¿Cómo pueden los multilaterales trabajar (mejor) por la igualdad de género?



 
Por Jonathan Rose*
Que una mayor igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres redunda en beneficios sociales y económicos para todos es algo que ya nadie pone en duda. O al menos no los organismos de desarrollo que, en consecuencia, han intensificado su trabajo en este tema. En el caso del BID, solo entre 2011 y 2016 se aprobaron más de 400 operaciones y se produjeron más de 100 productos de conocimiento con elementos de género, de tal forma que en 2016 el 48% de los préstamos ya incorporaban temas de género.
La relación de los organismos multilaterales con las políticas de género arranca en los años 80 y ha ido evolucionando. En un principio, se basaba en la premisa de que la acción internacional de fomento del desarrollo no había llegado a las mujeres, así que se necesitaban inversiones directas para aumentar su acceso al empleo, mercados, educación y otros recursos materiales. En los 90 nació un enfoque más integral, que cuestionaba las instituciones sociales, políticas y económicas. En 2010, el BID era el primer banco de desarrollo en aprobar una política operacional de género con doble enfoque: emprender acciones proactivas en forma de integración de género y realizar inversiones directas. Además, también introducía el compromiso de tomar medidas preventivas en forma de salvaguardas de género.

Este hito incrementó exponencialmente el trabajo del BID, que además comenzó a promover la innovación en la inclusión de la perspectiva de género en sectores no tradicionales como infraestructura, cambio climático o seguridad ciudadana. Algunos ejemplos están en Bolivia, con la participación de las mujeres indígenas en los comités de agua; o en Nicaragua, incorporando mujeres en programas de capacitación y empleo en el manejo de maquinaria pesada; también en Honduras, apoyando el reclutamiento de mujeres en el cuerpo policial.
¿Qué factores influyen en el trabajo de los multilaterales en género?
El trabajo realizado deja lecciones aprendidas que desde la Oficina de Evaluación y Supervisión (OVE) hemos recopilado en una evaluación con el objetivo de que el BID siga progresando en la integración de género, pero que también es de interés para el resto de multilaterales que han emprendido este viaje. Así, identificamos seis factores que influyen en el nivel y grado de apoyo al tema de género:

Prioridades de los países: Aunque existe un mayor interés, el género sigue teniendo una prioridad baja para los países prestatarios. Según la Encuesta de Percepción General del BID de 2016, los temas de género y diversidad quedaron en el puesto 19 de los desafíos para el desarrollo más acuciante, solo por delante del turismo. Es necesario seguir profundizando en el diálogo, aprovechando el conocimiento acumulado tanto por el BID como por otros organismos multilaterales.
Liderazgo y compromiso político: La presión para promover la agenda de género por parte de la alta administración del BID y, sobre todo, el establecimiento de metas concretas en financiamiento o número de préstamos ha mandado un claro mensaje al personal sobre el rumbo de la institución.
Asignación de recursos: La asignación de recursos para contratar especialistas y consultores de género ha fomentado una mayor integración del tema en las operaciones, pero esta situación no es homogénea y el BID no cuenta con ningún análisis para determinar dónde se necesitan los recursos.
Capacidad técnica: El BID ha aumentado su capacidad de integración de los temas de género, y no sólo gracias a una mayor experiencia: entre 2014-16 más de 1.000 empleados recibieron capacitación.
Integración en las prácticas institucionales: el BID está realizando grandes avances en el cambio de la cultura institucional y la motivación del personal. Sin embargo, los requisitos internos se convierten a veces en un desincentivo: en algunos casos, por ejemplo, es más fácil suprimir elementos de género en un proyecto para conseguir un puntaje más alto en la Matriz de Efectividad en el Desarrollo, que mide los resultados de cada intervención.
Rendición de cuentas y monitoreo: Muchos bancos multilaterales, incluyendo el BID, han reconocido el desafío que supone medir los resultados de la integración de género, por lo que el seguimiento se queda muchas veces en el conteo de actividades y no llega a mostrar qué funciona y qué no. De hecho, la evaluación de OVE destaca que el Banco podría mejorar sus esfuerzos en este sentido.

Estos factores, en muchos casos interconectados, nos presentan a todos los que trabajamos en las instituciones de desarrollo importantes retos, pero también numerosas oportunidades para hacerlo mejor, teniendo en cuenta al 100% de la población.
 
*Jonathan Rose es Especialista Líder Económico en la Oficina de Evaluación y Supervisión del BID. Anteriormente trabajó en el Departamento del Tesoro de EE.UU., donde se centró en las políticas de desarrollo de la banca multilateral y en el G-8 y G-20, y ejerció como consejero del Director Ejecutivo de EE.UU. del BID. Tiene un doctorado en economía de la Universidad de Iowa y una licenciatura en economía de Grinnell College en Iowa, y es el líder de equipo de la Evaluación sobre el apoyo del Banco a los temas de Género y Diversidad publicada recientemente.



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