Como la espuma: la “banca en las sombras” se instala cada año con más fuerza en Chile



Hace dos años que es la moda en el mercado financiero, una oportunidad para distintos bancos de inversión de diversificar negocios y crear nuevos productos en una industria que no espera a nadie. Este año ha sido evidente, los fondos de deuda vienen creciendo con fuerza y se encaminan a ser una alternativa, cada vez, más instalada para el otorgamiento de créditos y préstamos fuera de la banca convencional.
Estos fondos categorizados como “banca paralela” o “banca en la sombras” (“shadow banking”) son vehículos de inversión que levantan capital de inversionistas con el fin de otorgar préstamos a empresas, generalmente medianas o pequeñas, que tienen condiciones poco favorables en la banca. Asimismo, son capaces de invertir en instrumentos de deuda como facturas, créditos sindicados, deuda automotriz, leasing, garantía inmobiliaria, cartera de créditos, cuentas por cobrar, otros títulos de deuda no pública o bonos, los cuales ofrecen una tasa algo más segura que otros tipos de activos de rentabilidad variable.
Un actor de esta industria explica que nace como respuesta a la banca y sus condiciones para el otorgamiento de créditos, en los que en muchos países dejan espacio para más competidores. Sobre esa base, con nuevas regulaciones como Basilea III, sus costos suben y sus créditos se encarecen, es ese espacio que aprovechan estos fondos que en Latinoamérica no tienen tanta penetración, pero que cuentan con una larga data en EE.UU. y Europa. Los inversionistas son inversionistas institucionales, como AFP o compañías de seguros, así como otros inversores sofisticados de alto patrimonio. El riesgo lo asumen ellos, lo cual minimizaría el riesgo sistémico existente en la banca en caso de default de deudores, idea sobre la cual no hay, sin embargo, tanto consenso.
Hace unos días la Asociación Chilena de Administradoras de Fondos de Inversión (Acafi) arrojó cifras de crecimiento de esta industria en el país, en línea con el auge de los fondos de capital privado y los fondos de inversión públicos. A septiembre de este año, el patrimonio de los fondos de capital privado ha crecido un 37% medido en dólares. Son los que más han crecido en monto y en número de fondos, con un alza de 27,9%, alcanzando los US$6.120 millones –distribuidos en 140 fondos y manejados por 30 administradoras– y un crecimiento de 24 fondos. Estos fondos de capital privado explican el 58% del crecimiento en millones de dólares de la industria en lo que va de 2018.
Con ese marco, es precisamente la “banca paralela” la que explica la mayor parte de este crecimiento. Su tamaño ha crecido un 50% este año. Hasta 2017, esta industria administraba capitales por US$880 millones, mientras que a septiembre de este 2018 lo hace con US$1.321 millones.
El salto ha sido enorme en los últimos dos años, pues a fines de 2016 el tamaño de este mercado era de US$484 millones, según las cifras provistas por la Acafi. Por otro lado, el mismo gremio sostiene que estos fondos representan el 26,1% del total de los nuevos constituidos en el último trimestre, destacando los fondos BTG Pactual Deuda Privada, BTG Pactual Financiamiento con Garantías Inmobiliarias, LarrainVial Facturas, LarrainVial Deuda Privada y MBI Deuda Privada y la constitución de Toesca Deuda Privada Fondo de Inversión. La deuda privada es el 30,5% del total de activos de los fondos llamados de “Capital Privado”.
Hoy, sin embargo, operan con el amparo de la regulación existente. Un oficio de 2008 de la entonces Superintendencia de Valores y Seguros (SVS), en el cual se respondía a una administradora respecto a si estaba facultada para el otorgamiento de créditos, da cuenta de que estos fondos pueden operar con libertad. “Un fondo de inversión, con recursos propios, podrá dar financiamiento a una sociedad, en la medida que el financiamiento otorgado se encuentre documentado por instrumentos emitidos por la citada sociedad para ser objeto de inversión de un fondo de inversión”, fue el criterio de la SVS.
