Grandes tecnológicas cierran el paso a las startups



En los primeros tiempos de la fotografía digital, yo usaba un sitio web llamado Picasa para organizar y compartir mis fotos. Era como si se me abriera un mundo completamente nuevo; de pronto podía obtener retroalimentación de fotógrafos mucho más experimentados y hábiles al otro lado del mundo, descubrir su trabajo y encontrar inspiración visual. Pero cuando empecé a utilizarlo, Google ya había adquirido la empresa. Durante los años siguientes, la aplicación pareció estancarse: había rumores de que Google le estaba quitando recursos y los usuarios se alejaron. En 2016 Picasa fue eliminado para siempre, y cualquiera que todavía tuviera fotos allí las trasladó a Google Photos, un sitio del que nunca he oído hablar a nadie.
Por supuesto, esto no significó el fin de las herramientas para compartir fotos en línea: Instagram se ha convertido en todo lo que alguna vez fue Picasa, y mucho más. La naturaleza de los efectos de red significa que es difícil que existan varios sitios para compartir fotos: todo el mundo tiene un incentivo para reunirse en el sitio que tiene más usuarios. Pero si Google hubiera invertido más recursos en Picasa –o, para empezar, no la hubiera adquirido y hubiese dejado su destino en manos de sus fundadores– podría haber ganado el mercado en lugar de Instagram, que recibió una gran inversión sostenida tras ser adquirida por Facebook. Y la adquisición de Picasa, y el subsiguiente declive, fue una poderosa demostración de la capacidad de las grandes compañías tecnológicas para devorar y destruir a las jóvenes y prometedoras startups. Cosas similares les han sucedido a otras compañías en el segmento de las redes sociales.
La gente de la industria está empezando a preocuparse por este fenómeno. Tim O’Reilly, fundador de O’Reilly Media, habla de las grandes tecnológicas que se comen el ecosistema. Otros hablan de una “zona mortal”, donde se estrangula a las firmas nuevas e innovadoras. Para algunos fundadores de startups, la adquisición por parte de una gran empresa es su sueño; están felices de salir con una pequeña fortuna y pasar a la siguiente etapa de sus carreras. Pero existe el peligro de que las grandes compañías, al estar menos involucradas emocionalmente en las empresas que adquieren, las dejen debilitarse.
Y lo que es más importante, una zona mortal puede ser el resultado no de una adquisición, sino de la amenaza de una competencia abrumadora. Si los fundadores creen que las grandes compañías copiarán sus innovaciones a bajo costo y competirán con ellas fuera del mercado, nunca invertirán el tiempo y el esfuerzo necesarios para crear esas innovaciones en primer lugar.
Una tercera forma en la que las grandes compañías tecnológicas pueden matar a las startups es contratando a los mejores ingenieros. Los ecosistemas tecnológicos prosperan con el talento, y dado que Google, Facebook y Amazon ofrecen paquetes de compensación inmejorables con una fuerte seguridad laboral y muchas ventajas y beneficios, es posible que las startups tengan que quedarse con las sobras.
¿Existen realmente la zona mortal? Los investigadores han estado tratando de responder a esa pregunta. Facebook encargó un estudio al consultor Oliver Wyman, quien concluyó que la inversión de riesgo en el sector tecnológico no era menor que en otros sectores, lo que llevó a Wyman a concluir que no existía una zona mortal.
Pero el economista Ian Hathaway señaló que mirar a la industria tecnológica en general era demasiado amplio. Al examinar tres categorías específicas de la industria –venta minorista por internet, software de internet y software social/plataforma, correspondientes a las industrias dominadas por Amazon, Google y Facebook, respectivamente–, Hathaway descubrió que las financiaciones iniciales de capital de riesgo han registrado una disminución mucho mayor en los últimos años que en industrias comparables. Eso sugiere que la zona mortal es real.
En un documento reciente, los economistas Wen Wen y Feng Zhu llegan a una conclusión similar. Al observar que Google ha tendido a seguir a Apple a la hora de decidir a qué mercados de telefonía móvil ingresar, evaluaron si la amenaza de una posible entrada de Google (medida por las acciones de Apple) disuade a la innovación por parte de las startups que hacen aplicaciones para la plataforma Android, de Google. Concluyen que cuando la amenaza de entrada del propietario de la plataforma es mayor, menos fabricantes de aplicaciones estarán interesados en ofrecer un producto para ese nicho en particular. Un artículo de 2014 de los mismos autores descubrió resultados similares para los comerciantes de Amazon y de terceros que utilizan su plataforma.
Que se disuada la innovación es algo malo. Estados Unidos ha experimentado un descenso en el número de empresas de alto crecimiento desde el año 2000, lo que ha contribuido a reducir el dinamismo empresarial. Los grandes propietarios de plataformas tampoco están llenando ese vacío, si la mera amenaza de su competencia es suficiente para generar una zona mortal, es posible que nunca terminen entrando en muchos de los nuevos mercados u ofreciendo nuevos productos. La innovación simplemente no va a ocurrir.
¿Qué hay que hacer? Desmantelar a las grandes tecnológicas no ayudaría, ya que el poder de los efectos de red simplemente resultaría en el restablecimiento de una plataforma dominante en cada sector. El economista y consultor antimonopolio Hal Singer sugiere que la Comisión Federal de Comercio aplique una norma de no discriminación sobre las empresas de plataformas, obligándolas a dar el mismo trato a los proveedores externos que a sus propios productos o servicios rivales.
Ese parece ser el mejor lugar para empezar. Si eso no es suficiente para anular las zonas mortales, podría ser conveniente aplicar exenciones fiscales u otras políticas que ayuden a las startups a competir. Las grandes tecnológicas no son necesariamente malas, pero no se les debería permitir cerrar el mercado a las nuevas firmas jóvenes e innovadoras.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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