Incombustibles – El Mostrador


Antes que todo, sí, soy admirador de Roger Federer. Trato de ver todos sus partidos, los disfruto, gozo y a veces, sufro. Y escribo esta columna pensando en lo privilegiado de poder observar a tres tremendos atletas del tenis como él, Nadal y Djokovic,
En el fútbol, el debate constante se relaciona con el recambio generacional y en el tenis también es parte de la discusión, tal vez más acostumbrada y normal, ya que al ser un deporte individual se produce de manera habitual.
Hoy en el mundo del tenis se habla de “next gen” -la nueva generación- donde están Zverev, Coric, Shapolavov, Kyrgios, Tsitsipas, Tiafoe, de Minaur y varios más. Es el alemán Zverev quien, según los más entendidos; tiene reales opciones de ingresar al olimpo tenístico, uno que desde hace una década siguen dominando Federer, Nadal y Djokovic y por eso surge la pregunta: ¿Por qué estos titanes siguen en la elite?.
Federer, quien cumplirá 38 años en agosto, tiene números monstruosos a su haber. Anote algunos: 100 títulos, 20 Grand Slam, 30 finales de Grand Slam y más de 1.190 partidos ganados. El suizo, según muchos, es por lejos él mejor tenista de toda la historia, no sólo por sus registros, sino además por todo lo que le brinda en cuanto a espectáculo y hambre de gloria. Y ese es el punto que hace al de Basilea distinto a los jóvenes irreverentes de poleras coloridas y zapatillas onderas. Él entra a la cancha a dominar e imponer, a marcar nuevos récords y superarse a sí mismo.

Nadal y Djokovic son de esa misma escuela, con algunas pequeñas diferencias. El español y el serbio son menores a Federer, 32 y 31 años respectivamente, pero también sus estadísticas son fenomenales. Ambos números uno del orbe, ganadores de Grand Slam y tenistas que han privilegiado al circuito con su talento y esfuerzo. Nadal ha ganado 11 veces Roland Garros -por mencionar una de sus gestas- y Djokovic ya suma 15 títulos de los grandes.
O sea, entre estos tres se dan el gusto se tener 29 de los últimos 36 títulos de Grand Slam, una verdadera locura. Y esto tiene factores sicológicos y tenísticos, especialmente, porque el deporte blanco se basa en un gran porcentaje en la alta concentración y el poder sicológico en los momentos claves de los partidos, una arena donde estos tres líderes parecieran tener talentos superiores a la de cualquier mortal y de la propia “next gen”, que muchas veces no pelean y entregan fácilmente los partidos.
Ver a un Federer, Nadal o Djokovic en momentos de apremio y darse cuenta que tienen hielo en las venas para sortear ese momento, sobrecoge. Saben y dominan sus emociones de manera casi perfecta.
Con ellos, los “next gen” tienen cátedra -semana a semana- en arcilla, pasto o cemento para crecer, mirando y observando a estos titanes. Sin duda, tienen el talento y condiciones para llegar a lo más alto, pero son una generación que entrega señales tal vez erráticas. Es más importante la foto de Instagram, las zapatillas o la tenida especial. Les falta por madurar y crecer, porque hasta ahora no se observa ese fuego que estos tres lideres del tenis mayores de 30, derrochan en la cancha.
Soy ferviente admirador de la épica deportiva. Como dije, soy seguidor de Federer y, si hay algo que me conmueve cada vez que vuelvo a verla, es esa final de Australia 2017, es ese grito atípico del suizo tras imponerse a Nadal en cinco sets. Ese desahogo de vencer a un par de ese tonelaje, de decir, una vez más, aquí estoy, de volver a mostrar que es incombustible….
Larga vida al “King” Roger y sus escuderos Nadal y Djokovic.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



Source link

Related Posts

Add Comment