Las colas y las lesbianas en el Chile 2019: thank you, next


En 2017, el Informe de Derechos Humanos sobre diversidad sexual y género caracterizó dicho año como “el año de la furia”, principalmente por dos razones. En primer lugar, los casos y denuncias homofóbicas aumentaron en un 45.7%, no por el empoderamiento de las víctimas sino por un aumento en los niveles de violencia y agresividad. En segundo lugar, el fortalecimiento de discursos conservadores asociados a un nuevo proyecto político de la derecha chilena, abiertamente en contra de libertades civiles para la comunidad LGBT+.
Esta situación empeoró en términos políticos durante 2018, año en el que las fuerzas conservadoras agrupadas en el partido de ultraderecha Acción Republicana tienen un candidato que marca el 10% de intención de voto en las últimas encuestas. A lo largo y ancho del continente, este fenómeno vivió su expresión más intensa: Jair Bolsonaro resultó electo presidente de Brasil con un discurso abiertamente homofóbico.
Las consecuencias de la asunción de Bolsonaro no se han hecho esperar. Hace 4 días Jean Wyllys, el único diputado gay de Brasil y militante del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), anunció su salida del país producto de amenazas de muerte.
En resumen: los fletos tenemos un presente de incertidumbre que podría llevarnos al caos. Y a propósito de eso conviene comentar los discursos políticos que ha levantado la comunidad LGBT+ en Chile y analizarlos de manera crítica.
Por un lado, tenemos el activismo higiénico representado en Fundación Iguales, Todo Mejora, y el MOVILH, quienes se han construido como organizaciones altamente gremiales y despolitizadas que están impulsando con fuerza la agenda de matrimonio igualitario. Y es como: loco, las agresiones homofóbicas aumentan por toda la región y ustedes ahí, hablando de CASARSE, impulsando abiertamente esa política. Ni siquiera hemos puesto el acento en eliminar las trabas que existen en la ley de adopción para que la comunidad LGBT+ pueda adoptar en igualdad de condiciones. No. Estas organizaciones están hablando de matrimonio y la verdad es que la estrategia es decepcionante. El matrimonio igualitario no va a generar el esperado cambio de perspectiva que la comunidad demanda, ni permite avanzar en mecanismos de protección efectiva en materia de DD.HH para nuestra gente. Además, la decadencia de las instituciones patriarcales que han intentado regular la familia es evidente. Nos vemos un poco ridículos hablando de matrimonio cuando la idea de casarse se aleja cada vez más de la nueva percepción valórica de occidente.
Por otro lado, tenemos organizaciones feministas y de disidencia sexual que principalmente se manifiestan en secretarías de género de universidades públicas y privadas de élite. Los miembros de la comunidad LGBT+ que participan en ellas se han dedicado a impulsar los temas de la agenda feminista de mujeres: ya conocemos las recientes luchas libras en favor del aborto y contra el acoso.
Puede que algunas mujeres lesbianas se sientan representadas con el feminismo por los efectos culturales que significa conversar acerca de él: un mayor reconocimiento del género femenino. Y que hombres homosexuales hayan reconocido banderas de lucha culturales en torno a la reflexión política crítica que se tiene contra el machismo.
Pero lo cierto es que en la agenda feminista no existe una demanda de Estado que proteja nuestra comunidad en tiempos donde la agenda conservadora pretende destruirla. El asunto suena complejo porque todo parece indicar que no tenemos las herramientas correctas para luchar: La carencia de sentido estratégico en las dirigencias colalesbianas de la época podría significar que Chile entre a una zona de riesgo respecto de la protección de DD.HH para la comunidad LGBT+. Yo veo dos errores que estamos cometiendo y que me parece que urge trabajar ahora.
El primero es la falta de movilización que hemos convocado para exigir una política de prevención efectiva en contra del VIH/SIDA, una enfermedad que en los últimos 10 años se ha quintuplicado en nuestro país. Y el segundo es la falta de capacidad política para impactar de manera positiva la agenda feminista: hoy más que nunca debemos trabajar en conjunto a organizaciones de mujeres con una demanda que podamos sentir común.



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