Era de la represión de lo masculino


El hombre y la mujer no son iguales, la nuestra es una especie de condición reproductiva llamada dimórfica: cada sexo se especializa en una dimensión diferente de la reproducción, con cualidades propias a nivel: genético, biológico, nervioso, psicológico, ideacional, conductual y social. Hasta tal punto son distintos, el hombre y la mujer, que la teoría de los Derechos Humanos, que da, promueve y sugiere iguales necesidades para la realización en la vida de los dos sexos, podría ser inadecuada para un orden social desarrollado. Quizás deberían tener derechos distintos. Ya se sabe las licencias pre y postnatales, los menores sueldos y jubilaciones, los temores, la vivencia sentimental, sexual, y un largo etc.
Actualmente se desató una efervescencia social por la igualdad sexual y de género. Se atribuyen a ciertas fuentes ser referencias históricas significativas para estos cambios, es el caso de hechos como son la Revolución Industrial y la Revolución Francesa. En el primer caso para lo que es desarrollo técnico, intervención y control sobre los factores mecánicos de la naturaleza. El segundo como fuente valórica o de principios de convivencia social.
Previamente la comunidad humana tuvo un modo de funcionamiento, en el que lo masculino y lo femenino era determinado por sus funciones sociales. La mujer por su maternidad, y el hombre que tiene mucho menor participación en la reproducción (trabajo reproductivo también se le ha llamado) en torno a poder inseminar y tener control sobre la necesidad sexual, por su rol de eyacular permanente pero, sin: gestar, parir, amamantar y criar; que constituye el vínculo simbiótico, ineludible en las hembras mamíferas.
El núcleo en el que se desenvolvía la mujer, era el núcleo de la crianza (endofamiliar), con todas sus extensiones. Y el hombre, se desenvolvía y se desenvuelve en gran medida todavía, en el otro núcleo, el exofamiliar, libre de una actividad reproductiva mayor, pudo hacer de su vida otra forma de relación con el mundo. Fue lo que le permitió, a este sujeto masculino realizar gran parte de la cultura simbólica elaborada, la ética, la técnica y tecnología, el conocimiento científico, todo lo cual se le hace asequible porque invierte su vida de otra manera (como dije no se fecunda, no gesta, no pare, no amamanta, casi no cría). Sin embargo todo este trabajo masculino, termina perteneciendo a la especie y a la naturaleza, no al sexo masculino; puesto que todo es un solo sistema natural, que como dice Ludwing Von Bertalanffy padre de la teoría de sistemas es “un conjunto de elementos recíprocamente vinculados”
La Revolución Industrial y la Revolución Francesa, referencialmente no realmente, marcarían experiencias donde el resultado de esa actividad masculina, hace que esta división intrafamiliar y exofamiliar de funciones determinada por lo reproductivo evolucione rápido. Esa inventiva masculina consiguió, que la relación con el mundo, mecánica, material del hacer, no exigiera la fortaleza física típica del hombre. Además, logró manejar la fertilidad con técnicas de control de la natalidad con lo que liberó a la mujer de una reproducción permanente; sin la cual no existiríamos en todo caso como seres humanos, nos hubiéramos extinguido.
Estas condiciones de los humanos, fueron permitiendo el acceso de la mujer al núcleo creado por el hombre, el exofamiliar desde el endofamiliar (en cuanto de crianza). La mujer con su distinta sexualidad, que tiene su modo de ver el mundo se dirige a estos círculos del trabajo, del conocimiento, de la técnica, de lo militar, o lo que sea, dándole una impronta que es propia de su “mujeridad” . Con aspiraciones propias, sus propios temores y ambiciones. Con la llegada de la mujer a la dimensión masculina de la especie humana, al liberase de algunas de las presiones biológicas, propias de su sexualidad, se crean todos estos cambios en contra de lo esencial masculino que son: la agresividad, el impulso sexual más fuerte y activo; subjetividad y otros elementos importantes, directamente asociados a las hormonas sexuales, muy bien establecido desde hace tiempo.
Toda la gran ola de activismo, actual de tipo ”hembrista”, – no lo voy a llamar feminista porque es lo más instintivo de lo femenino, lo mismo que el “machismo” es lo más instintivo de lo masculino-, hoy día se instala con las características de la mujer, de su particular forma de ser persona. Es determinante que esto coincide con internet y la explosión de las redes sociales, porque el mundo entero se convierte en una masa o multitud en una cascara de nuez. Actuación de masa, que tiene características psicológicas y conductuales diferentes al individuo. Estas características son: impulsividad, emocionalidad, cambios bruscos de conducta, intensidad en las reacciones, variabilidad, irracionalidad, idealización, euforia, furia etc. Esencialmente manifestaciones de fuerza y potencia, pero no prolijidad, orden, precisión, coordinación armónica, diálogo y otras, que son aspectos importantes para la convivencia humana, que resumimos muchas veces como “democracia”: un cajón de sastre de lo políticamente correcto y una idealización que no existe en ninguna parte, pero útil sin duda.
Toda esta etapa actual, podría llamarse, en una mirada larga no contingente, la “Era de la represión de lo masculino”. Y no podría ser de otra forma probablemente. Por eso las leyes de la igualdad, contra la violación, contra la pedofilia, contra el acoso sexual, las leyes de paridad, todas están destinadas finalmente a poner bajo control a la sexualidad del macho humano, que está más expuesta a estas conductas, que se están criminalizando mayormente, y se entran a criminalizar más. Así lo muestran los estudios de manera absoluta y general. Por si no fuera suficiente la observación de la mayoría en la vida diaria.
Esta causa humana hembrista con su expresión feminista en lo más político cultural , no tiene solo virtudes como toda causa humana, además posee: injusticias, abusos, ingenuidades, inercia, pretensiones de poder, imposibles, en medida que las exigencias del hembrismo que se plantea nacen de bloqueos de pensamientos equilibrados y racionales, como suele ocurrir cuando se trata de movimientos de masas intensos y parciales, de intereses de sectores de la comunidad; que afectan al total, ciertamente. Lo mismo que su equivalente el machismo con su masculinismo político cultural.
Los cambios de esta “Era de la Represión de lo Masculino”, no van a contradecir las grandes diferencias con sus derechos, de estos dos géneros sexuales en particular. Porque, los cambios tienen que ser sustentados en la vida biológica y su expresión cultural que somos. El mismo sujeto masculino sabrá reaccionar tanto en aceptar y respaldar cambios justos, como resistirse a los cambios incompatibles a su condición masculina verdadera. Y por el propio sentido de justicia que tiene el sujeto femenino va a poner razonabilidad a sus demandas, no va a querer que el hombre invada de “igual a igual” la crianza, no lo toleraría.
La masculinidad que se está reprimiendo en este momento, va a demorarse en reaccionar, quizás, pero va a reaccionar de una manera correcta. Jugando la nueva función emergente que le corresponda en el inevitable dimorfismo sexual humano. En nombre de la sociedad completa obviamente. De la misma forma que el movimiento hembrista con sus aspectos político culturales feministas, también lo hacen en este momento en nombre de la sociedad entera. Machismo y masculinismo versus hembrismo feminismo no se dominan, pasan por distintos equilibrios.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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