Glaciares: turismo regional para conservar el patrimonio nacional


El tiempo que todo lo cura, también todo lo derrite
Y vuelve de nuevo el hielo como un pulso que se repite
Y cuando el momento llegue honremos nuestras heridas Celebremos la belleza que se aleja hacia otras vidas
Y aunque la pena nos hiera que no nos desamparare
Y que encontremos la manera de despedir a los glaciares
Que encontremos la manera de despedir a los glaciares
Jorge Drexler, parte de la canción “Despedir a los glaciares”
Los párrafos siguientes buscan compartir una pequeña reflexión sobre cómo queremos desarrollar el turismo de la naturaleza en la región de Aysén.
Para tales efectos, comentamos una experiencia vivida en la laguna San Rafael en el verano del año 2014: un crucero de gran tamaño se acercó al glaciar y, al virar, tocó fuerte y reiteradamente sus bocinas; a los pocos segundos la lengua frontal se resquebrajó y una gran masa de hielo cayó al lago, generando, consecuentemente, un espectacular estruendo y una ola de gran tamaño que emocionaron a todos los presentes. Varias personas nos han contado, a lo largo de los años, que han vivido la misma experiencia de los bocinazos y el posterior derrumbe. Es, por tanto, una práctica común de los cruceros generar fuertes vibraciones.
¿Es un protocolo obligatorio tocar de forma fuerte y reiterada la bocina al virar la embarcación en San Rafael, o es una acción que busca generar deliberadamente el desprendimiento de los hielos? No lo sabemos, pero con certeza es una práctica que podría ser reemplazada.

Los glaciares son un excelente reflejo de la temperatura de la Tierra. A una escala global, los avances de los glaciares representan etapas de un clima frío, mientras que sus retrocesos etapas más cálidas (como en la actualidad). En la región de Aysén, durante el último millón de años ha habido, a lo menos, 5 de estos periodos frio-cálidos, siendo, por ejemplo, el valle donde se aloja el lago General Carrera o la misma morrena del glaciar San Rafael vestigios de estas etapas.
Las principales causas del cambio climático global son hace más de medio siglo conocidas: principalmente ciclos astronómicos y movimiento de las placas tectónicas. Hoy se discute si la acción antrópica podría estar acelerando estos cambios globales de temperaturas; sin embargo, es un consenso científico que las etapas cálidas-frías sucedieron y sucederán, con o sin la influencia del ser humano.
Si los glaciares retrocederán, después avanzarán, y luego volverán a retroceder en un ciclo independiente de la influencia y voluntad humana, ¿qué relevancia tiene que las vibraciones generadas por las bocinas de un crucero desprendan pedazos del glaciar? En términos climáticos probablemente ninguna; pero, ¿queremos fomentar un turismo que interviene uno de los más bellos y prístinos paisajes del mundo, sólo para beber whisky en un vaso de hielo milenario?, ¿por qué no aprovechar estos viajes para que los turistas aprendan qué es un glaciar, cómo se formó la laguna de San Rafael o el potencial científico de Campo de Hielo Norte?
Nos gustaría que el turismo regional fuese un medio para promover el conocimiento y conservación de nuestro patrimonio natural. Así, turistas y locales, tendríamos más antecedentes para conversar, disfrutar y -cuando llegue el momento- encontrar la mejor manera de despedir a los glaciares.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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