“Salir del clóset” de Raffaella di Girolamo y Jaime Parada: escribir en plural como ejercicio de libertad, respeto y dignidad  


“Vadeando los géneros binarios, escurriéndose de la postal sepia de la familia y sobre todo escamoteando la vigilancia del discurso; más bien aprovechando sus intervalos y silencios; entremedio y a medias, reciclando una oralidad del detritus como alquimia excretora que demarca en el goce esfinteral su crónica rosa. Me atengo a la perturbación de este aroma para comparecer con mi diferencia”, Pedro Lemebel.  
“Estamos seguros de que una vez que te hayas informado sobre lo que es la homosexualidad y te hayas manifestado con amor y apertura frente a la salida del clóset de un ser humano que amas, la sensación de culpa va a ser reemplazada por una de satisfacción, porque al final, serás parte de una conquista que hará de esa persona gay, lesbiana o bisexual que tenemos cerca, una persona más feliz y segura de sí”, los autores.
“Salir del clóset” comúnmente hablando, es un modismo que hace referencia a la revelación pública por parte de una persona de su homosexualidad. Desde luego, así se titula el libro de Raffaella di Girolamo y Jaime Parada, situándose como un guía fundamental y completísima para comprender conceptos como la homosexualidad, bisexualidad, transexualidad, no desde la más pura abstracción o teoría, sino desde la cotidianidad, lo real de tantas personas. En concreto: LGBT+. Y no hablamos de minorías que hablan de minorías, este libro también va dirigido, de cierta forma, para quienes estos conceptos resultan extraños, complejos, hasta peligrosos. En este sentido, tal como declaran los autores en la introducción: “La idea es que al terminar de leer este libro pasemos del ´tú´ y el ´ustedes´ al ´nosotros´”.

O sea, “Salir del clóset. Todo lo que hay que saber” (Aguilar, 2018) trata de apelar a un público heterogéneo, con un lenguaje didáctico, entendiendo los desafíos que eso implica. En una realidad que entrecruza el recuse de las instituciones portadoras de la “Verdad”,  con la proliferación y difusión de mensajes de odio, xenofobia, homofobia, racismo, machismo, misoginia, que hacen que se pierda un poco la brújula social, libros como este ayudan, son indispensables, porque al fin al cabo hablamos de personas, biografías, dolores, miedos, discriminación, libertad, autonomía, búsqueda de identidad.
Autores Raffaella di Girolamo y Jaime Parada
¿Una oportunidad de pensar en diferencia?
¿Respetar para ser respetado en nuestra individualidad?
La vida no es lo que nos venden los catálogos, los noticieros o las iglesias (no las religiones, precisan los autores), la vida, al contrario, es riquísima en contradicciones, complejidades. Aceptarse es quererse, y aceptar la diferencia nos vuelve un poco más empáticos no con un “otro” “ajeno a mí”, sino a uno que es “igual” y “diferente” al mismo tiempo (aunque la palabra “empatía” en sí es problemática por una imposibilidad insoslayable: toda conexión parte por nuestra propia experiencia de las cosas, como dicen los autores; quizá solamente partir con dispositivos emocionales como “bajar las barreras” y comenzar a “sentir”: la aproximación afectiva). Porque “igualdad no implica ser homogéneos, sino únicos”. Por eso, Raffaella y Jaime hablan que es mejor estar afuera del clóset que dentro de él.
“Todo clóset tiene algo que lo mantiene cerrado. Ese cerrojo -si es que vale la imagen- está compuesto por varios elementos. Una mezcla de temores, tabúes, prejuicios e historias de vida se funden para dar cuerpo a una pieza férrea, difícil de romper, que mantiene a muchos aislados de los juicios y suspicacias de afuera” (pág. 111).
“´Todo lo que hay que saber´, en realidad, es un juego para llamar la atención del lector. Uno que lo haga (a estas alturas, que lo hizo) abrir este libro y encontrar ese fragmento de conocimiento que lo ayude a pensar en sus necesidades y en las de las personas lo rodean. Porque es cierto: este libro no contiene todo lo que hay que saber, pero sí pretende que cada uno tome algo de lo que aquí escribimos para construir su saber personal” (pág. 367).
 “Este libro entrega argumentos que explican por qué es preferible salir del clóset que estar dentro desde la perspectiva del autoamor y la autoaceptación, buscando aportar felicidad a personas que, en muchos cosas, han pasado por enormes conflictos producto de los cuestionamientos a su identidad” (pág. 10).
“Solo siendo libres de cuerpo y mente, podremos avanzar hacia una mejor versión de nosotros mismos” (pág. 148).
 “Queremos pensar que el amor -y la aceptación- es más grande que los prejuicios, afortunadamente” (pág. 13).
En términos estructurales, el libro está dividido en tres partes. Primero, un análisis respecto a la construcción del tabú sobre la homosexualidad, visiones generales sobre ser gay, lesbiana o bisexual en la contemporaneidad y qué es y qué no es la homosexualidad. Segundo, consejos prácticos para salir del clóset. Tercero, referencias al entorno inmediato: familia (o la familia-red, o sea la familia que elegimos), amigos, conocidos, la escuela, el trabajo y la importancia de generar redes de sensibilización, apoyo y compañía.
Eso sí, hay una precaución. Se aborda la homosexualidad y la bisexualidad y no tanto las necesidades de las personas trans, puesto que el acento del libro está dado por la orientación sexual y no tanto por la vivencia que cada cual tiene de su género (implica, necesariamente, un análisis en extenso, inabarcable e “insuficiente” en esta oportunidad, según los autores). “A modo ilustrativo, se puede ser una mujer trans y vivir la sexoafectividad como una persona lesbiana, bisexual o heterosexual; y también se puede ser un hombre trans, y sentir deseo sexual o experimentar sentimientos amorosos hacia hombres o mujeres, incluso de manera simultánea” (pág. 18).
