Crítica obra “Casta, peste y eternidad. Una apología del amor”: hacer el camino para vivir un viaje


Los acontecimientos, en tanto eventos únicos e irrepetibles, en tanto acciones que poseen solo la precariedad del instante en que suceden, son, en cierto sentido, una categoría basal del fenómeno “teatro”. No la única y tampoco privativa de la disciplina, sin embargo, la acción como un suceso marcado por su contingencia espacio temporal, así como comunicativa (al menos de “alguna” manera comunicativa), es la manifestación de lo propiamente teatral en muchos ámbitos.
La posmodernidad, con su fuerte interés en el cuerpo (en cierto tipo de cuerpos) y la construcción de un arte que supone la reproducción e intercambio de bienes, así como la industrialización como modelo creativo, articuló su brazo estético teatral en la performance, en tanto un acontecimientos semióticamente cargado que propone vivenciar un evento artístico, participar de él, sin la necesidad de preguntarse por la significación, de hecho, esta última queda borrada bajo la vivencia, eufórica, embriagante y superficial, vivida en el evento.

Cuando asistí al espectáculo de Santi Senso, “Casta, peste y eternidad, una apología del amor”, pensé que vería algo como aquello, pensé que se trataría de una performance y que el nombre que Senso da a su lenguaje escénico –“Actos íntimos”- sería solo una frase nueva para nombrar cosas viejas.
Por suerte, estaba equivocado.
El espectáculo de Santi Senso, efectivamente, es un acontecimiento, en la medida que tiene una importante dosis de improvisación. Diríamos que se trata de un viaje, cuyo mapa solo marca algunos puntos centrales, pero que el camino o los modos de recorrerlo, siempre pueden ser (y son) diferentes, de hecho, cada función tiene actores diferentes y procesos diversos, no hay textos pre-aprendidos ni ensayos, Senso conduce su narrativa escénica a través de marcas generales que articula como un suceso que, a diferencia de la performance, pone un enorme acento en la significación.
No es que Senso busque organizar una obra conceptual o de tesis, en absoluto. Se trata más bien de invitar al público, desde él mismo y sus colaboradores, a vivir un viaje.
Quisiera detenerme en esta frase, porque “vivir un viaje” puede ser un horrendo lugar común y no quiero caer en eso. Al decir esto, me refiero a que la obra de Senso se construye desde la comunidad que se produce entre él, las actrices, los actores y el público, es un viaje porque desarrolla un camino, un proceso que va transformándose a lo largo de todo el espectáculo y, sobre todo, se hace en base a la ya mencionada comunidad, porque Santi Senso no puede llevarlo a cabo el solo, necesita del público, como este necesita de él.
La función que he visto, contaba con el trabajo del propio Santi Senso. Un actor que con su lenguaje de “Actos íntimos” es arrollador en escena, su fuerza interpretativa y su capacidad de mutar a lo largo del montaje, da cuenta de una solidez actoral y de experiencia en tablas que no se ve a menudo. El trabajo vocal de Senso y también su corporalidad, son cuidados, llenos de matices que se ordenan y vinculan en virtud de las necesidades del espectáculo, en virtud de sostener un trabajo lleno de imprecisiones y, al mismo tiempo, plagado de detalles estilísticamente preciosos.
Fede Pouso, una suerte de compañero escénico, hace un trabajo notable y, en mi opinión, muy dificultoso. En segundo plano, con mucha precisión y honestidad, permite a Senso sostener su puesta en escena, entrega las bases para que esta aventura de vulnerabilidad y sorpresas se desarrolle, al mismo tiempo que él mismo sube al lenguaje de actos íntimos y manifiesta parte de su mundo, de su historia, de su sensibilidad.
Martina Sivori, la actriz chilena que los acompañó en esta versión, como ya es su costumbre, nos entregó un trabajo apasionado, lleno de energía y potencia escénica. La fuerza de su interpretación es siempre desbordante, sin embargo ayer, precisamente por la naturaleza del lenguaje que Senso propone, su interpretación (si se me permite esta palabra para un trabajo que no interpreta, sino que acontece), fue un verdadero carnaval escénico, su verdad en tablas, su pasión y su vulnerabilidad no son fáciles de encontrar en un medio lleno de estereotipos prefabricados.
“Casta, peste y eternidad, una apología del amor” es un trabajo bellamente forjado, inteligentemente desarrollado y, sobre todo,  que apela a la emotividad sin ser cliché ni cursi, por el contrario, se levanta como un trabajo que abre heridas y recupera recuerdos, se trata de una obra que apela a un lugar que todos compartimos: la emoción, la vulnerabilidad, el amor.
Obra “Casta, peste y eternidad. Una apología del amor” en Festival Santiago Off
En Teatro del Puente.
25 y 26 de enero, 21:00 horas.
Entrada única: $3.000. Entrada en línea: $3.500. Boletería del teatro abierta 1 hora antes de cada función.
Duración: 1 hora y 20 minutos.



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