translated from Spanish: Elecciones del 6 de noviembre en Estados Unidos: “Una inflexión en la hegemonía republicana”

Las elecciones de Estados Unidos del próximo 6 de noviembre son las más esperadas y disputadas desde hace 50 años (1968),  año en que Estados Unidos perdió la inocencia con el triunfo de Richard Nixon sobre el demócrata Hubert Humphrey en medio de los asesinatos de Robert Kennedy y Martin Luther King, las enormes protestas civiles y la guerra de Vietnam con su genocidio. El 70% considera, según una encuesta de The Washington Post, que EEUU vive una división similar a la que generó la Guerra de Vietnam en medio de una administración catalogada como “disfuncional” (El País 29/10/2017). La razón de este clima es la gran fractura de la sociedad ahondada con la elección del Trump y la posibilidad (esperanza) de los demócratas de cambiar el rumbo de poder hegemónico republicano del país. Tras la confirmación del juez del Tribunal Supremo Brett Kavanaugh a pesar de las denuncias de acosos sexuales en su contra, los republicanos tienen los tres poderes del Estado en sus manos: la Casa Blanca, las dos ramas del Congreso y la Corte Suprema por 5 a 4  (Euronews.com 22/10/2018).
Víctor Davis Hanson, historiador en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford expresa que “al igual que en 1968, vivimos un choque entre dos formas de ver el mundo: emergen profundas contradicciones y hay un esfuerzo por redefinir y desmantelar instituciones”. Andrew Lakoff, profesor de Sociología de la Universidad California Sur, complementa esto diciendo que Trump, “ha roto con el papel simbólico de la presidencia…No trata de estar por encima de la refriega ni le importa aparecer como justo. Tampoco le preocupa la imagen de EEUU en el mundo. Sus normas se reducen al poder y la humillación del enemigo” (El País 19/01/2018).
Trump en un año le ha negado la mano a la canciller alemana, Angela Merkel, humillado al ex presidente mexicano Enrique Peña Nieto o ha llamado “gordo, bajo y hombre cohete” al no menos megalómano líder supremo, Kim Jong-un, jactándose de tener un “botón nuclear más grande y poderoso” amenazado con devastar Corea del Norte. Ha despreciado a Europa, revertido el acuerdo de libre comercio del Pacífico (TPP), puesto en la cuerda floja el Tratado de Libre Comercio con América del Norte, abandonado el pacto de París en contra del cambio climático y reducido los fondos del Ministerio del Medio Ambiente en medio de grandes catástrofes como tifones e incendios. Ha aumentado desafiantemente los gastos de Defensa. Le ha impuesto sanciones económicas a China y otros (incluso aliados). Se dio el gusto de desahuciar el pacto nuclear con Irán (aunque no ha ido más lejos) y quiere hacer lo mismo con Rusia lo que puede desatar una carrera armamentistas de proporciones. Se ha peleado con la prensa (calificó de “enemigos del pueblo” a The New York Times, The Washington Post o CNN, entre otros) y en su cuenta en twitter lanza fuego por doquier.

A pesar de todo ello, es decir de haber construido un enemigo permanente y creado la realidad paralela, sus mensajes lo ponen ante su núcleo duro (el 40% de los votantes organizados que odia la globalización, los medios de comunicación, teme al inmigrante y hace eco de sus mensaje) como el campeón que cumple sus promesas y antepone los intereses americanos a los extranjeros: el país crecerá más del 4% (El Comercio 27/07/2018) y una tasa de desempleo del 4,1% (la más baja desde 2000) y que anula la peor crisis de seguridad alimentaria desde 1929,  donde 48 millones pasa hambre de acuerdo a Alisha Coleman Jenses (Instituto de Estrategia 24/10/2018).
Trump no sólo ha levantado un escudo, creado un universo paralelo, contra los que lo interpelan por la trama rusa y/o fomentan la posibilidad de un impeachment (por ejemplo, acusa al fiscal especial Robert Mueller de “caza de brujas” y de parcialidad), sino que desde la derrota ante el Obamacare, donde no logró ni el apoyo mayoritario de su partido, se ha dedicado a acercarse al establishment republicano que tanto decía odiar. En este camino ha prescindido del ideólogo del miedo, Steve Bannon, y ha forjado alianzas con los líderes republicanos en las Cámaras. “Las mayorías republicanas en el Congreso le han salvado de sí mismo”, dice el profesor Sabato. “Ha sido una capitulación del Partido Republicano ante el trumpismo”, añade el sociólogo Lakoff (El País 19/07/2017).
En el contexto de esta extrema polarización (incluso con la denuncia real o no de artefactos explosivos) y la erupción de numerosos temas controvertidos en la agenda (Trump ha dicho, por ejemplo, que en la caravana de inmigrantes-refugiados de Centroamérica vienen delincuentes y personas desconocidas del Medio Oriente/léase terroristas y le ha quitado ayuda a estos países), la ciudadanía demócrata y republicana han dinamizado su movilización. Así, por ejemplo, más de 800.000 personas se inscribieron para votar en el Día Nacional de Registro de Votantes en septiembre de este año, frente a sólo 154.500 en 2014 (la movilización de solo el 36,4% de electores le costó al Presidente Obama la mayoría  en el Congreso).
