Museo Nacional de Bellas Artes como “La Balsa de la Medusa”: un naufragio en aguas de la ignorancia


En algún momento entre 1818 y 1819, el pintor francés Théodore Géricault pintó “La Balsa de la Medusa”. La pintura, que se convirtió en un ícono del romanticismo francés, representa la escena del naufragio de la fragata Méduse, en el que, al menos, 147 personas quedaron a la deriva en una improvisada balsa elaborada con restos imposibles de la nave.
Para el mundo de la cultura y, en específico, para el de las artes visuales, que integra a creadores, galeristas, curadores, funcionarios de museos, coleccionistas, centros culturales y académicos, la crisis que ha experimentado el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), en estos últimos años, podría correr el mismo destino de lo retratado por Géricault: una gran nave, convertida en desechos, que no navega, flota, que no tiene rumbo, va a la deriva, que no tiene capitán ni marineros. Solo náufragos.
Cuando han pasado más de cuatro meses desde que el director del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural (ex Dibam), el ex uniformado de la Fuerza Aérea, Javier Díaz González, le pidiera la renuncia a Roberto Farriol por haber perdido la confianza, la ausencia de un capitán que comande los destinos del MNBA y las notorias diferencias que aún persisten entre dos bandos de funcionarios al interior del museo, no han hecho más que volver totalmente visible lo evidente: que las artes visuales poco y nada le importan al país, y que el anacronismo que se apodera del principal museo de Chile lo está dejando como eso: una pieza de museo, sin vida, al lado de instituciones culturales en el mundo que lanzan sus exposiciones con bengalas.

Océanos de ignorancia
Norton Maza, uno de los artistas contemporáneos chilenos de mayor éxito en el exterior y, por naturaleza, desconfiado de los aparatos que monopolizan la escena artística, siente que la dilación en el nombramiento del sucesor de Farriol es una parte más del naufragio.
“Es un barco que está a la deriva, en un océano de ignorancia y eso habla muy mal de los aspectos culturales de nuestro país. Es un museo fisurado, porque está dividido al interior y esto es bastante impresionante y preocupante, porque deja una mala imagen país”, advierte.
Misma preocupación es la que muestra la Dra. en Historia del Arte Claudia Campaña, que solo este martes fue ovacionada tras presentar en la UC (antes lo hizo con igual resultado en Puerto de Ideas) la charla “Michael Jackson, el impacto de un ícono en el Arte Contemporáneo”. “¡Lamentable! No es bueno que pasen los meses y no se defina quién estará a la cabeza del museo. Lo peor es que el tema parece preocupar a muy pocos”, apunta.
La demora en nombrar a un reemplazante del criticado Farriol respondió también a errores particulares del nuevo Servicio Nacional de Patrimonio en las bases del concurso, y que quedó al descubierto en una columna en El Mercurio del curador Ernesto Muñoz. El primer concurso público, que cerró el 05 de octubre, se declaró desierto porque casi no hubo postulantes, ya que al circunscribirse administrativamente al Decreto Supremo 69/04 del Ministerio de Hacienda, uno de los requisitos claves era haber trabajado un mínimo de tres años en el servicio público.
Este yerro en las bases pudo haberse debido –de acuerdo a altas fuentes de la institución– no solo a la juventud del Servicio de Patrimonio Cultural sino a la manifiesta inexperiencia del actual director (s) del servicio, quien no registra experiencia alguna en el quehacer cultural, pero sí en el mundo castrense, donde fue jefe de Personal en la brigada aérea de la FACH, además de director (s) de la Onemi. Este error, que significó un retraso de un par de meses, se corrigió con la apertura de un nuevo concurso, esta vez  bajo Ley 19.882 del Sistema de Alta Dirección Pública. De las actuales bases, sin embargo, no deja de asombrar que persistan los anacronismos, propios de los 80 de Pinochet, como que se les exija a los hombres “haber cumplido con la ley de reclutamiento y movilización”.
El concurso que se abrió el 04 de noviembre, cerró el pasado 14, y se espera que el nombre del nuevo director del Museo Nacional de Bellas Artes se dé a conocer un día antes de Navidad. Un día que, a decir verdad, representa una gran fecha para pasar sin pena ni gloria.
