Récord de automóviles: ¿Necesidad o locura?



Y si innováramos realmente? La ciudad de Sao Paulo tiene desde hace ya 30 años los mismos problemas de saturación vial que hoy presenta Santiago. La mayor urbe de Sudamérica no tenía entonces una Red de Metro, sino sólo  una línea y trenes de cercanía. Santiago, en cambio, tenía dos líneas y no paraba de ampliarse. Los paulistas comunes se subieron al automóvil y los millonarios, al helicóptero. Sí, en Sao Paulo estás aeronaves son como taxis. ¿Hacia allá deseamos ir?
En Chile, el uso masivo del automóvil responde a la necesidad de desplazarse sin depender de terceros para la mayor parte de los usuarios, especialmente los que viven más alejados de sus trabajos o lugares de estudios. No tienen otra opción que hacerse de un vehículo particular. Eso ha sido, además, fomentado por el crecimiento económico, pero especialmente, por una mala política de transporte público. Quien sea el operador o gestor, lo concreto es que la gente se está bajando del transporte colectivo. La pregunta es si faltan recursos económicos o qué para cambiar el estado de las cosas.
Es urgente que el Estado resuelva una política de no más transporte público contaminante, con una estrategia gradual. Del mismo modo, que se fijen metas de cobertura en todas las ciudades, donde nadie tarde más de 45 minutos en llegar a su destino utilizando Metro, tranvías o buses eléctricos. Definitivamente, el transporte colectivo debe ser confortable, con tarifas atractivas, horarios ciertos y fidelizando clientes. Es muy disonante que usted junte puntos cuando va a la farmacia (por algún medicamento) y no le ofrezcan nada por utilizar el espacio común, como el transporte no contaminante, una forma de promover el ambiente limpio y la vida sana.
Las ventas de vehículos están superando las 32 mil unidades mensuales (40 mil en septiembre), según la Asociación Nacional Automotriz de Chile, ANAC. Si solo calculamos que un automóvil nuevo se vende en 10 mil dólares, como mínimo (7 millones de pesos), tenemos un gasto de 320 millones de dólares por mes. Esta cifra es exorbitante, si consideramos que la línea 6 del Metro de Santiago costó mil millones de dólares y se extiende por 15 kilómetros, siendo la más moderna de América. En otras palabras, podríamos pagar una línea de Metro cada dos años con un bono de mil dólares por automóvil vendido, y esa inversión podría alcanzar a las regiones, al menos con redes de tranvías y buses eléctricos. Como vemos, el dinero sobra.
Aparte, una persona gasta mínimo 33 mil pesos mensuales en transporte público. Cuando decide (o es obligada a) cambiarse al automóvil, pagará por adelantado 17 años de pasajes, porque los 7 millones de pesos que desembolsará le alcanzarían para eso. Es cierto, si viaja acompañada por otra persona serían 8,5 años (la tasa de motorización es de 1.2 personas por automóvil). Además, no está considerado en este ejercicio el gasto en permisos, combustibles, estacionamiento, repuestos ni seguros. Ciertamente, un vehículo es un bien (en Chile, además, un estatus), pero el dinero de la inversión inicial no se recupera porque se va renovando por uno de mayor valor. Sí, por lo tanto, el auto es un haber contable, y esa sería una buena fórmula de rebaja tributaria para los que utilizamos el transporte público sobre lo cual  se puede explorar.
Estos datos son totalmente verificables y deben hacer razonar a la autoridad y a los usuarios por el ahogo que están viviendo las ciudades, con una nube tóxica que no cede. Y la ecuación es todavía más dramática si consideramos que hay que enviar divisas del orden de 4 mil millones de dólares cada año por estas importaciones, más las del crudo y los repuestos para hacerlos funcionar. Y todavía más crítico aún, cuando todo el sistema de Metro o futuros tranvías y buses eléctricos se pueden alimentar con energía solar. Dicho sea de paso, Chile es el país con mayor disponibilidad de este recurso por sus cielos mayormente despejados desde Santiago al norte. Tenemos el dinero para cambiar la modalidad de transporte, la energía solar para alimentarlo a bajo costo y hacemos todo lo contrario de lo que se debe hacer. Como apuntaba más arriba, esto se puede financiar con un bono de mil dólares por cada automóvil o vehículo vendido, monto que iría al transporte eléctrico y que el comprador del vehículo podría transar en el mercado como bonos de carbono. Se recaudarían U.S.$ 420 millones anuales si se cumple la proyección de ANAC de 420 mil unidades por vender este año.
Es urgente que el Estado resuelva una política de no más transporte público contaminante, con una estrategia gradual. Del mismo modo, que se fijen metas de cobertura en todas las ciudades, donde nadie tarde más de 45 minutos en llegar a su destino utilizando Metro, tranvías o buses eléctricos. Definitivamente, el transporte colectivo debe ser confortable, con tarifas atractivas, horarios ciertos y fidelizando clientes. Es muy disonante que usted junte puntos cuando va a la farmacia (por algún medicamento) y no le ofrezcan nada por utilizar el espacio común, como el transporte no contaminante, una forma de promover el ambiente limpio y la vida sana.
Doble contra sencillo: querer es poder.



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