Crítica obra “Relatividad”: vida pública, vida privada


La pregunta por la relación, básicamente moral, entre la vida personal de un creador y su obra, entre un profesional y su obra, entre un político y su obra, es, en efecto, un cuestionamiento que acompaña a la sociedad desde muy antiguo y, aunque pudiera parecer una inquisición de origen modernista, la verdad es que emerge desde antiguas civilizaciones. Los griegos y romanos, ya en ese período que recordamos como “clásico”, solían atacar políticamente a sus contrincantes a través de sus faltas (a menudo inventadas) en sus vidas personales, privadas y, tal vez, entonces tenía mayor justicia, dado que la moral y la política estaban estrechamente vinculadas, cosa que hoy no podemos argumentar con demasiada certeza.
En tiempos como el nuestro, donde el ojo de las redes sociales es lo mismo amplio que irreflexivo y en que una aparente necesidad de coherencia entre lo público y lo privado resultan axiomas para el crédito social, la obra Relatividad, que por estos días tiene funciones en el teatro de la Universidad católica, da cuenta, entre otros ámbitos, de este problema.
 
Todas las fotografías gentileza Prensa UC
La obra narra el encuentro de Albert Einstein con una periodista que busca entrevistar al ícono de la ciencia en torno a sus logros de pensamiento, pero que también indaga en su vida personal, en los lugares menos amables de su existencia y, en particular, sobre un hecho especialmente complejo en la biografía del científico. Fundamentalmente, el abandono y entrega en adopción de la primera hija de este, Lieserl Einstein; a partir de este conflicto ético, los diálogos y acciones comienzan a expandirse sobre ese universo oscuro que es la frontera de la vida pública y privada, las exigencias morales que se hacen a los iconos sociales (a menudo sin repetirlas en nosotros mismos) y la necesidad de organizar una comunidad de sentido moral que valorice o juzgue, según el caso, a quienes se articulan como modelos o antimodelos de conducta.
La dramaturgia, de Mark St. Germain resulta inteligente y ágil, en la medida que los diálogos movilizan tanto a los personajes como miradas sobre el mundo, opciones de pensamiento y hechos que definen al mismo tiempo la acción como a los personajes, articulando un mundo compacto y que es plausible de seguir como una historia que se desarrolla en la medida que cada uno de los caracteres se despliega en su discurso, en sus actos, en la impronta moral que se transparenta de ellos a lo largo de la obra. Tal vez, el estilo un tanto tradicional, incluso televisivo que adoptan los diálogos, reste algo de fuerza al conflicto, pasando a momentos por una sobre explicación tanto de los intereses de los personajes como de los hechos, evitando intersticios que, seguramente, harían más incitante a esta dramaturgia, sin embargo, no cabe duda que se trata de un texto inteligente y atractivo, que sostiene la acción dramática con seguridad.
El juicio moral en torno a los aportes sociales de distintos personajes no es un problema menor, es más, diría que se trata de un tema apasionante. Después de todo ¿desde dónde juzgamos a nuestros líderes o ídolos? ¿Participar del ámbito público, implica dedicarse a la santidad? ¿Es lógico o no, exigir aquello? La obra articula estas preguntas y no abre respuestas normadas ni definitivas, por el contrario, deja al público la opción de inclinarse a favor de sus propias reflexiones, cosa que se agradece.
Todas las fotografías gentileza Prensa UC
En última instancia, el problema planteado, no es tanto de los personajes que situamos en altares sociopolíticos, sino del ejercicio de idolatrar que lleva a cabo la comunidad, a menudo, irreflexivamente.
Tito Bustamente, en el rol de Albert Einstein, como suele hacerlo, presenta un trabajo notable. Una actuación de Bustamante es siempre el despliegue de técnica, sensibilidad e inteligencia escénica que dan cuenta de un actor de oficio. El personaje que propone es doblemente bien trabajado, pues, por una parte, manifiesta al icono cultural que tenemos en la cabeza, incluso en algunos de sus gestos más tradicionales (los cuales Bustameante refresca impecablemente) y, al mismo tiempo, produce nuevas lecturas sobre el protagonista, construyendo una versión propia, única e incluso nueva, cosa nada fácil si pensamos que se trata de Einstein. Tito Bustamante es, sin duda, un extraordinario artista y siempre nos regala actuaciones inolvidables.
Junto a él, Blanca Lewin y Alessandra Guerzoni, completan el cuadro. Ambas actrices sostienen la escena, también con competencia y cuidado, con destacable presencia, que se irradia en los modos de moverse, hablar, en fin, de tomarse el espacio escénico. Probablemente, la naturaleza de los personajes que evocan, la propuesta directorial y el texto mismo, no permiten que su actuación se juegue en lugares más arrojados y un cierto tono formal (que parece ser la propuesta de dirección) permea el trabajo de ambas que, sin duda, componen personajes solidos y con verdad escénica.
La dirección de Héctor Morales, se ha dicho, tiene un tono formal, pero ello no es (al menos para mí) sinónimo de negatividad, sino de una propuesta donde el interés es contar una historia, permitir la emergencia de los personajes y organizar una puesta en escena que permita descifrar un mundo y un discurso, en relación al (no tan) respetable público. En este sentido, Morales muestra habilidad y precisión, así como una capacidad de generar ritmos y modulaciones en la acción, de la misma manera que es capaz de construir atmósferas que cruzan desde el escenario al público.
Cristian Mayorga, a cargo del diseño y la iluminación articula un trabajo inteligente y sobrio, con procedimientos sencillos, materializa un espacio que permite diversas opciones y, del mismo modo, semióticamente, se carga en diversos momentos del montaje, para hacer del espacio, objeto y luces, lugares comunicantes del discurso escénico.
Relatividad es un montaje interesante, con diálogos perspicaces y actuaciones del todo competentes, incluyendo al notable Tito Bustamante, sin duda, una obra que incitante, en virtud de la reflexión que propone, que deja abierta y que, hoy día, más que nunca, abre lugar al diálogo social.
Relatividad
Teatro UC, Jorge Washington 26, Ñuñoa
Hasta el 15 de septiembre / miércoles a sábado / 20.30 horas.
Precios: $10.000 general; $6.000 adulto mayor y Alumni UC; $7.000 súper jueves; $5000 estudiantes y miércoles popular; $4.000 Comunidad UC.



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