Populismo contra democracia | EL DEBATE



La palabra “pueblo” es la punta de lanza más utilizada por el populismo para tratar de defender la voluntad de los ciudadanos. Pero se utiliza de manera muy limitada, pues solo trata de generar emociones sociales absurdas para justificar políticamente el asedio a las instituciones que son garantes de la vida democrática.Expresiones como “somos el pueblo”, “actuamos a nombre del pueblo” o “el pueblo es sabio”, son parte de un populismo hostil hacia la democracia misma. En diversos países está creciendo el populismo. Inicialmente se presenta como una corriente política profundamente democrática, pero una vez instalado en el poder erosiona a las instituciones y debilita las libertades individuales.El populismo puede ser liberal o conservador, de derecha o de izquierda, de grandes masas o de élites, pero en todos los casos se utiliza al pueblo para debilitar principios democráticos. Y es que en los tiempos actuales la rivalidad política ya no es entre socialismo y capitalismo. Tampoco entre izquierda y derecha. Ahora la disputa política ocurre entre populismo y democracia liberal.Esta aparente contradicción entre los conceptos de pueblo y de democracia se observó en el caso del brexit, que marcó la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Después quedó evidente también en la elección de Donald Trump en Estados Unidos. Y, más recientemente, este populismo letal está presente en países como Alemania, Italia, Francia, Venezuela, Turquía, México y Brasil.En un libro reciente y muy recomendable, titulado El pueblo contra la democracia, (editorial Paidós, 2018), el profesor de ciencia política de Harvard Yasha Mounk establece que la democracia está siendo crecientemente acorralada, ya no por dictadores, sino por liderazgos políticos electos en procesos electorales. Debido a ello, la democracia liberal se está resquebrajando y surgen formas políticas incomprensibles y difíciles de explicar hasta ahora: la democracia iliberal (con democracia, pero sin derechos) y el liberalismo no democrático (con derechos, pero sin democracia). En ambos casos se erosiona a las instituciones para apuntalar a gobiernos populistas y autoritarios.Yasha Mounk dedica parte gran parte de su libro a exponer diversas propuestas para hacer frente a medidas o gobiernos populistas. Entre ellas destaca la lucha contra la corrupción, pero también la movilización social para denunciar los abusos del poder. Sostiene que hay que aislar a los políticos extremistas, y hacer entender a líderes populistas que deben cambiar de bando.El pueblo contra la democracia ilustra que es admisible en determinado momento perder elecciones, pero lo que no se puede aceptar es perder la democracia. Las instituciones posibilitan que personas con intereses divergentes puedan vivir en paz y armonía. Por eso, a la larga, las instituciones son necesarias para la supervivencia de la democracia, afirma Mounk.



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