El espacio de crecimiento todavía es amplio. Los fondos de deuda aún representan el 4,8% del total de los activos administrados por fondos de inversión. Sin embargo, esta cifra debería crecer con fuerza, considerando que desde este año las AFP están autorizadas para invertir en activos alternativos, dentro de los cuales caben estos vehículos.
De hecho, en su último informe, Luis Alberto Letelier, presidente de la Acafi, dice que espera “seguir avanzando en nuestro anhelo de que inversionistas institucionales inviertan en la industria de Private Equity y Venture Capital nacional. Para ello, la propuesta presentada por Acafi a Corfo hace años y que ha sido bien recibida por Sebastián Sichel de crear una estructura de fondos donde invierta Corfo, la consideramos muy importante”.
Sobre estos vehículos en particular, Letelier los califica como clave “para el desarrollo de nuevos proyectos de inversión, el financiamiento de las pequeñas y medianas empresas y, como consecuencia de ello, para el crecimiento económico del país”.
¿Riesgos?
Un reportaje de la BBC sobre el fuerte crecimiento experimentado por estos fondos, alerta sobre la posibilidad de un inherente riesgo sistémico, pues se trata de una transacción privada que, más allá de la administración del fondo, nadie controla. El artículo hace hincapié en las garantías que existen para la inversión de estos fondos –que en muchos casos son inmobiliarias–, pero que igualmente pueden ser “humo”, considerando lo ocurrido en la crisis subprime de 2008.
El Banco Central, en 2015, en su informe de estabilidad financiera advirtió que estos están expuestos a los mismos riesgos que la banca común y corriente.
Hoy, sin embargo, operan con el amparo de la regulación existente. Un oficio de 2008 de la entonces Superintendencia de Valores y Seguros (SVS), en el cual se respondía a una administradora respecto a si estaba facultada para el otorgamiento de créditos, da cuenta de que estos fondos pueden operar con libertad. “Un fondo de inversión, con recursos propios, podrá dar financiamiento a una sociedad, en la medida que el financiamiento otorgado se encuentre documentado por instrumentos emitidos por la citada sociedad para ser objeto de inversión de un fondo de inversión”, fue el criterio de la SVS.
Un administrador de este tipo de fondos explica que el riesgo no es igual al de la banca, porque esta funciona apalancada, el financiamiento para sus colocaciones es con deuda. En este caso los fondos operan con capital propio, con recursos de inversionistas sofisticados, que asumen el riesgo de un eventual default de deudores. Por otro lado, cuenta que en industrias como la de EE.UU. la banca solo financia el 18% de los préstamos, mientras que el resto corre por cuenta de otros intermediarios dentro de los que caben estos fondos.
Un abogado que conoce de cerca esta industria advierte que, en rigor, tales fondos no infringen el giro bancario, ya que “el inversionista suscribe cuotas de un fondo, cambio mi caja contra una cuota de un fondo que está autorizado para prestar esos recursos a terceros, en la medida que esos terceros deudores otorguen pagarés. No es meterse en el giro bancario”.
Uno de los clientes típicos de estos préstamos son las cajas de compensación, dentro de las cuales hay varias que por su tamaño no tienen posibilidad de emitir deuda pública e irse a la banca tradicional les sale caro. Así, muchas buscan financiarse contra fondos de inversión en los que se les deja como garantía los pagarés de esa caja. Lo mismo sucede con empresas de factoring y créditos automotriz.
En lo que sí hay consenso es que los US$1.321 millones que informa la Acafi podrían ser bastante más, considerando que muchos fondos son privados y, además, operan con compromisos de capital. Esta realidad, igualmente, despierta la duda respecto del verdadero tamaño de la deuda en un sistema financiero, información clave para la fijación de tasas de bancos centrales.



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