Mapean zona del cerebro donde ocurre la toma de conciencia


Todo el tiempo estamos expuestos a estímulos y chispazos de información sensorial que ingresan por la retina. Sin embargo, no todo lo que bombardea a nuestro cerebro puede ser integrado y procesado de forma adecuada por la conciencia, esa ventana misteriosa de la mente, que ha inspirado a Lionel Naccache, investigador en neurociencia cognitiva del Instituto de Cerebro y Médula Espinal de Salpêtrière, Francia. El especialista visitó recientemente el país, invitado por el Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO) y la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile (VID).
Seguidor del científico chileno Francisco Varela, a quien conoció en París mientras realizada su tesis, Naccache logró mapear la zona donde ocurre la toma de conciencia, una onda cerebral que asegura “solo es capaz de procesar e interpretar una mínima fracción de aquello que invade a nuestra retina. Esto, a pesar de que utilicemos el 100% del cerebro y no el 10%, como señala el mito”.

La percepción no es instantánea
El tema cobra complejidad, sobre todo, en el contexto actual: la sociedad de la información, en la que –estima– nos vemos enfrentados a un sinnúmero de estímulos que requieren de concentración y tiempos de pausa en nuestra mente, para que estos puedan asimilarse y transformarse en conocimiento. “Esto es mayormente relevante en los niños. La percepción no es instantánea y el sistema de interpretación es difícil, pues necesita de un trabajo cerebral. No se puede procesar de forma múltiple todo el bombardeo de información. Por todo ello, creo que debemos educarnos en esta materia y seleccionar mejor aquello a lo que nos interesa prestar más atención”, comenta.
El neurólogo, autor del libro Le nouvel inconscient, en el que propone el concepto de inconsciente cognitivo, realizó estas declaraciones durante las actividades “¿Qué se conoce cuando se conoce?”, homenaje a Francisco Varela, y el conversatorio “El lenguaje del cerebro”,  organizadas por GERO y VID. En estas jornadas se destacó el diálogo y la mirada multidisciplinaria acerca del cerebro y el conocimiento, con la participación de especialistas como la Dra. Andrea Slachevsky, neuróloga y subdirectora de GERO.
Explorando la consciencia: la onda P300
Estudiando señales cerebrales, el lenguaje y otros parámetros en personas sanas y con trastornos neurológicos y lesiones cerebrales, Naccache exploró las bases neurobiológicas de la consciencia, descubriendo cuáles son las redes neurales que se activan ante estímulos y el sitio donde ocurre “la firma de toma de consciencia”, una onda cerebral llamada P300, alojada en el centro de la cabeza.
“Estar conscientes es ser capaces de ver representaciones mentales. Por ejemplo, si tengo enfrente un par de lentes, el proceso se inicia primero con la percepción de la imagen, que casi a la velocidad de la luz llega al córtex visual, en la parte de atrás de nuestra cabeza. En esa zona se extraen las propiedades del objeto, como su forma o color, y la semántica, en el caso de una palabra, y luego se construye una representación visual llamada mapa retinotópico. Sin embargo, en ese momento la persona aún no es capaz de decir que ha visto un par de anteojos”, explica el investigador.
¿Cómo es ese proceso? Nacacche comenta que, una vez que se generan estas representaciones en el córtex visual y otras áreas del cerebro, se produce una suerte de conversación a la “francesa” entre estas zonas, un diálogo complejo y a distancia que da paso a la firma cerebral en el centro de la cabeza.  Ahí entonces, en solo tres décimas de segundos, se enciende la onda P300, que nos hace estar conscientes del objeto, persona o escena  que tenemos enfrente.
Naccache detalla que esta firma cerebral solo puede estar encendida o apagada y que no hay estados intermedios. Sin embargo, advierte que la consciencia y la percepción del mundo, nunca es una operación neutral o netamente biológica, ya que implica la participación de un conjunto de conceptos, ideas, creencias y otros elementos subjetivos. En ese sentido, valora la mirada interdisciplinaria y el cruce entre ámbitos como la neurociencia, la psicología, lingüística, entre otras materias, para fomentar la comprensión de la mente, el cerebro y el comportamiento humano.
“La vida mental y el cerebro están en todo. Desde lo social, lo sexual, la vida colectiva, lo cultural y corporal, entre otros ámbitos cotidianos. Y por eso, tener cierto conocimiento de cultura general y un manejo del lenguaje sobre el cerebro, también es importante para nosotros como ciudadanos, pues nos permite, por ejemplo, poseer un espíritu crítico al momento de votar o elegir a nuestros representantes”, comenta.
De la información al conocimiento
El neurocientífico explica que hoy estamos insertos en la “sociedad de la información”, un momento lleno de posibilidades, estímulos e interacciones que son de gran utilidad, pero que, al mismo tiempo, nos presentan el desafío de saber cómo integramos los contenidos a nuestra mente para que estos nos permitan transitar hacia una sociedad del conocimiento.
“La información y el conocimiento no son lo mismo. En el segundo ámbito, el sujeto accedió a los contenidos, pero además elaboró un significado y lo interpretó, proceso que incluye su propia experiencia subjetiva y que, a su vez, va modificando nuestras redes de percepción. Creo que hemos perdido la dimensión del conocimiento, porque estamos muy obsesionados con la información y, en ese sentido, pienso que debemos dar el siguiente paso. Sin embargo, también estimo que el conocimiento puede ser peligroso”, señala el científico francés.
En ese contexto, recuerda algunos ejemplos de la historia, como el estallido de la bomba atómica y, por lo mismo, plantea que es imperante hacer un buen uso del conocimiento, al interior de la sociedad. Del mismo modo, el científico invita a que nos tomemos mayores tiempos y pausas para que nuestra mente logre aprender e incorporar contenidos significativos.



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