Un estudio del periódico “The Washington Post” y la cadena Abc reveló que el 52 % de los entrevistados prefiere a los candidatos demócratas frente al 38 % que se inclina por los republicanos. De estos datos, se desprende que existe una clara frustración con el sistema político de EE.UU.: más de 6 de cada diez estadounidenses consideran que Trump y su partido están cada vez más desligados de los ciudadanos. Pero, a su vez cinco de cada diez ciudadanos también creen que los demócratas están muy distanciados de los problemas reales (El Mundo 05/09/2018). Junto a la fractura, entonces, las agendas particulares y los atributos e identificaciones serán esenciales en la ecuación electoral. 
A pesar de que este 6 de noviembre se elegirán 39 de los 50 gobernadores, además de miles de autoridades legislativas y ejecutivas de nivel estadual, sin dudas y por lo decisivo, lo más relevante es la renovación del Congreso. En esta elección y a pesar de que los analistas coinciden que un rasgo distintivo de ella es la alta tasa de reelección (alrededor del 90% de los candidatos buscan continuar), puede haber sorpresas importantesDe acuerdo a una encuesta de Real Clear Politics de intención de voto (generic ballot) y que ha resultado un buen indicador histórico, los candidatos demócratas tendrían una intención de voto del 48.8% mientras que los republicanos alcanzarían el 41.1% (Univisión del 24/10/2018)
En la Cámara de Representantes se renueva completamente sus 435 bancas, teniendo en la composición actual los republicanos 241 asientos y los demócratas 194 (para tener mayoría se necesitan 218). En esta elección, según Real Clear Politics, en 392 escaños hay un favorito claro distribuyéndose las bancas 201 en favor del partido Demócrata y 191 en el Republicano. De las 43 plazas restantes en disputa, en la actualidad los republicanos controlan 41 y los demócratas 2 (dos distritos de Minnesota), pero también hay que tener en cuenta que 37 republicanos no irán a la reelección y solo 18 demócratas han tomado la misma decisión. Los demócratas harán foco en los distritos que están en manos de republicanos, pero que votaron por Hillary Clinton las presidenciales de 2016. Entre los 43 distritos clave se destacan seis en California (es el estado más poblado del país); tres en Minnesota, Nueva Jersey y Texas; y dos en Illinois, Iowa, Kansas, Michigan, Nueva York, Ohio, Virginia y Washington (Infobae 9/9/2018). La suma final de estos datos estaría, entonces, inclinándose por el triunfo demócrata para tomar el control de la Cámara de Representantes como lo pronostica el sondeo de FiveThirtyEight: los demócratas tienen un 77,5% de posibilidades de ganar la mayoría en ella (Euronews 22/10/2018).
En el caso del Senado, se renuevan 35 de las 100 bancas, de las cuales 26 son demócratas y 9 republicanas. En la actualidad el partido Republicano tiene 51 de los 100 senadores. Pero no será fácil para el partido Demócrata arrebatarle alguna de las bancas republicanas y mantener las propias. De las 35 bancas que se renuevan, Real Clear Politics augura que los demócratas controlan y son favoritos a retener 22, y los republicanos 4, por lo que habría 9 bancas en disputa absoluta (5 demócratas y 4 republicanas). FiveThirtyEight, por su parte, le da a los republicanos en 81% de mantener el Senado (Euronews 22/10/2018). Incluso si los republicanos llegasen a perder una banca y quedan empate, el vicepresidente Mike Pence puede desempatar la votación y, por lo mismo, aún tendrán el control del Senado.
Este tema de gobiernos autocráticos y su santificación electoral, sin embargo, no es solo un tema de Estados Unidos y Trump. Como muy certeramente dice Boaventura de Sousa Santos,De Estados Unidos a Filipinas, de Turquía a Rusia, de Hungría a Polonia se han elegido democráticamente políticos autoritarios que, aunque sean producto del establishment político y económico, se presentan como antisistema y antipolítica, insultan a los adversarios que consideran corruptos y ven como enemigos a eliminar, rechazan las reglas de juego democrático, hacen apelaciones intimidatorias a la resolución de los problemas sociales por medio de la violencia, muestran desprecio por la libertad de prensa y se proponen revocar las leyes que garantizan los derechos sociales de los trabajadores y de las poblaciones discriminadas por razones étnicas, sexuales o de religión. En suma, se presentan a elecciones con una ideología antidemocrática y, aun así, consiguen obtener la mayoría de los votos. Los políticos autocráticos siempre han existido. Lo nuevo (y terrible diría yo) es la frecuencia con la que están llegando al poder” (Other News 24/10/2018).
Perder la Cámara de Representantes sería un problema para el gobierno de Trump. En un contexto de creciente polarización política, le costaría mucho aprobar leyes y sienta un precedente de inflexión de la dinámica  política. Pero perder las dos cámaras sería un terremoto grado 9 para Trump y los republicanos, no sólo porque el Senado aprueba los principales nombramiento, sino porque aumenta la probabilidad de un impeachment que es una cuestión política y lo dejaría muy debilitado hasta el final de su mandato y para su postulación a la reelección (Infobae 09/09/2018). Lo más probable, y más allá de las enormes incertidumbres que están rodeando los procesos electorales en todo el mundo, es un triunfo demócrata en la Cámara de Representantes y de los republicanos en el Senado en las elecciones del 6 de noviembre.
 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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