Hilo Conductor – La Opinión de Dalia M. Martínez



Les cuento el entretelón del Foro para la Paz y la Reconciliación del partido de Morena, que se realizó el martes pasado aquí en Morelia:
1) Más de un enemigo político del secretario de Seguridad Pública del estado, Juan Bernardo Corona, celebró que haya sido abucheado cuando intentaba dar su discurso en el Foro, a grado de tener que retirarse del evento.
2) Se necesita de veras cero empatía y vivir en otro planeta para mandar a un policía (y sobre todo a ESE policía) a dar un discurso a gente que ha perdido un familiar o que lleva años buscándolo, o que ha sido víctima de la injusticia, sobre todo porque “alguien” en el gabinete de seguridad no está haciendo nada bien su trabajo, con todo y su “Operativo Limpieza”.
3) El gobernador en turno, Silvano Aureoles Conejo, se ve peor diciendo que el Foro “se convirtió en un mitin político”, en lugar de asumir las consecuencias. Que alguien lo lleve a terapia para superar traumas y rencores políticos que le impiden ver que sus camisas, sacos y calcetines bordados a mano, no son la realidad de todos los michoacanos.
4) A estas alturas del partido ya muchos comenzamos a preguntarnos qué le pasa al Doctor José Manuel Mireles Valverde, cuando hace un berrinche de niño malcriado y se queja de que no fue invitado a formar parte de un presídium, donde la prioridad (por lo menos en teoría) eran los familiares y/o víctimas del delito, y se retira indignado por la puerta trasera con todo y sus feos guaruras. La fama es una droga un poquis peligrosa y traicionera, señor Mireles. Aguas.
No sé qué piensen ustedes, pero de verdad creo que el país no está preparado para esta etapa.
Aún hay mucho dolor todavía, mucho miedo, mucha indignación y lo más importante, muchos acechos para todos los ciudadanos que hace improbable -y llámenme hereje, si quieren- que se acaben de la noche a la mañana, como dice Don Andrés Manuel López Obrador.
Creo que aún no salimos del periodo de duelo en el que nos metieron hace un par de décadas, para que ya se este hablando de paz y perdón. Tampoco soy partidaria del ojo por ojo, pero está faltando un eslabón llamado justicia, donde veamos mayoritariamente -y no por venganza política- que sean detenidos y castigados los culpables de la descomunal tragedia que vivimos, sin importar que sean hijos, parientes, amigos, compadres de don señor funcionario, senador, diputado, etcétera.
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“¿Usted es corrupto?”, le preguntaba Oriana Fallaci (1929-2006), la periodista italiana más temida y admirada de la década de los setenta, a más de uno de sus entrevistados, cuando ella sabía de antemano la respuesta.
Muchos la consideraban arrogante, conflictiva, temeraria, pero fue innegable su legado para generaciones y generaciones de periodistas del viejo y nuevo continente, aún con sus filias y sus fobias.
Recordé sus anécdotas esta semana cuando nos invitaron a ser parte del primer foro regional de “Sistemas Anticorrupción, Cultura de la Legalidad y Transparencia”, en donde en un salón de más de 50 personas, nadie pudimos describir puntualmente el término.
Decíamos que a pesar de vivir, comer, dormir y crecer con ella, pocos la dimensionamos y pocos podríamos decir hoy, esta mañana, ahora, que nunca hemos cometido, sido parte, testigos o víctima directa o indirecta de un acto de corrupción. Así de triste.
Sin embargo, apenas comenzamos a asomarnos a sus consecuencias y a medirlas y a estudiarlas y a hacerlas visibles. Probablemente en México, esta generación (la mía, las anteriores y quizá la que sigue) no alcancemos a ver, ni sentir qué se siente respirar y caminar sin eso – y vuelvo a lo mismo – por más que lo diga Don López Obrador, que hace levantar cejas ahora mismo, cuando colaboradores suyos como Gerardo Fernández Noroña, sale tan campante de una sala VIP del aeropuerto de Tijuana, en plena época de austeridad republicana.
Estudios serios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), sustentados en investigaciones y no en ocurrencias, señalan que si México se apura en el combate a la corrupción conseguiremos CONTROLARLA, que no abatirla, en 40 años. ¿Qué hora es?.
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Y hablando de corrupción y este juego de mentiras e ilusiones: ¿Por qué nadie voltea a ver a el señor Lázaro Cárdenas Batel en el caso Odebretch?. Es sólo una preguntita que llevo haciéndome hace algunos meses cuando analicé unos documentitos que me aparecieron por ahí. Por cierto, ¿a qué se dedica ese señor, sabe alguien dónde anda? ¿alguien sabe dónde encontrarlo?. Me avisan, si lo ven antes de octubre, cuando su hermano nos venga a inaugurar con sus cuates, la próxima edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), que por cierto ya espero con ansia, porque seguramente el plato fuerte será Guillermo del Toro.
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Una amiga querida a la que admiro muchísimo, me hizo ver que cometí un error en la primera entrega de Hilo Conductor.
Empleé la palabra “discapacitados” para referirme a un programa social de gobierno, próximo a venir. La palabra correcta, que habla de inclusión y respeto es: personas con discapacidad. Una disculpa enorme, no fue intencional y sólo para subsanar un poco el asunto les informo que según las estadísticas, todos, pero todos, algún día seremos, somos o ya fuimos personas con discapacidad, en algún momento de la vida.

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Las opiniones vertidas en las columnas son de exclusiva responsabilidad de quienes las suscriben y no representan necesariamente el pensamiento ni la línea editorial de Monitor Expresso.

*Dalia M. Martínez, es reportera independiente desde el 2010 y trabaja para varios medios nacionales y ha colaborado con medios internacionales como el New York Times y El País. Inicio su carrera en Morelia, donde trabajó para prensa, radio y televisión. Es madre de dos hijas, dos perros y dos gatos. En su otra vida jura que se mudara a un planeta, en el que el día tenga 86 horas.



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