Pemex ha facilitado tomas clandestinas de petróleo



En el suroeste del Golfo de México, 140 kilómetros mar adentro al oeste de Campeche, en una zona de arrecifes hay una cadena de cayos rodeados de finas arenas blancas que a la vista resplandecen entre las aguas azul profundo. Se trata de los Cayos Arcas –Cayo Centro, Cayo Este y Cayo Oeste–, un paraíso para el pájaro bobo. En torno a los cayos se observan plataformas, barcos y estaciones donde se almacena buena parte del petróleo crudo que extrae Pemex.
Coronado por un alto faro, Cayo Arcas es un punto medular para la actividad petrolera y rebombeo de hidrocarburos en la Sonda de Campeche. Al oeste de Cayo Centro se encuentra un área de fondeo para remolcadores y, al suroeste, a unos dos kilómetros y medio, está la Terminal Marítima Cayo Arcas, donde hay una zona de fondeo para buquetanques.
Este es el sitio donde se realizan actividades de abastecimiento y transporte de hidrocarburos por el Golfo de México. Aquí Pemex mantiene un buquetanque anclado en las inmediaciones del arrecife. Y es que Cayo Arcas es la terminal portuaria más importante de exportación del crudo mexicano.
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La actividad aquí no para. Día y noche, durante toda la semana, en el extremo norte opera una plataforma de distribución que recibe petróleo y lo conduce a través de ductos submarinos que se extienden a lo largo de 72 kilómetros con dirección al sur. Las tuberías comunican esta plataforma al punto donde se encuentran las boyas de amarre dentro del área de la terminal.
Aquí solo ingresan buques petroleros en los que hombres de overol y casco se desplazan entre estas aguas para hacer posible que Pemex extraiga petróleo para exportar y abastecer el mercado nacional. El crudo que se saca de los diferentes yacimientos se transporta a través de ductos. Luego se procesa para obtener gas y aceite que se almacenan por separado. Posteriormente se distribuye a los diferentes centros de producción —tanto de exportación como de consumo interno—, por medio de monoboyas: unas instalaciones marítimas provistas de mangueras que se conectan a tubería submarinas que trasladan el crudo a los tanques de un buque.
La transferencia del crudo se hace principalmente para la Terminal Marítima de Dos Bocas, que es el puerto petrolero, industrial, comercial e internacional que Pemex comenzó a operar en los años 80 del siglo XX. Constituye uno de los puertos clave en la recepción de crudo.
Ubicado en la costa norte de Tabasco, a 160 kilómetros de Ciudad del Carmen, Dos Bocas es para Pemex su principal puerto para recibir, acondicionar, distribuir, embarcar y exportar petróleo.
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Más de la mitad de lo que Pemex produce lo exporta al mercado internacional vía Dos Bocas. Casi un millón de barriles diarios sale por este puerto, de acuerdo con datos oficiales.
También se lleva a las terminales de Veracruz (Tuxpan, Pajaritos) y Tamaulipas (Ciudad Madero). Desde estas se redistribuye a refinerías o se reembarca para exportación.
Todo parece un mecanismo perfectamente coordinado para que Pemex desarrolle sus labores. Solo que hay una peculiaridad: no hay concordancia entre la recepción y procesamiento de crudo, producción de gasolinas, ni en el almacenamiento, distribución y comercialización de productos pretrolíferos; esto, en el día a día de operaciones facilita la sustracción.
Lo anterior es parte del sistema que por muchos años ha operado en Pemex y que ha contribuido a aceitar la maquinaria que facilita el robo. Este es el sistema de operación habitual que heredó la nueva administración federal, y que ahora enfrenta el reto de corregir.
Un ingeniero con amplia experiencia en la sonda de Campeche accedió a conversar con Newsweek México y explicar lo que ocurre allí. Para ello pone un ejemplo:
“El activo Ku-Maloob Zaap tiene 14 plataformas productoras y de perforación. En cada una se registra lo que va saliendo de los pozos y se usan medidores de flujo básico. El crudo de las plataformas se va midiendo desde que sale del pozo. A la salida del pozo hay unos árboles de navidad (válvulas y carretos ensamblados en el tope de un pozo que sirven para controlar el flujo de crudo), y arriba, en la plataforma, hay tanques de separación donde ese crudo que sale de los árboles de navidad, se separa del gas y agua. Ese producto se mide a través de sistemas de monitoreo y control con medidores de flujo básicos, que indican lo que se recibe en metros cúbicos por hora, pero quien lo recibe no mide por metros cúbicos, simplemente registra una cifra que nadie coteja.
