Para los toros de Jaral, los caballos de allá mismo



Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador, fiel a su arraigada costumbre de decir lo que piensa o siente, sostiene que es indispensable la intervención de las Fuerzas Armadas nacionales en la lucha contra el narcotráfico, el huachicol y el crimen organizado, y apuesta su capital político en este lineamiento básico de seguridad nacional, hace lo mismo que nuestro señor Jesucristo, toda proporción guardada y perdón por el sacrilegio al comparar. Nuestro Redentor, ante el rechazo de Mateo como el doceavo apóstol, tuvo que hacer gala de su don de persuasión, a fin de que los 11 apóstoles aceptaran a su correligionario recién reclutado al que repudiaban por ser fariseo recaudador de impuestos. Les dijo: “No lo vean y juzguen por lo que es, sino por lo que llegará a ser”. Profético Jesús, porque Mateo cumplió a cabalidad como apóstol y fue el redactor de uno de los cuatro Evangelios, el mejor escrito según los tratadistas eruditos.Y es que, si bien es cierto que nuestras Fuerzas Armadas hoy por hoy son de las instituciones del Estado mexicano más respetadas y dignas de confianza por parte de la población, no obstante que las dos “t” (Tlatelolco y Tlataya) permanecen indelebles en la conciencia popular, en estos 12 años de intervención intensa y extensa en tareas de control territorial han tenido que actuar, no podía ser de otro modo, acordes con su carácter militar, consustancial e inherente a su naturaleza, ejerciendo la fuerza del Estado, desafiado brutalmente por los cárteles de las drogas, que han proliferado como hongos después de la lluvia en la últimas dos décadas.El presidente Andrés Manuel López Obrador, en sus conferencias matutinas y en su discurso del Campo Marte, ha argumentado con firmeza y claridad convincentes que, en vista de las circunstancias, no hay alternativa a la participación del Ejército y la Marina Armada en labores de seguridad interior, desde luego poniendo el acento en el respeto a los derechos humanos.En este punto cabe resaltar lo determinante que será la personalidad del comandante operativo en la lucha contra huestes armadas irregulares. Al respecto, vale recordar la confrontación del Ejército Federal y el Ejército Libertador del Sur en 1913, recalcando la diferencia radical entre el general Felipe Ángeles con sus antecesores en la guerra contra los zapatistas; como es dable esperar, esa misma diferencia radical en la manera de proceder del general Luis Crescencio Sandoval, respecto a sus antecesores en lo tocante al riguroso respeto a los derechos humanos de la población civil, ordenado una y otra vez por el comandante supremo, el presidente de la República.Habida cuenta que los soldados y marinos son los únicos que tienen la mentalidad y el equipamiento bélico para enfrentarse a los grupos criminales dotados con mortíferas armas que legalmente son del uso exclusivo del Ejército, como son fusiles AK-47, R-15 y misiles Barret calibre 50 tierra-aire motorizados, de tal suerte que, generalmente no en todas las veces, en las emboscadas repelen y ponen fuera de combate un mayor número de criminales sicarios que las bajas propias de muertos y heridos que sufren, a pesar de las tremendas desventajas de los factores decisivos de la sorpresa y el desconocimiento del terreno y del poderoso armamento moderno de los agresores. Aquí se puede aplicar el dicho ranchero que dice: “Para los toros bravos de Jaral, los caballos ligeros de allá mesmo”.¡Kaputt!



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