“Al enterrar niños se me achicopala el corazón”



Los Mochis, Sinaloa.- Francisco Javier Lugo Sánchez pasa la mayor parte de sus días entre tumbas. Es sepulturero, oficio en el que se inició cuando tenía 17 años.“Estaba plebe cuando conocí al panteonero de Las Malvinas, yo iba y le ayudaba por ratitos a sacar y echar tierra, y me gustó”, refirió.
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Lo apodan “Popeye” y es muy conocido en el panteón Centenario, donde ha enterrado hasta ocho cuerpos en un día.“Primero marco el hoyo y empiezo a escarbar, le doy una altura de uno quince de profundidad por uno diez de ancho y dos cincuenta de ancho; luego lo cuadro, hago las gavetas y lo dejo listo para cuando llegue el cuerpo. Cuando llega el finado, ayudamos a los funerarios a meter el cuerpo al hoyo, ponemos las tapaderas, las sellamos, echamos la tierra y dejamos el bordo”, contó con su pala en mano mientras escarbaba.La muerte no descansa
Asegura que la muerte no descansa y él tampoco, trabaja todos los días para mantener a esposa y a sus cuatro hijos. No le teme a los muertos, ya se acostumbró a estar entre ellos, asegura. El llanto y los lamentos de quienes sufren sus pérdidas lo conmueven, pero confesó que es lo único que lo quebranta.

Francisco expresa que en ocasiones llega a su casa cansado y con el corazón apachurrado. Foto: EL DEBATE

Se quebranta su alma
“A estas alturas ya no siento feo al sepultar, donde sí me quebranto es cuando entierro niños, ahí sí se me achicopala el corazón, es lo único que no me gusta, pero alguien lo tiene que hacer y ese es mi trabajo, es muy feo saber que son niños y que le faltó mucho por vivir”, expresó conmovido.El gentil sepulturero indicó que hasta el momento no ha enterrado a ningún ser querido, y que desea continuar con su labor hasta los 60 años, o de ser posible, toda su vida.
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