Ruido en el círculo presidencial: la compleja figura de Larroulet


Si bien los números, que en términos políticos describen la capacidad de atracción que tiene una figura, caen de manera sostenida respecto del apoyo al Presidente Sebastián Piñera, estos aún se encuentran sobre el umbral sicológico del 45%. El problema inmediato en La Moneda, a solo seis meses de haber asumido el poder, es que por primera vez la desaprobación superó el nivel de respaldo y, cualquiera sea el Gobierno, no es un buen síntoma. No solamente eso, en este escenario –consecuencia de varias de las estrategias políticas fallidas definidas en Palacio– es que ya se comienza a escuchar el ruido e indicios del resquebrajamiento del círculo político de hierro en torno al Mandatario.
Aunque en La Moneda siempre han tratado de bajar el perfil al papel real que juega, es sabido en el oficialismo y en el Gobierno el poder que concentra el jefe del segundo piso, Cristián Larroulet, a quien, si bien no fue investido como ministro en esta segunda administración piñerista, su empoderamiento ante el Mandatario le ha dado tanto o más atribuciones que muchos de los integrantes del gabinete y lo tiene a la misma altura del comité político.
El diseño original para este segundo mandato de Piñera estableció un anillo de poder y protección al Jefe de Estado conformado por su equipo de confianza, sobre el cual se instauró el comité político: Andrés Chadwick en el Ministerio del Interior, Cecilia Pérez en la Segegob, Gonzalo Blumel desde la Segpres, además de Felipe Larraín, como titular de Hacienda.
Larroulet se instala como par en este equipo y, con el transcurso de los meses, su influencia va mucho más allá de las responsabilidades de su cargo. Es de los pocos que puede entrar sin autorización a cualquier reunión de La Moneda, incluso las del propio Piñera. En el oficialismo aseguran que, con el “poder en las sombras” que ejerce, el jefe del segundo piso mantendría un “control no institucionalizado” del Gobierno y que todos los espacios que no controla el Presidente son visados por el economista e, incluso, “en cierta medida”, también influye en los que maneja directamente el Primer Mandatario.
En Chile Vamos reconocen que lo que sucede con Larroulet no es algo nuevo, muchos recuerdan la primera administración de Piñera y todo el ruido que generó su entonces jefa del segundo, María Luisa Brahm, quien ejercía una influencia similar, hasta que dejó el Ejecutivo para asumir como ministra del Tribunal Constitucional (TC).

Un control férreo en las sombras que también se vivió durante el último mandato de Michelle Bachelet, con su jefa de gabinete, Ana Lya Uriarte, quien estuvo en constante choque y roces con los partidos de la ex Nueva Mayoría, precisamente por el poder que ejercía en el Gobierno.
A juicio de parlamentarios de derecha, Larroulet precisamente estaría bajo el “síndrome de Ana Lya”, tanto así, que algunos afirman que el segundo piso de Palacio ha pasado a ser una especie de “Moneda chica”, donde la coalición oficialista no tiene “ninguna injerencia”.
Los principales críticos públicos que ha tenido Larroulet, hasta ahora, han sido los parlamentarios y dirigentes de Renovación Nacional, quienes se resisten al poder excesivo que ejerce. Pero los cuestionamientos también ya provienen desde el interior de La Moneda.
Si bien algunas autoridades de Palacio desmientan que así sea, lo cierto es que en La Moneda ya se habla de un eventual distanciamiento de los ministros Pérez y Chadwick con Larroulet, debido a algunas decisiones que pasaron por la mano del jefe de asesores. Al medio estaría Blumel, discípulo de Larroulet en la primera administración, quien se encontraría entre ambos fuegos.
Los que blindan a Larroulet en el Ejecutivo recalcan que todo lo que se ha escrito respecto del poder que ejerce en La Moneda no es tal, que el ex ministro de la Segpres cumple un papel más técnico y que siempre el último visto bueno lo tiene el Presidente Piñera, no el jefe del segundo piso.
No es el mejor momento para que el Gobierno aparezca desunido, con conflictos internos o gallitos de poder, menos, que se asome públicamente la primera trizadura en el círculo de hierro del Mandatario y, por eso, se insiste en que la relación de todos en Palacio es más que de colegas, es de amigos, lazos que estrecharon los cuatro años previos al alero de la Fundación Avanza Chile.
El fuego amigo
Pero los hechos dicen otra cosa, sobre todo cuando, para Renovación Nacional, la figura de Larroulet sigue siendo tema no superado. No por nada el vicepresidente Gonzalo Fuenzalida, y su par Carlos Larraín, no han dudado a la hora de salir a atacar a la figura del jefe del segundo piso, algo que ha incomodado en el Gobierno, pues lo entienden como una crítica velada al propio Piñera.
Para algunos, el ex ministro de la Segpres se ha transformado casi en una figura mitológica, pues, “al ser una pega sin cara y que no se relaciona con parlamentarios, te pueden decir lo que sea”, mientras que otros agregan que lo han comparado incluso con Rasputín, a quien “se le criticaba que estaba por sobre el Zar, pero no era así”. Un parlamentario de la colectividad reconoce no esperar nada del ex director del Instituto Libertad y Desarrollo, ningún tipo de señal política, mientras que un dirigente de la mesa directiva añadió que el economista “tira muchos hilos, pero no muestra la mano y, al final, el que da la cara por él es Chadwick”.
En RN recuerdan que Larroulet instaló a 13 personas de su confianza de las 36 subsecretarías, un número “no menor”, según este sector de Chile Vamos.
Han existido reuniones donde los representantes de dicha colectividad le han representado a la ministra Pérez la incomodidad que genera Larroulet en la colectividad, así como se sabe que, en otras ocasiones, la propia ministra ha hecho ver que ese no es el camino para intentar dar vuelta tal situación. Desde ambos lados han evitado pronunciarse profundamente acerca de estas citas, que, saben, para ninguno son del todo cómodas.
La estela Larroulet
Uno de los puntos que está complicando al Gobierno, hoy, es el rol de la ministra del Medio Ambiente, Carolina Schmidt, y su manejo de la crisis ambiental en Quintero, al punto que se ha desplegado desde la semana pasada todo un intento por blindarla.
Desde el interior del oficialismo han surgido críticas a la falta de rigurosidad desde el segundo piso de Larroulet para prever los posibles conflictos de intereses de la jefa de cartera, como el vínculo de su esposo Gonzalo Molina, que fue socio durante 17 años de Fernando Barros, actual presidente del directorio de la empresa Oxiquim.
Entre otras decisiones polémicas que apuntan a Larroulet, está no haber avisado a Piñera del protocolo de objeción de conciencia de la ley de aborto en tres causales y el papel que jugó en el nombramiento de Mauricio Rojas como ministro de Cultura, una decisión errónea, por la cual todos los dardos apuntaron a la ineficiente revisión, chequeo y capacidad de adelantarse a los conflictos que debería cumplir el segundo piso, lo que claramente en ese caso no ocurrió.
En Renovación Nacional afirman que Larroulet, a pesar de los errores cometidos, sigue roncando políticamente, que todas las designaciones siguen pasando por sus manos, las que trasporta por los pasillos de Palacio en su carpeta celeste, siempre en dirección a la oficina de Piñera.



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