Industria 4.0 – Fabricando el Futuro



A lo largo de la historia de la humanidad, los avances tecnológicos han motorizado varios procesos de transformación radical en las condiciones materiales y sociales de producción. Actualmente, estamos siendo testigos de una nueva fase de trasformación de la economía global; la Cuarta Revolución Industrial, caracterizada por la digitalización del sector manufacturero e impulsada por el sorprendente aumento de los volúmenes de datos, la potencia en los sistemas computacionales y la conectividad.
En la publicación reciente “Industria 4.0. Fabricando el Futuro” realizada en forma conjunta entre el INTAL del Sector de Integración y Comercio (INT) del BID y la Unión Industrial Argentina (UIA), se dio el puntapié inicial para comprender el alcance de esta Cuarta Revolución Industrial y su impacto en economías emergentes, con especial hincapié en la industria manufacturera local.
El análisis de datos y la toma de decisiones en tiempo real impactan positivamente en la eficiencia individual de las empresas y en la cadena de valor que éstas integran. Algunas tendencias de la época, como la difusión de internet de las cosas, los sistemas de integración y las plataformas digitales permiten a las empresas ampliar mercados, obtener información sobre sus clientes y productos, como así también, colaborar con otros actores del ecosistema productivo.
En esta transformación, la reinvención de la geografía productiva global tiene efectos aún inciertos sobre el comercio internacional. Las tecnologías pueden impulsar a las empresas globales hacia la relocalización (reshoring) de la producción en su país o región de origen y/o a la descentralización de la producción (manufactura distribuida), acercando la fabricación a los centros de consumo. Surgen nuevas oportunidades para las PyMEs que, con pequeñas infraestructuras dispersas en el espacio urbano, pueden producir de forma inteligente y formar parte de redes de manufactura desconcentradas. La automatización y la robotización erosionan las clásicas ventajas competitivas de los países basadas en la oferta de mano de obra barata, al tiempo que la difusión de las tecnologías de la información y la comunicación, y tecnologías como la computación en la nube, la internet de las cosas, y big data, reducen aún más los costos de coordinación a nivel global. Por lo tanto, otros factores vinculados con la competitividad, tales como el sistema de infraestructura, logística y conectividad digital, el costo energético y los talentos de las personas acordes a las exigencias de la Industria 4.0, vuelven a ocupar un lugar importante sobre las decisiones de localización de las empresas globales. Además, la democratización en el acceso a tecnologías puntuales como impresoras 3D, impresoras de circuitos, y sistemas de Control Numérico Computarizados (CNC) reducen la importancia que tenían en algunos casos las economías de escala, permitiendo sustituir relaciones en la cadena de suministro y abriendo nuevas oportunidades para las PyMEs. Estas tendencias, aún incipientes, podrían en un futuro cercano, alterar la geografía de las Cadenas Globales de Valor, el volumen y el sentido de los flujos del comercio internacional.
Los mercados se expanden mediante plataformas de e-commerce: se acorta la distancia entre el fabricante y el consumidor y se genera un canal de diálogo entre el fabricante y el consumidor que previamente no existía; se reducen intermediarios y se minimiza la posibilidad de crear valor mediante acumulación de inventarios/stocks. El cliente se ubica en el centro de la escena y se personalizan los productos. Para la industria manufacturera, el desafío dejó de ser “producir mucho con pocos recursos” o “vender mucho para conseguir una mayor participación en el mercado”. El ciclo ya no es exclusivamente diseñar-producir-vender, sino que producto del contacto con los futuros usuarios se vende antes de producir. Ahora el desafío es “capturar el valor generado a partir del uso de su producto”; pasar del producto tradicional al “producto-plataforma”. La tendencia es fabricar productos inteligentes que incorporen servicios. Se prioriza el “acceso” al producto por encima de la propiedad. Mediante plataformas de innovación abiertas, se establecen mecanismos de cooperación entre empresas que permitan acelerar los resultados de las actividades de I+D+i.
Asimismo, la automatización de la producción es una tendencia creciente a nivel mundial; en el período 2010-2016 la producción de robots industriales creció a una tasa promedio anual del 12%, mientras que la dotación de robots industriales cada 10.000 habitantes, pasó de 66 unidades a 74 unidades en el mismo período. El capital robótico se concentra en pocos países (ver Gráfico 1) y en empresas de tamaño grande, siendo la industria automotriz la principal adoptante de esta tecnología a nivel mundial. El uso del 75% de los robots industriales se localiza en cinco países: China, Estados Unidos, Corea, Japón y Alemania, los que, al mismo tiempo, resultan los principales productores de la tecnología.
Gráfico 1. Stock mundial de robots industriales

 
La descomposición del trabajo en tareas y la economía colaborativa llevan a la reducción del trabajo asalariado y a nuevas formas de organización laboral. En la medida en que la industria se esfuerza por digitalizar sus operaciones, las empresas entran en contacto con actores del mundo de las TICs. La automatización aplicada a la administración y a la gestión de recursos humanos permite reducir los tiempos y costos asociados a la contratación de las personas, facilitando la tercerización de las tareas. Los nuevos modelos de negocios, la posibilidad de economía colaborativa y el trabajo autónomo en modalidad de prestación de servicios son algunos de los drivers que están modificando la forma en que se organiza el trabajo y sus relaciones. Desarrolladores de software, informáticos y profesionales de todas las disciplinas trabajando en forma remota y bajo modalidades de contratación del estilo freelance y gig economy[1], son algunos ejemplos de estos cambios.
La transformación digital desafía a todos los actores sociales en distintos planos. Entre los desafíos tecnológicos se destacan: estandarizar las interfaces; perfeccionar los sistemas autónomos para la toma de decisiones; desarrollar infraestructura para el uso de grandes volúmenes de datos y mejorar la ciberseguridad. Entre los desafíos socioeconómicos cabe mencionar: evitar la concentración de las nuevas tecnologías en pocas empresas; garantizar la alfabetización digital en forma universal; desarrollar habilidades en los trabajadores acordes a las nuevas exigencias; monitorear los impactos sobre el mercado laboral, con especial atención sobre la desigualdad de ingresos entre hombres y mujeres, y reducir de brecha digital de género. Entre los desafíos regulatorios, se requiere generar una nueva gobernanza en materia de seguridad y propiedad de los datos; nuevos mercados y actividades laborales; propiedad intelectual; seguridad nacional; monedas digitales, y bioética.
En este marco, los Estados de las economías más industrializadas del mundo empiezan a redefinir sus políticas industriales considerando el contexto de la Revolución 4.0. Los Estados no sólo deben facilitar el acceso de las nuevas tecnologías, pueden tener un rol activo en el diseño de mapas de rutas y de instrumentos de políticas que propicien el cambio cultural necesario para que la transformación se produzca. Pero el cambio no es ni sólo privado, ni sólo público. Esta Cuarta Revolución Industrial, nos interpela a todos los actores sociales a construir una institucionalidad 4.0, una gobernanza 4.0, un Estado 4.0, una fuerza laboral 4.0, y un empresariado 4.0. Sólo así podremos lograr una transformación digital inclusiva.
[1] Podría traducirse como “pequeños encargos”. Se trata de una modalidad de contratación relacionada con la economía colaborativa. Por ejemplo, la plataforma TaskRabbit conecta oferta y demanda para realizar servicios de mantenimiento, de arreglos y acondicionamiento en las casas (pintores, plomeros, gasistas, electricistas, jardineros, mudanzas, limpieza, etc.). El usuario explicita qué necesita y cuánto está dispuesto a pagar por ello, y la plataforma encuentra a las que se ajusten a sus necesidades y su presupuesto.
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