¿Por qué el 8M complica al gobierno?



Una nueva conmemoración del día internacional de las mujeres trabajadoras se enmarca en un desborde del movimiento feminista y de mujeres en el espacio público, tanto a nivel nacional como global. El llamado articulador es la huelga general feminista que entiende la violencia de género como un problema social, que organiza mujeres colectivamente, crea redes de solidaridad y lucha contra la desigualdad. Una convocatoria que abre una veta compleja para el gobierno y la ministra Isabel Plá porque cuestiona los pactos elitarios, económicos, sociales y políticos que producen dicha desigualdad y violencia.
La ministra entiende que este 8 de marzo puede tener una convocatoria histórica, que son las mujeres quienes están construyendo oposición social a las radicalizaciones de las derechas a nivel mundial, que la legitimidad de la política, los partidos y coaliciones se juega en retomar los vínculos con la sociedad y no aumentar el abismo con ella, en un ensimismamiento que agudiza la crisis de representación de la misma.
El gobierno disputa el carácter político y la conducción de la manifestación del 8 de marzo, al cuestionar el llamado a huelga que levanta el movimiento feminista, lo que ha hecho evidente socialmente la existencia de más de una perspectiva del feminismo. Esta disputa, sin duda, es una muy buena noticia para el avance social de un programa alternativo a la ofensiva conservadora y neoliberal de las reformas del gobierno, porque asoma críticas a la gestión de la ministra, que teniendo como agenda principal la violencia de género, no ha logrado atenuar el doloroso conteo nacional de femicidios y agresiones sexistas. Sus campañas y políticas públicas impulsadas tratan el problema de manera individual y como carga de las mujeres, ejemplo insigne de ello es la campaña: “No lo dejes pasar”, que trata la violencia sexista como un problema de la víctima, que debe denunciar, frenar y probar ella misma, sin que cambien las instituciones, la cultura machista y el modelo económico que naturaliza la división sexual del trabajo, como si el problema fuera la guerra de sexos y no la desigualdad naturalizada.
Por ello, la ministra no reconoce a su ministerio como feminista y se opone a la organización histórica del movimiento. La apelación individual siempre esconde privilegio de clase, en cambio, el feminismo es cuestionamiento a la producción política de desigualdad.
El feminismo históricamente es ha sido un movimiento político, transversal a las grandes problemáticas sociales, porque las mujeres no son un recuadro aislado de la política. Vivimos en la sociedad, en las casas, en el trabajo formal, en la salud, en la vejez, en la educación.
El antagonismo que abre el movimiento feminista es una oportunidad para la construcción política de la oposición que, lamentablemente, sigue ensimismada, preocupada por acuerdos administrativos en el Congreso mientras la derecha le habla a la sociedad.
El avance del feminismo es el avance de la sociedad en su conjunto y la oportunidad histórica para que la amplia oposición reconstruya los vínculos con la sociedad y no siga aumentando la crisis de representación de la política.



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