Cinco razones para no reactivar la estrategia de los 7 programas de educación sexual


El Ministerio de Educación planea reactivar la estrategia para la educación en sexualidad que llevó adelante entre los años 2011 y 2014. Se trata de la informalmente llamada política del portafolio o de los siete programas de educación sexual. Dicho de manera breve, la iniciativa consistió en seleccionar un conjunto heterogéneo de organismos asesores en educación sexual y sugerir a las escuelas que contrataran al más cercano a su proyecto educativo institucional. Cada establecimiento quedó en libertad de contratar o no asesoría, condicionado a sus recursos y prioridades. Con ello se aseguró una oferta pluralista y se mantenía inalterado el principio de libertad de enseñanza.
Retomar la estrategia del 2011 va en la dirección equivocada por múltiples razones, De ellas señalaré las cinco más relevantes.
1. Es una estrategia poco efectiva: Aun cuando la estrategia pretendió que todos los establecimientos contrataran un programa de educación sexual, entre los años 2011 y 2015 apenas un 27% de las escuelas lo hizo. El Ministerio, al reconocer la debilidad de la propuesta, estableció un fondo especial de 600 millones de pesos para que cada escuela financiara la contratación de un programa. Sin embargo, sólo se logró ejecutar un 12% de este fondo, evidenciando un problema estructural en su diseño.
2. Es una estrategia injusta: Además de tener un bajo impacto en el conjunto del sistema, la contratación estuvo fuertemente asociada a la dependencia administrativa de los establecimientos. Durante el período, un 40% de los establecimientos particulares pagados contrataron un programa, en cambio en el caso de los establecimientos municipales solo un 11% declaró haber contratado. Es decir, se trata de una apuesta que benefició a estudiantes con más recursos.

3. La estrategia permitió que se transmitiera información incorrecta a los y las estudiantes: Dado que evitó establecer criterios técnicos en la selección de programas, cada institución tuvo la libertad para hacer sus propias definiciones sobre la sexualidad, incluso contradiciendo la evidencia científica o la normativa chilena. Ejemplo de ello son programas que estuvieron orientados exclusivamente a promover la abstinencia sexual, en circunstancias de que la investigación ha demostrado que se trata de un objetivo contraproducente y riesgoso para la salud de los y las estudiantes. De la misma manera, uno de los programas seleccionados planteaba la homosexualidad como un trastorno de la identidad sexual (al mismo tiempo que el congreso aprobaba la Ley Zamudio), cuestión que hizo al propio ministro de la época, Harald Beyer, solicitar su corrección.
4. La estrategia va en sentido contrario con lo sugerido por organismos internacionales: Numerosos organismos, entre ellos UNESCO, han estudiado profundamente políticas exitosas de educación sexual y elaborado un conjunto de recomendaciones para que los países puedan instalarlas. La estrategia en cuestión no asume estas recomendaciones; por el contrario, toma la dirección opuesta. En lo fundamental, se equivoca al otorgar entera autonomía al nivel local, sin definir de manera centralizada un cuerpo de contenidos mínimos sobre sexualidad que deben ser entregados a los y las estudiantes de todo el país. Tampoco hace inserción curricular ni establece un número de horas anuales que deben destinarse a la materia. Esto atenta contra el derecho de las y los estudiantes a recibir educación integral de la sexualidad, con perspectiva de género y enfoque de derechos.
5. La estrategia externaliza la educación sexual: Una política escolar exitosa es aquella que logra instalar capacidades institucionales y competencias técnicas al interior de las escuelas, de manera que sean las propias comunidades escolares las que lleven adelante prácticas pedagógicas de calidad. Para ello, el ministerio debe apoyar directamente a los establecimientos a través del diseño de material pedagógico, la formación de docentes y asesoría en el diseño de planes. La política del portafolio, por el contrario, impulsa la creación de una industria paralela (los 7 programas de educación sexual) que asume un inusitado protagonismo en la formación en sexualidad y relega al Ministerio de Educación, y a las escuelas, a una posición secundaria.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



Source link

Related Posts