Pero, más allá de lo inmediato, el colectivo Artistas Contemporáneos Asociados ha reparado en que “la misión estratégica del MNBA no puede dejarse a cargo de una sola persona y virtualmente por tiempo indefinido”.
Para ellos, lo básico es comprender que lo que se requiere “es un consejo que otorgue continuidad a políticas culturales de mediano y largo plazo, que genere consensos entre representantes de diversos sectores en torno a un nuevo perfil del MNBA, a su programación y a sus adquisiciones. Este organismo debiera contar, a lo menos, con representantes de instituciones relacionadas con el MNBA, de la sociedad civil y de sus trabajadores”.
El poder de las imágenes
Aunque el asunto, en la superficie, pareciera ser de orden administrativo, el problema del Bellas Artes es de mayor profundidad. Artistas y académicos coinciden en que el museo exhibe una suerte de descomposición, que es el reflejo de cómo la sociedad no reconoce el valor patrimonial y educativo de las artes visuales.
Aunque admite que las comparaciones son odiosas, resulta obvio para Claudia Campaña que en Chile la experiencia museal, no es lo suficientemente valorada, que visitar un museo no es un panorama habitual, y que los representantes públicos no tienen conciencia de ello.
Las autoridades de nuestra capital deben tomar conciencia de lo importante que es en la actualidad el turismo cultural, de que los museos de una ciudad son parte de su atractivo y de sus ingresos; por ende, conviene diseñar políticas públicas para ofrecer al visitante (local y extranjero) espacios museales que sean sinónimo de admiración, encuentro, sorpresa y reflexión. Los museos nacionales de otras capitales ofrecen, además de sus colecciones, una atractiva oferta de actividades pedagógicas, de charlas y conferencias, y se preocupan de tener tiendas, cafés y restaurantes atractivos”, señala la académica de la UC.
“Los mejores ejemplos de lo anterior se encuentran en Madrid y Londres; ambas capitales no serían lo mismo sin el Museo Nacional del Prado o la National Gallery. No pienso que nuestro MNBA tenga que competir con estas instituciones, pero son dos modelos a tener presente, pues hay mucho por hacer y mejorar”, puntualiza.
Pablo Chiuminatto, también de la Universidad Católica, pone el foco de su observación en una deficiente gestión cultural.
“El problema es que la forma en cómo se estructura y dado el tipo de dependencia presupuestaria, su posición se ha debilitado en estos últimos años al punto en que ya simplemente es irrelevante. El hecho de que las muestras más importantes se estén presentando en el Centro Cultural Palacio La Moneda es un dato concreto. Siempre se mira al extranjero cuando se piensa en cuál debiera ser el modelo a implementar, sin embargo, el modelo está a pocas cuadras y no es otro que el Museo Precolombino, referente internacional en su área, que bien podría servir para reorganizar el MNBA. Es sabido que no todo lo que se requiere implica un aumento de presupuesto, es mucho más relevante el tipo y la forma de uso de los recursos”, señala.
Como artista, Norton Maza usa la misma vehemencia de sus obras para impactar con las palabras.
“Es indudable que el MNBA no está a la altura de muchos espacios institucionales en otros países de América latina”. Más allá de un director –repara– “el museo está carente de una política a largo plazo, donde las proyecciones no se vean solamente en exposiciones temporales, sino también en la curatoría que se hace en función de esas exposiciones”, sostiene.
En ese punto, Norton repara en que no “hay claridad sobre el tipo de exhibiciones. Siento que ahí hay un dejo bastante fuerte de contrastes en donde uno, a veces, siente que hay proyectos que no deberían ser exhibidos en el museo, que no son para el Museo de Bellas Artes, y otros que sí lo son, pero no hay claridad en cuanto a la calidad de obras”, sostiene.
“Por qué no abrir salas con piezas más contemporáneas, como es el caso del Museo de Bellas Artes de La Habana, en el cual hay salas donde hay colecciones de artistas de los años 80 y otra de los 90. Esto enriquece aún más la colección y la hace más dinámica a los ojos del público en general”, contrasta.
Aunque muchos reconocen el valor de la imagen en una contienda electoral, como una estrategia eficaz para salir de una crisis en el medio ambiente, pocos reconocen su valor como elemento fundamental para el desarrollo cultural y educativo de un país.
