Coletazos de la CEP: el problema de credibilidad que afecta a Piñera


No fue una sorpresa absoluta, pero tampoco fue bien recibida. La última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) de este año reveló que solo un 42 por ciento le tiene confianza al Presidente Sebastián Piñera, y 50 por ciento simplemente no le tiene confianza. Si bien nunca han sido su fuerte, una baja generalizada en los atributos blandos sitúa al Mandatario en una incómoda posición, una que no es irreversible, pero que depende mucho de si La Moneda adopta las decisiones correctas para salir del pozo en que se encuentra.
Un tema que no es menor, baste recordar que para la ex Presidenta Michelle Bachelet fue su golpe en la línea de flotación, la estocada profunda de la cual nunca se pudo recuperar y que dañó irremediablemente su liderazgo. Cuando estalló el caso Caval, generó efectos directos en la figura de Bachelet, mermó su credibilidad y la confianza que la opinión pública tenía en ella y que habían sido parte del soporte de su temporada de oro en las encuestas.
Las circunstancias y los escenarios obviamente son distintos, pero esta caída que vive Piñera tiene elementos complejos para el Mandatario. La promesa de campaña de los “tiempos mejores” se transformó en un búmeran, ya que, a pesar de las cifras oficiales, la percepción ciudadana y empresarial es que estos no han llegado y que se diluyó aquella oferta electoral de recuperar el tiempo que el país había perdido con la administración bacheletista, a lo que se añde el errático manejo político-comunicacional de La Moneda tras el crimen de Camilo Catrillanca, que ha remecido los cimientos políticos de Palacio. No por nada la encuesta Cadem de noviembre arrojó una caída de 13 puntos en la imagen del ministro del Interior, Andrés Chadwick, el hombre clave del Gobierno, y la CEP lo situó entre los 10 personajes con peor evaluación del mundo político nacional.

El actual 50 por ciento que no le tiene confianza a Piñera en la CEP, coincide con los números publicados por la encuesta Cadem a lo largo de este primer año de mandato. En marzo, recién instalado en Palacio, el Mandatario contaba con un 60 por ciento de confianza, cifra que han ido a la baja sostenida en los estudios publicados por la empresa de Roberto Izikson: en abril bajó al 55%, en junio al 53%, julio y agosto llegó al 50%, para seguir en ese margen los meses siguientes.
Hay un punto en que desde el oficialismo coinciden: la figura de Piñera nunca ha destacado por sus atributos blandos frente a la ciudadanía, más bien su fortaleza pasa por promesas, objetivos y el cumplimiento de los mismos.
Para el analista político de la Universidad de Chile, Axel Callis, el tema de la confianza expresado en las encuestas no tendría directa relación con la persona del Presidente, sino más bien con la desconfianza que se habría generado a través de lo que se estima son las promesas incumplidas. “Nunca le han tenido mucha confianza o cercanía, es más bien una relación pragmática (entre el Mandatario y la ciudadanía), lo que hay ahora es una experiencia que dijo que iba a hacer y no lo está haciendo”, sentenció.
Callis va un poco más allá y, además de calificar este año como el de la desconfianza, situó a la actual administración en un escenario que califica de poco común: “Cuando todo empieza a fallar al mismo tiempo”, en relación con cómo van cayendo todas las instituciones dentro del remolino de la desacreditación.
Para el decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Central, Marco Moreno, la caída en la confianza de Piñera guarda relación con los ruidos que existirían entre proyecto de Gobierno, capacidad del Gobierno y la gobernabilidad del sistema. “Lógicamente, la previsión de resultados está relacionada con ciertas capacidades y propósitos del Gobierno, capacidades bajas y propósitos muy ambiciosos producen una previsión pobre de resultados. Mientras mayor es la capacidad de previsión de resultados, mayor es la credibilidad del Gobierno. Y, en política, la credibilidad es casi todo”.
Una mirada totalmente distinta expresó el director ejecutivo del Instituto Libertad, Aldo Cassinelli, para quien la baja que se presentó en los atributos blandos, no debiese ser un foco donde el Primer Mandatario debiese concentrar sus esfuerzos. “La población evalúa positivamente los atributos denominados duros, como son la autoridad y el liderazgo (…) sacar al Comando Jungla/GOPE de la zona de conflicto, las múltiples acciones frente a los migrantes, las deducciones de control sobre la economía muestran su mejor cara”, dijo.
Efectos secundarios
Los complejos números que obtuvo Piñera en la CEP ponen en tela de juicio el diseño de protección a la figura presidencial, que se implementó desde el primer día en La Moneda y que fue elaborado por el círculo de confianza del Presidente en Apoquindo 3000. Lo que se quiso evitar era exponerlo más de lo necesario, casi protegerlo de sí mismo, reducir al mínimo las salidas de libreto que lo complican, que todos los conflictos y problemas rebotaran en la figura del Mandatario y que fueran los ministros sectoriales los que ejercieran el rol de fusibles.
Durante la primera administración piñerista, uno de los principales errores que se detectaron después fue justamente la aparición excesiva del Jefe de Estado en la discusión de casi todos y cada uno de los temas en debate público, un rasgo que se sustentaba en la conocida ansiedad de Piñera. “No solo es Presidente, es también todos los ministros”, recordaron en la derecha.
A pesar de ese diseño, en estos nueve meses de gestión, ha habido episodios complejos, como la determinación de nombrar, a pesar de que su círculo más íntimo le pusiera sobre la mesa todos los contras, a su hermano Pablo Piñera como embajador en Argentina, lo que trajo una ola de cuestionamientos que terminaron no solamente haciendo echar pie atrás en la decisión, sino que además gatilló severas diferencias al interior de la coalición oficialista.
Otro episodio fue el mal cálculo del traspaso de Mauricio Rojas desde su rol de asesor de discursos a ministro de Cultura, lo que abrió el flanco de los Derechos Humanos antes de tiempo para el Gobierno.
Para el director de la Escuela de Publicidad de la Universidad Diego Portales, Cristián Leporati, los bajos índices de confianza se basan precisamente en este diseño: “El Gobierno en sus primeros meses erró la estrategia comunicacional en el sentido que el Presidente no se exponía mucho, estaba muy escondido en La Moneda, y eso llevó a que quienes votaron por él lo sintieron muy lejano, porque no tenía presencia física, no tenía comunicación o un contacto directo”.
Leporati agregó que esta situación sí es reversible, pero que va a depender de cuánto Piñera salga a arriesgar de su capital político y de una mayor presencia con la gente. “La confianza es un activo, es un trabajo del día a día, cuesta mucho ganarla y poco perderla. Si se mantiene el 4 por ciento de crecimiento, pero el desempleo crece, la gente va a creer que es un bluf”.



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