Madres migrantes dejan familia y trabajo por sus desaparecidos



Durante días Yolanda Ramírez no durmió. Ella tenía que terminar las faldas y vestidos que le habían pedido, antes de poder viajar a México a buscar a su hija.
Yolanda vive en un poblado de El Salvador de donde su hija, Ana María Ramírez Recinos, salió hace 11 años con el sueño de llegar a Estados Unidos, como muchas otras personas lo hacen. Pero como también muchos otros −70 mil, según estima el Movimiento Migrante Mesoamericano −desapareció en su intento de cruzar México.
Desde entonces, Yolanda dedica todos sus esfuerzos, tiempo y dinero a buscarla sin importar que para eso deba tener más de un trabajo informal o simplemente no duerma.
Ella vive de confeccionar ropa y cocinar popusas (una comida salvadoreña), lo que le permite tener ingresos, pero al mismo tiempo contar con tiempo para viajar a las búsquedas, si lo requiere.
Durante más de tres semanas su puesto estará cerrado y su máquina de coser mecánica detenida, pues se unió a la Caravana de Madres Migrantes que viajaron de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Guatemala para buscar a las personas desaparecidas en su tránsito por México.
Esas tres semanas no tendrá ingreso alguno y además deberá gastar en el viaje t todo lo que ello implica; sus primos decidieron ayudarla económicamente.
El trabajo no es lo único que Yolanda dejó para recorrer más de 40 mil kilómetros en México con la fotografía de su hija colgada al pecho y la esperanza de que alguien la haya visto. También dejó a su nieta de 5 años de quien nunca se despega, aunque decidió no despedirse de ella para evitar el llanto.
Como ella, 30 mujeres, entre madres y hermanas, se unieron a la Caravana, dejando en su país a sus hijos pequeños al cuidado de otras personas y trabajos (muchos informales) o gastan el ahorro de sus vidas. Todo por volver a ver a su ser querido.
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Gastan todos sus ahorros
Rosa Idalia Jiménez dejó el sueño americano que estaba viviendo por recorrer una ciudad tras otra, con el rostro cansado, para hallar a su hijo Roberto Donai Canales. Ahora gasta en la búsqueda todos los ahorros que logró.
Ella y su esposo habían viajado a Estados Unidos con la intención de establecerse con toda su familia allá, por eso en cuanto pudieron, en 2013, le pidieron a su hijo que viajara desde El Salvador con ayuda de un “coyote”. Les llamó desde México y les dijo que necesitaba dinero. No volvieron a saber de él.
De Estados Unidos regresaron a El Salvador para poder darle seguimiento a la denuncia que había presentado la abuela de Roberto, pero de la que hasta ahora no han tenido avances.
La misma Fiscalía les mandó con el Comité de Familiares Migrantes Desaparecidos de El Salvador (Cofamide) para que les apoyara en la búsqueda. Con ellos Rosa Idalia conoció la caravana por México y salió al camino.
“Me tuve que venir, perdimos todo, nosotros perdimos todo, todo, todo por venir a buscarlo (…) nos está costando 9 mil 500 dólares, con los ahorros, uno por sus hijos hace todo, no le importa a uno quedarse sin nada”, dijo.
Para las mujeres que integran la Caravana implica un gasto, pero no todo lo que sería venir por su propia cuenta.
Las organizaciones que la dirigen buscaron diversos donativos y fondos para poder cubrir parte de los gastos como el camión en el que viajan todas juntas y algunos hospedajes en humildes hoteles.
Además, asociaciones civiles que las van recibiendo en el camino se solidarizan con ellas y les entregan agua, comida, o en el caso de los albergues un lugar donde pasar la noche para al día siguiente continuar con su búsqueda.
Ana Alicia OsorioBuscar a la distancia 
El viaje no lo hacen por gusto o desconfianza. Las mujeres que necesitan recorrer México lo hacen porque de otra manera no obtienen pistas de sus seres queridos.
Los países centroamericanos tienen sus mecanismos para presentar denuncias por quienes desaparecieron en el extranjero, pero que según las familias no están funcionando.
Por ejemplo, informó Eva Ramírez de la Unión Nacional de Familiares de Migrantes Desaparecidos de Honduras (UNFMDH), hace unos 5 años fue creado el Mecanismo de Apoyo Exterior, donde reciben las denuncias para hacer la búsqueda en México.
Pero éste solamente recibe casos recientes pues aquellos de más de una década los descarta; además, pese a las denuncias no les dan a conocer ningún tipo de avance.
“Hasta en nuestro propio país nos sentimos fracasados (…) hemos recibido una bofetada de nuestro gobierno porque no nos ha ayudado a buscar”, sentenció.
Reina, integrante de la UNFMDH, afirmó que por eso los familiares, en su mayoría mujeres, deben realizar la búsqueda por sus propios medios.
Señaló que según un estudio que hicieron en conjunto con una organización de médicos, la mayor parte de las familias de personas migrantes desaparecidas tienen enfermedades como depresión y diabetes, derivados de la situación que enfrentan.
En ese panorama de enfermedades, pobreza e inseguridad, las mujeres recorren la ruta migratoria con un poco de esperanza que les deja el saber que alguien, aunque sean ellas, está buscando a su ser querido.



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