Son las redes sociales, estúpido


La elección de Brasil demostró que la efectividad WhatsApp superó los formatos tradicionales de la comunicación política. El cifrado de extremo a extremo dificulta la vigilancia de los “algoritmos buenos” y posibilita la expansión de cualquier tipo de mensajes.
El uso de la mensajería instantánea en celulares es la otra gran triunfadora en las elecciones de Brasil. La estrategia de campaña de Jair Bolsonaro situó a esta forma de comunicación en un primer lugar de importancia con mensajes fuertes, directos, que daban la impresión de haber sido hechos a la rápida, caseros, sin el estándar acostumbrado en una elección presidencial profesional del siglo XXI.
Al igual que en Chile, la reina de las aplicaciones de mensajería preferida por los brasileños es WhatsApp, tanto en uso como en descargas, según el reporte Brazil Digital in 2018 (ver gráfica).

La fórmula fue la siguiente: Bolsonaro encarnó el sentir mayoritario antiestablishment, corrupción mediante, y WhatsApp fue el medio perfecto para llegar a sus votantes, uno a uno, a su propia mano, en una suerte de campaña de ultramicromarketing nunca antes vista, plagada de desinformación y de Fakenews (noticias falsas), principalmente en contra de Haddad.
La efectividad WhatsApp superó en Brasil en importancia a los formatos tradicionales de la comunicación política, como la franja de televisión e incluso el debate presidencial televisado.
Distinto fue el medio que influyó en el triunfo de Trump en Estados Unidos en 2016. La manipulación efectuada por los algoritmos de Cambridge Analytica se centró en Facebook, una red social semi cerrada. Sin embargo, ambos casos están unidos por Mark Zuckerberg, dueño de Facebook y de WhatsApp.
Las malas artes para acceder al poder mediante campañas desplegadas en las redes sociales imponen un desafío mayor y complejo. Hoy, nadie puede desconocer la evidencia aún caliente en el caso de Brasil, un gigante transformado en un laboratorio de tecnopolítica que seguramente continuará desarrollándose como principal activo para la instalación y despliegue de Bolsonaro.
El problema para Facebook, que instaló recién en septiembre su “cuarto de guerra” para luchar contra la desinformación y el odio en sus plataformas, es no poder romper la promesa de la privacidad en WhatsApp, que se basa en un estricto cifrado de los mensajes entre punto y punto. Se trata de un terreno vedado a los “algoritmos buenos”.
Porque los contenidos que circulan, los grupos que se arman, los reenvíos de contenido y las stories en el estado de la aplicación que gobierna en América Latina y gran parte del mundo, son de responsabilidad personal de los usuarios que deciden entrar en las redes.
Para cualquier persona, la opción de restarse parece ser una quimera. Porque la mensajería instantánea, así como las otras redes sociales, son la nueva forma de comunicación y de consumo de contenidos y noticias preferido por las personas. Parafraseando a la industria de la televisión tradicional, hoy cada individuo es su propio gerente de programación.
En este contexto, es necesario advertir que el futuro inmediato que impactará a la humanidad es la aceleración de la comunicación a niveles no imaginados por el avance tecnológico. Las pruebas exitosas a nivel mundial de la red 5G incrementarán la velocidad de transmisión de datos entre 100 y mil veces a la experimentada en el uso de la 4G. Las próximas descargas prometen 10 Gb por segundo.
Esta nueva realidad de ultra velocidad está a la vuelta de la esquina. Los primeros países comenzarán a vivirla en 2020, y Chile se sumará no mucho después, justo cuando el país entre de lleno en una nueva campaña presidencial.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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