El trabajo de Raffaella y Jaime, según ellos mismos, no busca plantearse como una producción científica cotejada de datos o información (que por cierto sí hay, de libros, artículos, recortes de prensa, investigaciones, etc.), tendiente a develar las mistificaciones discursivas (pero no argumentativas) tras una falsa idea de “naturaleza”, “control”, “pecado”, “perversión” o “corrección”; sino está escrito en clave humanista, ética, que ayude en la práctica, en lo tangible, a través de historias y experiencias personales. Del mismo modo, no opera desde una lógica de clausura ni de odiosidad, aunque sí de compromiso y de militancia.
10 razones para salir del clóset:
-Razón 1: “Primero estás tú”.
-Razón 2: “No debes vivir para otros”.
-Razón 3: “Necesidad de autocuidado”.
-Razón 4: “Cada salida cambia el mundo”.
-Razón 5: “Te hace parte de ´algo´ más grande”.
-Razón 6: “A todos les podría ir mejor”.
-Razón 7: “No estarás solo”.
-Razón 8: “Una oportunidad para desplegar el amor de pareja”.
-Razón 9: “Te dará más seguridad para enfrentar la vida”.
-Razón 10 : “Liberarse de la incomodidad”.
“Un libro parcial” pero que desborda optimismo. Que piensa en que las personas somos capaces de reflexionar, y más aún, evolucionar. Porque hablar de homosexualidad, bisexualidad, transexualidad, no se trata de hablar excepciones. Al contrario, urde raíces en lo profundidad de lo que se significa ser persona, más allá de definiciones rígidas o estructuras morales. Se trata de un compromiso con la democracia, con los ciudadanos. “Es un imperativo cultural que nos transformará”. Incluso, una invitación al mundo heterosexual, castigado muchas veces por la heteronormatividad, a cuestionar las normas que nos han fijado una forma de ser, estar, sentir, incluso de habitar una realidad que de pronto se nos vuelve variopinta, flexible, y por ende, estimulante, creativa, urgente. También, la responsabilidad, el desafío, la oportunidad de apoyar, acompañar, ser un aliado (straight allies) en la causa común del respeto a la diversidad, valor primo de una sociedad acogedora y realmente  progresista.
“Así como existen personas altas, bajas, rubias, morenas, delgadas y obesas, siempre existirán personas con distintas orientaciones sexuales” (pág. 65).
“¿Quién define entonces qué es normal y qué es anormal? Nadie puede hacerlo. La diversidad es tan grande como especies hay en el mundo natural” (pág. 86).
“La orientación sexual no es un ejercicio de voluntad, y por lo tanto, no puede cambiarse” (pág. 103).
“Con todo, las relaciones sexuales no son un ´certificado´ de garantía ni de homosexualidad ni de heterosexualidad. En esto somos claros: no es requisito tener relaciones sexuales para identificarse como lesbiana, gay o bisexual” (pág. 132).
“La idea de que dos personas del mismo género no pueden conformar una familia con hijos es una más de las expresiones de cómo el pensamiento conservador ha permeado tanto en los heterosexuales como en los propios homosexuales (una vez más, la homofobia interiorizada). Pese a ello, la historia lo está confirmando: donde hay amor, hay familia” (pág. 105).
“Nuestra recomendación es que, si eres creyente, no hay incompatibilidad con tu religión, pues muchos de los autodenominados representantes de Cristo en la Tierra no son verdaderos portadores del mensaje que habría venido a entregar. Busca un espacio, una iglesia, donde te sientas acogido y donde no te cuestionen; hay varios. Evita el daño que puede causarte un pastor irresponsable o una comunidad religiosa contaminada por su discurso. Recuerda que la medida del amor es el amor a uno mismo: quiérete y acéptate tal como eres” (pág. 74).
Cuestionarse es también una forma de resistencia, de autonomía. Una toma de conciencia universal. Educación, información. Otra palabra: deconstruir. Deconstruir lo binario (masculino-femenino, normal-anormal). Deconstruir el sistema de prejuicios anquilosados. Deconstruir “la culpa para situarla en el lugar de una ética que ponga la autonomía de los seres humanos en el centro” (pág. 241-242).
Porque el lenguaje crea realidad.
Hablar de género, no de sexo.
Hablar de respeto, no de tolerancia.
Hablar de orientación, no de opción.
Hablar de DD.HH., no de moral o ideología.
Hablar para contar, no para confesar.
Hablar para integrar y no solo aceptar.
En definitiva, romper con las barreras de lo posible nos ayuda a ser más humanos, más amorosos, menos prejuiciosos, menos discriminadores. Nos ayuda a visibilizar no solo la diversidad sexual, sino un sinfín de temas, históricamente ocultos y desalojados del espacio público/discursivo. Por decir algunos: la lucha de los pueblos originarios, la inmigración, la discapacidad, etc. Vaya paradoja. Porque, como alguna vez dijera Julio Cortázar, “la humanidad empezará verdaderamente a merecer su nombre el día en que haya cesado la explotación del hombre por el hombre”.
O bien, con un lenguaje del siglo XXI…“que haya cesado la explotación, censura, marginación, subyugación, minimización, abuso, violencia de una persona por otra”.
O bien, desde otras veredas, las palabras de Jeff Buckley: “Hay demasiado que saber y aventurar. Como para tratar de joderle la vida a alguien…”.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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