Educarnos a base de multas



Ayer, en este mismo espacio, hablábamos de la importancia que tiene para el buen funcionamiento de la sociedad que los ciudadanos cumplan con sus obligaciones y con ciertas normas básicas de convivencia.
En los últimos días hemos visto cómo en algunas zona del país entraron en vigor —de la mano del nuevo año— leyes que son duras respecto al castigo que imponen a los ciudadanos que incurran en violaciones a reglamentos diversos.
Lo raro es que no se trata de asuntos que sean de difícil cumplimiento, sino a aspectos tan elementales como no tirar basura en la calle, cruzar las vías por zonas autorizadas, no textear mientras se conduce un vehículo, no estacionarse en áreas prohibidas, entre otras.
En fin, es como si de alguna manera se impusieran a adultos castigos fuertes que corresponderían más a educar a niños que apenas están en proceso de formación. Por desgracia, muchos estamos en pañales en cuanto al respeto a las reglas básicas de convivencia. Somos buenísimos para quejarnos de todas las multas o restricciones, pero muchos somos incapaces de cumplir instrucciones básicas. El individualismo es bueno, pero no al punto de pensar en que no debemos respetar espacios comunes, pagar impuestos como todos o respetar la ley para después exigir a las autoridades que también ellas cumplan su parte.
Pequeños cambios, continuos, sostenidos, nos van a ir haciendo mejores personas y ciudadanos, a la vez que con el ejemplo vamos a formar a las nuevas generaciones. 
No esperemos a que, como ya pasa en otras zonas del país, nos multen por todo para aprender, por las malas, hábitos de civilidad tan elementales que debimos aprender desde niños.



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