Documental revela el trasfondo político de la pasta base en Chile


Un documental sobre la pasta base y su impacto en las poblaciones será exhibido este jueves en el marco del ciclo DocsBarcelonaValparaíso.
“Mis recuerdos de infancia están marcados por los fuegos artificiales y la gente que se buscaba la vida en la calle para poder consumir”, explica el cineasta Matías Tapia (Santiago, 1992), quien reconoce entre sus influencias al francés Chris Marker (1921-2012).
“El primero que tengo es cuando estaba jugando en un potrero y me apuntaron con un arma personas que consumían. Desde ahí supe que vivíamos en un lugar distinto a los demás. De ahí en más solo hay repeticiones de lo que conlleva una vida con la droga: robos, peleas, muertes, etc. Pero mi recuerdo más preciado con la droga es haber visto el esfuerzo que hizo mi abuela por sacar a su hija de la droga, siempre con amor y perseverancia, me enseñó lo que significa el verdadero amor”, explica.
Pasta se podrá ver en exclusiva el 27 de septiembre en el puerto, a las 17:00 horas, en la Cineteca de la Universidad Católica de Valparaíso (Brasil 2830), con entrada liberada.
Tapia pudo filmar gente que trabaja en el tráfico.
Basurales y potreros
En el documental “yo hago un recorrido por La Pintana”, donde se crió, “y voy hablando con personas que me abren su espacio personal” en relación con el tema de la pasta base, “y de lo que conlleva tenerla en tu familia y en el barrio”.
Su familia vivía en la Villa Francia cuando conocieron esta droga. “Una tía cayó en la adicción. Lo que hago es recoger el testimonio de mi mamá y de ella. Ellas hacen un recuerdo de cómo llegó la pasta base en los tiempos que ellas vivieron”.
Tapia y su cámara viajan por las poblaciones El Castillo y San Rafael, por la avenida Santa Rosa. Por su lente desfilan basurales, potreros, casas pareadas y edificios sociales, junto con sus habitantes, en los cuales hay “gente que corta la droga y la mueve”.
Basurales y potreros son los escenarios del filme.
Distintas mezclas de pasta
Las entrevistas están centradas en su tía y su madre, que también la probó cuando él era chico.
“Ellas lo que dicen es que vieron la droga como algo nuevo”. En esa época la pasta base “no tenía la connotación negativa de ahora, que es mal vista y tiene un estigma”.
“Lo que ellas vieron es que la droga la regalaban al principio y hartos locos cayeron en la adicción. Hablan de lo que significa consumir”.
Tapia también visita a consumidores actuales, “que me dejaron grabarlos preparando las distintas mezclas de la pasta, como pipa o pito”.
“Mi mamá también hace una reflexión y dice que por suerte no se metió en la pasta, porque es bien difícil ya sacar a alguien de la calle, y lo que conlleva para una familia del adicto”.
La propia familia del cineasta conoció la adicción.
De La Pintana al mundo
Tapia cuenta que se crió en La Pintana, donde encontró sus valores y principios, “pero también evidencié lo que significa vivir en marginalidad y hacer lo que se debe de hacer para sobrevivir con lo mínimo”.
“Por otro lado, siempre que se mostraba nuestra comuna en televisión, radio u obras de arte, se hacía desde un punto de vista negativo, donde a nosotros se nos condenaba y trataba como escoria. El constante rechazo de la sociedad que creó nuestra comuna y nos hace vivir hacinados en periferia, crea un resentimiento en las personas que habitan estos lugares”, dice.
Él aprovechó su conexión con este lugar “para poder tener un acceso a la vida de las personas y los lugares donde ellos viven, para así hacer una obra de arte que tenga un hincapié en los sentimientos de amor y esfuerzo de las familias renegadas de nuestro país”.
Los fuegos artificiales son partes del folclore de los narcotraficantes.
Peligros al filmar
Filmar fue todo un desafío. “Hubo peligros, en la población sobre todo, porque la televisión ha hecho que las cámaras sean mal miradas. Esto se explica porque, cada vez que alguien en condición de marginalidad ve una cámara, cree que es para delatar o ‘sapiar’ lo que está haciendo. Enfrenté múltiples dificultades, desde peleas, robos, asaltos, pero nada que pasara a mayores”.
Por otra parte, la policía no fue un problema, “porque prácticamente no existen en este territorio y, si existen, es para mantener relaciones ilícitas con este. Ellos realmente no tienen incidencia”.
En cuanto a los traficantes, “tienen un rol social –por más burdo que parezca–, ya que ellos no son lo que realmente uno piensa cuando se imagina un traficante. Son personas normales, pero que debido a situaciones tienen que tomar este camino para llevar el pan a la mesa. Ganan lo que gana alguien normal y realmente ven esto como un oficio. Creo que se ha formado a través de los años una imagen caricaturesca de ellos”.
Su rol social “se limita a que ellos son parte de la comunidad y activan la economía local con la droga, se transforma en un bien de consumo y hace crecer la plusvalía de la población. De esta manera la droga tiene tanta importancia para ellos como para los chilenos el precio del cobre”.
Para Tapia, el narco como tal no existe en gran medida, “ellos están en otro lugar y no en las poblaciones”.
“La figura de traficante es más de un vecino. Lo que sí hay –y en gran medida– es una presencia policial en la transa y permanencia de la droga, el caso de los carabineros que extorsionan a los pobladores y traficantes para conseguir dinero, o que hay personas de municipios que están entrelazadas con droga, como en la comuna de San Ramón”, agrega.
“Eso es lo verdaderamente preocupante, pues son las personas con poder las que mantienen los círculos de drogas”.
Para Tapia, la educación y la familia son claves para prevenir la adicción.
Trasfondo político
Para Tapia, el ingreso de la pasta base en Chile siempre ha tenido un trasfondo político. Algunos investigadores han postulado que, al igual como ocurrió con el crack en la población negra de Estados Unidos, en Chile la pasta base fue introducida por la dictadura para desarticular –con éxito– los movimientos sociales y políticos en las poblaciones.
“Siempre ha habido involucrada gente con poder y siempre han sido los pobladores a quienes se les acuña este mal. Eso debería de quedar claro, para así trabajar el tema a futuro”, dice, en un modelo que –a su juicio– no ha tenido grandes cambios en cuanto a su funcionamiento desde los inicios.
“Lo que sí ha cambiado es la mirada de los jóvenes hacia la droga. En mi infancia, al ser una droga nueva, no tenía una connotación negativa”.
Hoy, en cambio, “si alguien consume pasta, es considerado una basura en la población, los jóvenes se tratan de mantener lejos de ella y los más astutos hacen dinero. Ahora es considerada una droga para gente sin voluntad”.
Para él hay forma clave de combatir la adicción: la educación.
“Si tu familia te educa correctamente y entrega valores, jamás se perderá una batalla con la droga. No es casualidad que las comunas marginales tengan estructuras distintas de familia y niveles de educación bajo, por eso aquí funciona esta droga. Aunque cada estrato socioeconómico tiene las suyas”, concluye.



Source link

Related Posts