamos, pues, compañeros, a expresarnos”.
Y así lo hicieron. Aunque llovía por la tarde, la respuesta de los ciudadanos a su paso fue de apoyo y solidaridad. “El rector y toda la descubierta se tapaban con los periódicos que nos arrojaban desde el multifamiliar. En todas las ventanas había gente aplaudiendo y arrojando periódicos para que nos protegiéramos de la lluvia”, relató González de Alba.
A dos cuadras del lugar donde la manifestación dio vuelta para emprender el regreso por la avenida Coyoacán estaba el Ejército con ametralladoras montadas sobre camiones y con transportes militares en las bocacalles.
En esa zona se apreció “un gran despliegue de fuerzas armadas en la avenida Insurgentes, a la altura de la Ciudad de los Deportes”–sitio donde se encuentran la Plaza México y el actual estadio Azul–, para contener a los manifestantes si pretendían llegar a la Plaza de la Constitución.
La edición de este día de El Universal da cuenta del inusual operativo militar: “Inusitada expectación, pánico y asombro causó entre los vecinos de las colonias Nápoles y Del Valle el despliegue del Ejército Nacional”, ya que, además, había “decenas de vehículos policiacos y personal de la jefatura de Policía, Policía Judicial y Dirección Federal de Seguridad”.
Para la mayoría de los habitantes de esa zona “resultó una sorpresa que desde temprana hora fueron estacionados tanques con ametralladoras giratorias y vehículos militares, que materialmente rodearon las citadas colonias”.
Al regresar a Ciudad Universitaria, el rector pronunció un breve discurso. “Nuestra lucha –aseguró– no termina con esta demostración. Continuaremos luchando por los estudiantes, contra la represión y por la libertad de la educación en México”. Y, concluyó, “en la Universidad se hace ciencia, pero ante todo conciencia nacional”.
A la marcha ya se le atribuyen repercusiones de índole distinta, pero en todas prevalece la sensación de que la Universidad toda ha asumido la representación social ante el poder.
Por una parte, como destacó Gilberto Guevara Niebla, representante de la Facultad de Ciencias, con ella “se rompió la falsa uniformidad política que exhibía el país y se reveló ante el mundo que los principios y reglas de la democracia no eran respetados en México”.
Además, en lugar de echar mano de una simple declaración o del silencio, el rector optó por marchar y defender a la Universidad junto con los estudiantes.

En opinión de Raúl Álvarez Garín, uno de los dirigentes de los estudiantes politécnicos, la manifestación tuvo, un elemento central: demostró a la opinión pública que “no se trataba de bandas de estudiantes enloquecidos que provocaban la violencia, sino de una respuesta colectiva de los centros de enseñanza dispuestos a discutir abiertamente el problema, y que la represión debía detenerse”.
Aún más: con la marcha “la Universidad mexicana recorre una distancia enorme y da un salto hacia el futuro. Aprende en ese momento, tal vez por primera vez, que precisamente por ser autónoma puede colocarse éticamente muy por encima de un gobierno y un Estado que han perdido el rumbo”.
La marcha envió el claro mensaje de que “la razón –representada en ese momento nada menos que por la Universidad Nacional– no está con el presidente”.
 



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