El safari de Putin para conquistar el corazón de África



Hay nuevos invitados en el palacio ruinoso donde el emperador Jean-Bédel Bokassa otrora tuvo su corte. Durante su gobierno de la República Centroafricana (RCA) en la década de los 70, Bokassa usó el dinero del presupuesto anual de ayuda para el desarrollo para montar una coronación suntuosa. En su mandato, Bokassa supervisó la tortura de prisioneros, con algunos de ellos, alimentó a sus mascotas cocodrilos y leones.
El gobierno francés que ayudó a instaurar a Bokassa en 1966 lo derrocó en 1979, desplegando paracaidistas para evitar cualquier contragolpe. Ahora, cuatro décadas después, son soldados rusos quienes se pasean por esta propiedad derruida en Berengo, y el cambio en la dinámica de poder suscita preocupación en Occidente. El presidente Vladimir Putin está adentrándose en África, forjando nuevas sociedades y reavivando alianzas de la era de la Guerra Fría. “Habrá una batalla por África”, dice Evgeny Korendyasov, director de estudios ruso-africanos en la Academia Rusa de Ciencias, “y ésta crecerá”.
La economía de Rusia está en una caída a largo plazo. Sus alcances han disminuido desde la época soviética. Así, el Kremlin está usando herramientas diplomáticas, económicas y militares para explorar una mayor influencia política y nuevos mercados en África: al sellar acuerdos de armas en miles de millones de dólares, licitar grandes proyectos de construcción, mejorar las comunicaciones espaciales, explotar las reservas de hidrocarburos e iniciar intervenciones militares muy publicitadas, junto con operaciones más clandestinas. “Los rusos quieren implantarse en la República Centroafricana para tener un eje de influencia a través de Sudán al norte y hacia el sur en Angola”, dice un alto funcionario de seguridad de Naciones Unidas en Bangui, capital de la RCA, quien solicitó el anonimato ya que no está autorizado a hablar con los medios de comunicación. “Los franceses son odiados como la vieja potencia colonial. Las tropas estadounidenses se fueron. Es un país listo para quien quiera tomarlo”.
La ONU califica a la RCA como el país menos desarrollado del mundo, rico en minerales pero fragmentado y muy mal gobernado. Aquí estalló un conflicto en 2013 cuando una coalición principalmente musulmana de rebeldes, llamada la Seleka, derrocó al gobierno. Las muchas atrocidades obligaron a las comunidades cristianas a formar milicias justicieras conocidas como las antibalaka. Miles murieron en los enfrentamientos. Hubo una calma breve tras la elección del presidente Faustin-Archange Touadéra en 2016, pero la violencia estalló más tarde ese año entre facciones rivales de la Seleka y ha seguido aumentando. Las décadas posteriores a la independencia fueron marcadas por golpes de Estado e inestabilidad, y los despliegues internacionales no han podido crear una paz sostenible. El Kremlin ve aquí una oportunidad.
“Esto encaja en el enfoque ruso de ser oportunista en su intento de meterse en áreas de interés para Occidente y proyectar una imagen de gran potencia, pero todo sin esfuerzo”, dice Mark Galeotti, un alto investigador del Instituto de Relaciones Internacionales en Praga.
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