“Los museos de Bellas Artes son parte vital del archivo visual de una nación. Estos tienen por misión: conservar, exponer, investigar, divulgar y publicar las obras de arte, es decir, esos bienes culturales y colectivos que tienen relación con la historia de un país. Estos aportan a la reflexión, a la construcción y valoración de la propia identidad, son (o debieran ser) lugares de encuentro de la sociedad”.
Desafíos para no naufragar: un problema político
Las políticas culturales en las últimas décadas parecen estar marcadas por dos opciones: la primera, tradicional de los gobiernos de la Concertación y Nueva Mayoría, que se enfocaba en influir en los contenidos para asegurar que la programación cultural tuviera un énfasis preciso. “Por parte de los gobiernos de centroderecha” –sostiene Chiuminatto–,  lo que los moviliza es “básicamente bajar el perfil todo lo posible a la cultura”.
“Un caso específico donde coinciden izquierda y derecha” es, por ejemplo –añade–, la necesidad de impulsar la gratuidad, como si la brecha y el acceso fuesen lo único relevante. “Fue impulsiva y buscaba solo generar prensa en su momento. Luego de algunos años es tiempo de medir qué ocurrió y cómo se puede suplir, porque quizás no aportaba tanto económicamente como sí de forma simbólica para el público”. Para el académico, el argumento de que los escolares no deben pagar o que tampoco las personas de estratos medios y bajos, no está mal. “La pregunta es por qué. Siguiendo modelos internacionales, una parte de la muestra puede ser gratuita y otra no, tal como en las exposiciones temporales internacionales, que son pagadas.
Para salir con vida del naufragio, siguiendo la línea de Géricault, el gran desafío sería convertir al MNBA en un ícono cultural.
A juicio de Claudia Campaña –quien partió siendo ayudante de Adolfo Couve–, para alcanzar el objetivo se debe planificar una programación acorde a un museo nacional y no como si se tratase de una galería de arte más. “No importa tanto que el espacio sea reducido, lo que es vital es que allí se exponga, se conserve, se investigue y se publique con criterios y estándares de excelencia internacional. Que la visita sea estimulante. Para lograrlo, entre otros aspectos, el museo debe ‘dialogar’, permanentemente, con sus pares de la región y con instituciones similares, tales como El Prado o las galerías nacionales de Canadá, Estados Unidos, Inglaterra u otras, todas muy bien dispuestas si se les solicita correctamente. Además, hay que reforzar la ‘experiencia virtual’, pues la gente consume cada vez más información y espera que se le entregue de inmediato y en forma atractiva”.
Fuera de Santiago,  Dagmara Wyskiel, artista polaca radicada hace años en Antofagasta y que dirige la Semana de Arte Contemporáneo, SACO, opina que la crisis en sí misma incorpora una posibilidad de recuperación: “La crisis evidencia el fin del patriarcado cultural. Simboliza también el estado de las estructuras laborales anacrónicas, que revientan en varias partes en este momento”.
La pugna persistente
La pugna que, a nivel de funcionarios, tiene dividido al Museo Nacional de Bellas Artes, lejos de superarse, se mantiene intacta. Lo anterior se refleja en la forma de mirar los mismos acontecimientos.
El simple hecho de preguntar por el clima laboral, en Anatrap es visto como contraproducente, porque supone “avivar un conflicto que hoy día está totalmente apaciguado”.
“El museo está haciendo un trabajo interno, en lo cual han avanzado mucho para poder superar ciertas situaciones que se vivieron. Ellos están trabajando en una planificación estratégica, están saneando todas las falencias que se venían arrastrando en el mandato de Farriol”, aseguran en el sindicato que promovió la salida del hoy ex director.
Para la Afudibam, sin embargo, que desde el otro extremo defendieron al director saliente, el ambiente laboral “lamentablemente no ha sido el más óptimo”.
“Las situaciones que se dieron con la salida de Farriol no se encuentran quietas del todo en este minuto. Hay personas que siguen molestas”.
Si bien para algunas fuentes del mundo de la cultura la crisis sostenida por divisiones internas puede ser también una oportunidad para salir de ella, Chiuminatto es cauto: “Me temo que si invocamos esa idea, la vida pueda mostrarnos que el MNBA puede profundizar aún más su crisis”.
Como se ha dicho, afirma Maza, “la crisis demuestra que el problema no es solo del museo, sino del manejo general de las artes visuales”.
Visto así, la tragedia de la fragata Méduse puede ser algo más que un cuadro.



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