La noche acefálica de los museos: los fantasmas de la ex-DIBAM


Hace pocos días el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio celebró por sus redes sociales y otros medios los 89 años de lo que se conoce hoy como la ex-DIBAM, en la actualidad, Servicio Nacional de Patrimonio Cultural. Al leer el tweet me preguntaba –¿Cómo se puede celebrar el aniversario de algo que ya no existe…? Así es, se conmemoró un aniversario más, en todo sentido virtual, recordando la extensa y reconocida trayectoria de la ex-DIBAM. Curioso, quizás, estamos ante una forma de animismo institucional que celebra como viviente lo que la misma instalación del Ministerio de las Culturas sepultó. Con el establecimiento del nuevo ministerio, como indica la ley aprobada en el parlamento –donde nuevamente la izquierda y la derecha demostraron su férrea unión– estaba previsto disolver la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM), para alcanzar el auspicioso título de Servicio Nacional del Patrimonio Cultural. Todo, en el marco de una de las dos subsecretarías del nuevo ministerio, en este caso: Subsecretaría del Patrimonio Cultural.
Alguien podría pensar que la disolución de la DIBAM era solo de un cambio de nombre. Aunque, con el correr de los meses del gobierno de Sebastián Piñera, el mundo de la cultura ha podido comprobar que esto no es así. Luego de la bullada petición de renuncia de los directores de la ex-DIBAM, del Museo Nacional de Bellas Artes y del Museo Histórico Nacional, dichos cargos siguen sin nombramientos en reemplazo, demostrando que esto no es solo cambiar rótulos y letreros. Es claro que esta situación de autoridades interinas o subrogantes no es un problema tan preocupante como la situación que se reclama públicamente respecto del Ministerio de Relaciones Exteriores y la media docena de embajadas que aún no tienen representantes, y quién sabe del destino de los respectivos agregados culturales asociados a dichas sedes.
Se aprecia así que lo que ocurre con el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo Histórico Nacional y la ex -DIBAM no es sino otro ejemplo de una acefalía reinante. Sin embargo, antes de sacar una conclusión en lo particular, debemos considerar que estamos ante un modelo o método de acción por dilación. En el caso particular de la ex-Dibam, hoy Servicio Nacional del Patrimonio, la máxima autoridad a cargo es un director subrogante quien, desde hace meses, reemplazó al anterior director de la DIBAM, el arqueólogo, Ángel Cabezas. En su reemplazo fue nombrado Javier Díaz González, quien antes de llegar a este puesto se desempeñó como jefe de operaciones de ONEMI –sí, de la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior. Y, como si esta referencia no fuera suficiente, es importante considerar que entre 1993 y 2014, –según indica su página de LinkedIn– fue jefe de la plana mayor de la Fuerza Aérea de Chile. Así, tal cual, el director de la ex-DIBAM es una persona que no pertenece ni remotamente al área de la cultura y pareciera que este antecedente no es relevante para el mundo de la cultura. Es más, ha sobrevivido sin novedad en el cargo al paso de tres ministros de cultura.

Sin poner ni por un momento en duda la impecable y honesta carrera realizada por el señor Javier Díaz en sus cargos anteriores, resulta extraño cómo un profesional con su experiencia y experticia es considerado por el actual gobierno como la persona más idónea para el cargo de director subrogante del Servicio Nacional de Patrimonio Cultural. Es decir, hoy, luego de 89 años de existencia de la ex-DIBAM, una de las instituciones culturales más antiguas del país, tradicionalmente liderada por intelectuales del más alto nivel y de reconocida carrera en el contexto de la cultura, mantiene el cargo de director vacante. No subrayo este hecho porque sea un exmilitar, mal que mal ya debiéramos estar acostumbrados en Chile, sino porque –y no es su culpa– no tiene ninguna experiencia en el ámbito cultural, ni de museos, ni de bibliotecas.
Una posibilidad es preguntarse ¿por qué el gobierno mantiene esta actitud concordante en dos de sus ministerios, el de las Culturas y el de Relaciones Exteriores? o ¿por qué mantener vacantes embajadas y servicios que permiten el funcionamiento eficiente de la orgánica de los propios ministerios? y, más aún, ¿qué celebrar de una institución que ya no existe y que no tiene una dirección idónea a cargo?
No obstante, desde mi punto de vista y a esta altura del proceso, me parece que la pregunta que es preciso hacerse no es por qué, sino para qué: ¿Para qué mantener solo interinatos en los museos? ¿Para qué conservar a una persona subrogando en la dirección de un servicio, como si no hubiese profesionales y académicos que pudieran asumir dichos cargos?
La respuesta más simplona es aquella que asume que la derecha no tiene artistas ni intelectuales. Sentencia que no viene al caso discutir aquí, además que, sinceramente, no me parece que sea la razón de fuerza. Insisto se trata de un modelo o método de remisión relacionado con la propia orgánica de la ley que crea el Ministerio de las Culturas y que todos aplaudieron como la mejor de las iniciativas para fortalecer la propia cultura, las artes y el patrimonio. ¿Cuál es la lógica detrás de la no acción? Simple, si no se nombra una persona a cargo en relación con su experticia y por medio de concurso, basta invocar aquella dudosa prerrogativa de lo que la ley permite. Una especie de desplazamiento de lo que se conoce como cargos de confianza, pero nombrados ya no por ternas ni figuras similares, sino “a dedo”, subrogante, interino “a dedo”.
Pero antes de terminar el análisis de esta preocupante situación, es importante agregar un peso más al platillo de la balanza. La Subsecretaría del Patrimonio de la que depende el Servicio Nacional de Patrimonio Cultural tiene otra vacancia en su orgánica, ya que hasta este momento no han sido nombrados ninguno de los directores regionales… –¿por qué? no lo sabemos– ¿para qué?, quizás. Existen los recursos, no se trata de una cuestión de presupuesto, la ley lo prevé y, sin embargo, no han sido designados. Mismo modus operandi… vacancia, interinato, subrogación ¿Será posible que comencemos a hablar de notable abandono de funciones? ¿Existirá esa figura? ¿Tendremos que asumir que donde dice cargo de confianza lo que debemos leer es desconfianza en los cargos? Como sea, hemos sido testigos de la celebración por parte del Ministerio de las Culturas de un aniversario más de una institución inexistente, tal vez lo siguiente sean cargos que bajo la misma fantasmagoría cumplan años de servicio. Como sea, todo un patrimonio de la cultura cuando la cultura se vuelve ministerio.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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