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“Cada plataforma satélite envía la producción, se concentra y se va por un ducto que llega a Dos Bocas o Frontera, pero se concentra lo que llega de cuatro complejos, y no se hace un cruce de información para confirmar que se recibe lo mismo que se extrajo de los pozos. En la práctica, tampoco hay un cruce de lo recibido con lo almacenado, porque los medidores de flujo básico solo reflejan flujo, y los medidores de la terminal con los que se reflejan los inventarios son medidores de nivel, y son incluso de otro tipo y de otro nivel de tolerancia”.
Así, explica el experto, hay incompatibilidad en los sistemas de medición del que transporta con el del que recibe y almacena. También hay incompatibilidad con el volumen movilizado mediante cabotaje para las terminales.
“Estamos hablando de mundos diferentes. Es prácticamente imposible conciliar cifras”, asegura.
En efecto, ya en las terminales se maneja un informe diario de movimientos de existencia. En este simplemente se escribe que tal o cual buque se reportó con cierto volumen, pero que a causa de “evaporaciones” mermó en proporciones que van del 10 al 12 por ciento. Ese es el porcentaje de tolerancia permitido, no obstante que la mayor parte del petróleo se transfiere en tanques cerrados y sellados con cúpula flotante, que evitan que el vapor se difumine o se disperse.
En la recepción, los embarques simplemente se marcan con el volumen que se recibe, pero las cifras no cuadran.
Es en altamar donde se realiza el trasiego ilegal del crudo: se emparejan los barcos, colocan mangueras, bombas sumergibles, y jalan una parte de la carga para luego llevarla “adonde lo tengan que llevar”. Además, estos barcos que transportan el crudo sustraído ilegalmente utilizan facturas apócrifas para sacar el producto de mares mexicanos y colocar el producto en el mercado internacional.
MERMA SIN CONTROL
Paralelamente, como reveló Newsweek México en octubre pasado, ha proliferado la sustracción ilegal de refinados (gasolina y diésel) vía marítima: barcos que en cabotaje transportan el producto también usando facturas apócrifas.
Otro eslabón de la operación cotidiana que facilita el robo ocurre en las terminales. Pemex tiene más de 80 terminales terrestres y marítimas de almacenamiento y despacho ubicadas en varios puntos de la república mexicana que son estratégicas porque forman parte de la cadena de suministro entre los centros productores, los puntos de importación y los canales de comercialización de productos petrolíferos. En estas también se normalizó la sustracción como “merma”. Ello ha ocurrido por mucho tiempo.
Uno de los problemas es que no hay un procedimiento para cruzar las cifras exactas con las que el barco sale y entra entre terminales; simplemente se registra con lo que llega, y si hubo diferencia también se registra como “merma”.
Entre los contralores de Pemex recuerdan un caso ocurrido en la Terminal de Almacenamiento y Despacho en Veracruz, conocida como El Sardinero. Se trata de una instalación que suministra gasolinas y diésel a 17 municipios de Veracruz.
Allí, uno de los encargados comenzó a sustraer esas “mermas” y sacarlas mediante pipas. Un día recibió la visita de policías que llegaron a indicarle que a partir de entonces por cada alijo (mercancía de contrabando) que sacara, una sería para ellos. Dicha exigencia fue subiendo en proporción, hasta que llegaron a pedirle tres pipas por cada una que sacara él.
El funcionario calculó que la “merma” no le daba para tanto, y comenzó a negarse. Primero le fracturaron un brazo, y él hizo rendir más la “merma”. Luego le exigieron una pipa por día, y como los barcos llegan cada semana, ya eran siete pipas por barco. Pero la “merma” ya no le alcanzó, y tras ser advertido de que no pasaría de ese día, acudió a denunciarse ante los auditores internos a cambio de protección.
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