Despidiendo al Moai – El Mostrador


Señor Director:
Al parecer, todo indica que el moai, venido desde Rapa Nui a La Serena y recibido por la ciudad en 1952, volverá, feliz y campante a su isla paradisíaca. Así lo han decidido a priori según mi opinión, pues las autoridades de la I. Municipalidad, del Gobierno Regional y alguna metropolitana, no han consultado ni a las instancias nacionales que corresponden, menos a los vecinos serenenses.
Si bien comparto plenamente el sentir de nuestros hermanos oceánicos, quienes iniciaron, con creciente impaciencia el clamor para pedir el regreso de aquellos símbolos materiales -componentes de su compleja cosmovisión y cosmogonía y de monumentales proporciones-, de donde fueran sacados, la mayoría de las veces con violencia o con tretas de arteras intenciones, y obligarlos viajar por el mundo a lejanos destinos para llegar a la mano de coleccionistas o inescrupulosos comerciantes de la cultura.
El moai que llegó a La Serena, arribó como donación no forzada, cual emisario y embajador de tan lejano ombligo del mundo y como un regalo destinado a nuestra ciudad por el ex Presidente Gabriel González Videla.
En lo personal, como viejo vecino de esta centenaria ciudad que, tal como él, carezco de un registro de nacencia local, no puedo dejar de sentir su alejamiento. Gran impresión me provocó su imagen cuando, como adolescente lo admiré, allá en la colina que lo cobijó por primera vez, rodeado del parque del Regimiento Arica, orgulloso y hierático y más tarde, como testigo de sus cambios de domicilio y viajes hacia el viejo continente, durante los cuales le protegí y acompañé en un par de ocasiones. Al regreso de su ajetreado periplo, con infinito cuidado me tocó la tarea de llevarle al sitial que se le había construido en el museo, en donde fue rodeado de sus recuerdos, de sus pares patrimoniales locales y de las constantes visitas que, día a día lo admiraban con curiosidad y respeto.
Dedicado a la protección y puesta en valor del patrimonio y su calidad identitaria, me pregunto hasta qué punto, su figura pasó a ser parte de la nuestra. Más aún, con la visión de un profesional que dedicó parte de su vida a liderar el museo local, me impuse la tarea de reflexionar acerca de estas materias, ante la inminente partida de este silente vecino, proveniente de la lejana Rapa Nui. Lo primero que se me vino a la mente fue preguntarme: ¿Qué pasaría si los museos chilenos y de todo el mundo, debieran tener que decidir acerca de un problema tan espinudo? No me cabe dudada que tras el regreso a su patria, provocará íntimos cuestionamientos a connacionales o extranjeros.
Con referencia al patrimonio acumulado en los museos, a lo menos, el Británico no quedará muy tranquilo. Posee, entre sus destacadas pertenencias, la Piedra Rosseta, extraída desde Egipto por Napoleón y que resultó ser la clave para descifrar la escritura jeroglífica, para pasar más tarde desde manos de Francia a manos de Inglaterra, cual trofeo de guerra, o aquellas partes desmembradas de los frisos del Partenón de la Clásica Atenas, obtenidos en circunstancias no muy cristianas y que, como ocurre con el llamado moai Hoa Hakananai’a, que tanto esperan los rapa nui para su regreso, tras ser despojado y traslado a la Rubia Alvión, luego de un solapado saqueo. Ojalá regresara pronto
Con las barbas en remojo deberían quedar museos tan distinguidos como El Louvre de Paris, el de Historia Natural de New York o el Oriental Museum de Chicago y, tal vez, uno que otro nacional. Tal como nuestro moai (chileno por lo demás), otros materiales representativos de su cultura, repartidos por el mundo, esperarán ansiosos la oportunidad para su retorno. Por tanto, creo que se debería reflexionar, de una vez por todas, acerca de una nueva política museológica a nivel mundial.
En otras circunstancias, en Chile, ha quedado al descubierto el hecho –sospechado o sabido por muchos-, que coleccionistas poseedores de numerosos objetos de validez patrimonial para el país, ajeno a su patrimonio personal, debieren enfrentarse a una situación de similar validez. El escándalo que ha provocado el hallazgo de numerosas esculturas y de otros objetos de incalculable valor –además del monetario-, en manos de un linajudo coleccionista santiaguino, de abultados capitales a su disposición, deja en evidencia que aquél tipo de personajes no trepidan en pagar a saqueadores profesionales para encargarles valiosos testimonios patrimoniales, sólo para ser destinados a su placer y ostentación.
Concluí que a mis años, sólo puedo predicar -a lo menos-, que los serenenses comiencen a reflexionar acerca de este dilema.
A tu regreso a la isla, querido Moai, no olvides que aquí, en La Serena, más que una estatua de rugosa estructura fuiste, más bien, un embajador de Rapa Nui y considerado como patrimonio de valiosa prestancia y vecino prominente de esta noble ciudad.
Gonzalo Ampuero Brito
Ex director del Museo Arqueológico de La Serena y miembro (HC) de la Sociedad Chilena de Arqueología



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