translated from Spanish: Nuestra complicidad estética/ideológica en la injusticia socio económica

¿Es posible entender algo como el arte desde una perspectiva materialista? Una primera aproximación formal nos haría pensar que la respuesta es afirmativa. La gran mayoría de las obras de arte se soportan físicamente, es decir, están realizadas en soportes materialmente tangibles. Pero ¿son esos soportes, o resultados materiales el arte? ¿Es la escultura que vemos la obra?, ¿el bastidor pintado?, ¿el libro lleno de letras?, ¿la pantalla o telón donde vemos y escuchamos cine? ¿Son los objetos físicos que percibimos la experiencia estética?, ¿o son lo que representan, las ideas o emociones que intentan transmitir? Si las ideas fueran lo relevante, si parte importante de toda la historia del arte se basa en la representación, entonces los trabajos creativos artísticos no se encuentran en los soportes físicos que percibimos cuando leemos un libro, cuando miramos una pintura, una escultura, etc. Si fuera así, ¿Dónde se encuentra el tipo de objeto que denominamos como arte? Parte de las teorías de ficciones nos mencionan que son abstracciones (los ejemplos más claros al respecto son en la literatura). Entonces, de acuerdo a esto último, no podríamos hablar del arte desde perspectivas materialistas. Una segunda aproximación -también formal, pero más compleja históricamente- nos continúa permitiendo esta perspectiva. Las culturas, lo social, lo político y lo económico siempre han configurado los modos de hacer. Las ideas de cada época nacen de imaginarios provenientes de principios ideologizantes vinculados a la tensión constante de la diferencia de clases. Los principios aristocráticos y luego burgueses han marcado toda la historia del arte.

La ideologización en el arte a creado los gustos, la ilusión de buena calidad artística versus mala calidad, la creación de genios representantes de época, la movilidad de los imaginarios tanto para el control moral como la especulación económica en las naciones que tienen mercados de arte. En este sentido, el poder de lo creativo a sido fundamental, pues los ordenamientos socio culturales no pueden sostenerse demasiado tiempo si no es con convenciones ideológicas, las que generan los principios motores de la conservación de ciertas ideas por ciertos grupos y la “lucha” por acceder a los beneficios no obtenidos por otros grupos, así como también las posturas que se posicionan al margen como respuesta política, las cuales, sin embargo, mantienen una estrecha relación de participación ideológica al tener, constantemente, “en miras” los objetos de discordia.
Sin embargo, todo lo anterior (a pesar de tener una larga data histórica) tiene períodos interesantes en las formas burdas en cómo se aplican estas cuestiones. Ocurre, específicamente, en los casos de políticos y políticas de turno en gobiernos específicos. Un ejemplo es la evidente segregación, a través de la educación, que se intenta reforzar en Chile con el proyecto Admisión Justa, pues no conlleva ninguna sutileza aprendida históricamente del manejo estético performativo del poder de clases, sino que, por el contrario, lo hace literal. De ahí lo interesante, pues es develado sin una fina estrategia de aprendizaje ideológico.
Otros dos ejemplos interesantemente caricaturescos son vinculados a cultura, y por lo tanto más invisibilizados en apariencia, pero muy interesantes en la develación de poder e ignorancia que se maneja. Me refiero a la gestión por parte de la agregada de cultura en la embajada de Chile en Buenos Aires al mostrarnos parte de la cultura chilena a través de un cantante de farándula televisiva que sin duda no tiene ningún peso histórico para las artes y la cultura de un país. El segundo ejemplo es un show realizado en San Antonio por dos mujeres, también de farándula televisiva matinal.
Lo interesante de las evidencias políticas educativas y de las caricaturas culturales es el poder ver sin velos ideologías descarnadamente sencillas. Claramente podría apelarse a que es mejor vivir en una nación con perspectivas de integración, o con sofisticación artístico cultural, pero siempre será un arma de doble filo, pues mejores condiciones y aplicaciones más elaboradas dentro del capitalismo cultural actual pueden hacernos más fácilmente partícipes de imaginarios e ideologías “justas” que nos nublan de los principios históricos, y claramente vigentes hoy en día sobre la luchas de clases.
El hecho de observar la historia de la sensibilidad materialistamente claramente puede desencantarnos sobre muchas ideas y gustos incorporados, pero, a la vez, nos abre las opciones de desarticulación y desobediencia sobre la educación que llevamos en el cuerpo y muchas de las ideas y gustos que perpetúan imaginarios que no queremos con nosotrxs.
Samuel Toro. Licenciado en Arte. Candidato a Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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