translated from Spanish: Ascender: el camino a la cumbre de Hernán Leal

Desde el 6 piso de Fastco -empresa que maneja Hernán Leal (52)- se tiene una vista privilegiada de Providencia. Casonas blancas, edificios cristalinos, calles amplias y verdes. Pero lo que atrapa la visión de quien visite su oficina es la ilustración del Saṃsāra -ciclo de vida, muerte y reencarnación en varias tradiciones orientales- que tiene colgada al lado de su escritorio.
-Me gusta mucho el budismo, pero no soy budista.
-¿Cómo lo aplicas?
-Es difícil… Soy más consciente de algunas cosas. Cuando como carne, pido perdón porque hay un ser vivo detrás. Necesito la proteína, sobre todo con lo que hago. Pero te lo estás comiendo igual. También tengo desapego a ciertas cosas: me encantan los autos, me encantan los viajes. Me encanta el lujo… Pero no son lo esencial en la vida. Y cuando uno está en la montaña, lo aplicas. ¿Para qué te sirve el lujo?
-¿Cómo coordinas esa creencia con el hecho de dirigir una empresa? Si hablamos de desapego, en una empresa hay varias cosas a las que apegarse…
-En la empresa todas las utilidades que tenemos se reinvierten. Esa es una manera de no acumular. Acumular sería sacar de ahí y empezar a comprar cosas que no tienen sentido. Reinvertimos las utilidades para generar empleo.
Un viaje que lo cambió todo
Fue precisamente su descubrimiento del budismo el que le llevó indirectamente al montañismo. Tras una crisis en sus convicciones evangélicas, viajó hace poco más de ocho años a Nepal a estudiar otras corrientes religiosas. “Fui a estudiar Budismo, Hinduismo e Islam. Me fue súper bien. También fui a hacer yoga de distintos tipos. Estudie meditaciones y además hice trekking”.
De la mano del trekking conoció el montañismo, enamorado del cuidado físico que implicaba practicarlo. “Para hacerlo tienes que tener un muy buen estado físico. Si fumas, fumas muy poco, si bebes, bebes muy poco. Te lleva a una vida sana sí o sí”.
-¿Llevabas una vida desordenada antes?
-No, pero sí más occidental. Tampoco fui farrero, pero ahora soy mucho más sano de lo que era antes. Dos meses antes me restrinjo todo. A mi me gusta fumar puro, uno o dos a la semana. Dos meses antes no fumo ninguno. Me cuesta, pero se que voy a algo en donde tengo que estar al 100%. Me encanta el gin tonic. Ni un sorbo dos meses antes. A lo mucho una cerveza o una copa de vino.
-Pero supongo que celebras cuando bajas de alguna cima…
-Sí, sin falta. Con mis sherpas, cuando bajamos nos tomamos la cerveza más rica del mundo: Sherpa Beer. Tienen lager y roja, a mí me encantan las rojas. Mejor que un Dom Perignon.
-Me dio envidia, no creo que lleguen a Chile…
-No, no llegan.
Empresas y cumbres
Nació en Osorno hace ya 52 años. De orígenes humildes, Hernán Leal Barrientos cursó su enseñanza básica en una escuela pública. Su educación media la cursó en el Osorno College como becado.
Donde verdaderamente brilló fue durante su educación superior. Entró en 1985 a la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, desde donde se tituló como Ingeniero Comercial. También es licenciado en Administración de Empresas, además de contar con estudios de manejo de empresas en Harvard.
Sin embargo, esa es tan solo la mitad de su vida. Desde el año 2012 que se ha dedicado al montañismo. Tras 4 años de preparación, logró escalar las llamadas “Seven Summits”, las montañas más altas de los 6 continentes, más el Denali en Estados Unidos.
A finales del año pasado, Leal lanzó su libro “Las montañas que llevamos dentro”. En él cuenta su método para superar los desafíos que surgen en la vida, a través de sus experiencias personales como empresario y montañista.
“Son tres claves de un modelo que desarrollé para conseguir mis sueños”. La primera es la capacidad de soñar bien, separar ilusiones de aspiraciones. “Un buen sueño es algo que te entretenga. En la montaña no tienes ninguna comodidad, pero a mi me entretiene. Disfruto estar una vez o dos al año estar sin esas comodidades”.
La segunda es entender las capacidades de uno para lograr sus objetivos. “Yo tengo problemas a la tráquea y a mi trapecio derecho. Por lo mismo tengo que entrenar basándome en mis limitaciones”.
Finalmente, está la capacidad de sobrellevar los obstáculos. “Cuando estás escalando una montaña, te vas a encontrar con grietas, con muertos, vas a tener que cruzar mirando el vacío. Son obstáculos que uno debe saber y estudiar. Por eso fracasan tantos empresarios, porque muchas veces el emprendedor no sabe previsualizar los obstáculos, y cuando les toca enfrentarse a ellos no saben cómo actuar”.
La próxima cumbre
Son estos principios los que le han permitido a Hernán sobrellevar sus complicaciones físicas para el montañismo. Su voz, grave y baja de volumen, fue la secuela de una parálisis de su cuerda vocal derecha. “Con fonoaudiología lo pude superar. Una de las soluciones que tuve que elegir fue colocarme un implante en la tráquea para empujar esa cuerda hacia la izquierda. Mejoré mi volúmen pero me causó un problema: me achicó la tráquea. Cuando le conté a mi doctor que quería hacer montañismo me dijo ‘tú estái loco'”. Probablemente su doctor también sabía del corte que tiene en su trapecio derecho, producto de un golpe con una pelota de golf, que le impide jalar correctamente con su brazo.
Por lo mismo, su acondicionamiento físico suele ser más intenso que con otros montañistas. Duerme durante 6 días a la semana en una carpa hipóxica, que quita el oxígeno disponible para aclimatar el cuerpo a alturas extremas, como las que enfrentará en abril próximo en el Kanchenjunga, Nepal. La tercera cumbre más alta del planeta, con 8.586 metros.
El Kanchenjunga tiene una característica especial: es una de las menos escaladas después de los 8 mil metros. Tiene los mismos riesgos que todas las cumbres sobre los 8 mil: todas tienen grietas, todas tienen sectores de avalancha. Pero esta es la menos escalada porque el día cumbre -el día que va desde el último campamento hasta la cima- es demasiado largo. Si para el Everest un escalador promedio se demora unas 14-16 horas, ida y vuelta, para el Kanchenjunga son entre 20 y 28 horas. El peligro reside en el hecho de que las sobre los 7.500 metros son conocidas como las “zonas de la muerte”: la falta de oxígeno y presión atmosférica produce que el cuerpo humano regenere células a un nivel más lento de las que mueren.
-Cuando llegas a la cumbre, ¿qué ves?
-Llegar a una cumbre de estas, incluso a algunas de las seven summits, que no son tan altas pero son simbólicas, a uno lo inunda la emoción. Todos se quiebran ahí, con lagrimita y todo. Como hay tanto esfuerzo físico, es inevitable. Pero la vista siempre es increíble. Es muy parecida a la que puedes ver en un avión, donde vas a 9.000 metros. Pero a un avión te subes y se acabó. Subir eso mismo por ti mismo te cuesta. Se sabe de otra manera.

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