13 indígenas presos tienen casi un mes en huelga de hambre


Indígenas presos en tres centros de reclusión del estado de Chiapas cumplen este miércoles, 10 de abril, 26 días en huelga de hambre, con una única demanda: su liberación inmediata e incondicional, luego de acumular más de una década encarcelados, sin que en su contra existan pruebas de culpabilidad, salvo confesiones extraídas bajo tortura.
Agrupados en los colectivos La Voz Verdadera del Amate y Vijiketik en Resistencia, los trece indígenas en huelga de hambre (y otros siete que por su precaria condición de salud no son se sumaron al ayuno, pero sí forman parte de la protesta) realizan esta acción en tres cárceles chiapanecas y, tal como explicaron sus familiares en entrevista, “la lucha no es sólo por ellos, sino por todos los indígenas presos injustamente”.
En total, detallaron representantes de ambos colectivos, son 20 presos por los que se demanda la liberación “inmediata e incondicional”, todos con un común denominador: se trata de indígenas que fueron detenidos sin órdenes de aprehensión, torturados para confesar delitos, y que no contaron con traductores o intérpretes durante sus juicios, para poder defenderse.
“A lo largo de este caminar –explica Juan Pablo Nava Gómez, del Grupo de Trabajo No Están [email protected], que da acompañamiento a las familias de los presos en huelga de hambre– lo que nos hemos encontrado es que el gobierno de Chiapas es muy racista, y en contra de los indígenas usan la tortura como un mecanismo cotidiano para crear chivos expiatorios (personas inocentes, incriminadas para otorgar impunidad a los verdaderos perpetradores)”.
Los casos de los 20 presos en huelga de hambre, detalló, “son casos ejemplificativos, no son excepcionales, sino, por el contrario, son casos que muestran muy claramente este mecanismo, que castiga a indígenas para simular que se hace justicia”.
En los 20 casos, explicó Juan Pablo Nava, “la única prueba que presentaron las autoridades fue la confesión autoincriminatoria de los acusados, no hubo ninguna investigación, y en algunos casos, el Ministerio Público llegó a presentar testigos de los delitos, que terminaron reconociendo que los detenidos no eran los delincuentes verdaderos, y aún así, todos estos indígenas fueron declarados culpables, y han pasado, 10, 12, 15 años en la cárcel, injustamente”.
“Se me acabó la juventud en la cárcel”
Alfredo Gómez López tiene en la actualidad 28 años, y aún cuando su edad lo ubica dentro del grupo de población “joven” del país, él se pone fuera de ese grupo. “A mí se me acabó la juventud en la cárcel”, explica.
Hace diez años, Alfredo salió de su casa, en una comunidad tzotzil aledaña a San Cristóbal de las Casas, con la intención de adquirir en dicha cabecera municipal un poco de fertilizante, para la parcela que cultivaba junto con sus padres.
“Somos gente humilde –explica Alfredo–, yo no tenía bronca, iba por mi fertilizando, y venía caminando yo, y entonces me abordan cuatro personas, y me suben a una camioneta, y me tapan mis ojos con una chamarra que traía yo, y me llevan a un lugar donde me dicen que yo me culpara, que haga yo cargo de todos los delitos que ellos me dan”.
En ese momento, explica Alfredo, él era un joven de 18 años que apenas comprendía el español, y entre golpes, detalla “sólo entendía que me decían que había yo matado, (el interrogador) me dio delincuencia organizada, y narcomenudeo, como seis o siete delitos, y me dijo ‘tú tienes que aceptar todo esto, porque tú lo has hecho”.
“Yo no entendía bien el castilla (el español), porque no tengo estudio, pero les dije que no he hecho nada, pero entonces todo fue a base de golpes y tortura, empiezan a golpearme en todo el cuerpo, me dio bolsa de nailon para asfixiarme, hasta dejarme desmayado de tanto golpe… me puso agua con una franela en la nariz… me dio Tehuacán con chile en la nariz igual, pero yo dije que no aceptaba los delitos que me daba, ¿cómo voy a aceptar algo que no hice? Entonces me dijo ‘ah, con esto vas a aceptar’, y fue ahí que me ponen corriente eléctrica en mis partes íntimas, en mis testículos”.
Semiconsciente, señala Alfredo, “sólo sentí que me agarraron la mano y me presionaron el pulgar contra unas hojas, estaba vendado yo de la vista, y me dijeron que no opusiera, que estaba firmando los papeles de mi libertad”.
Fue así como Alfredo terminó “confesando” su participación en un homicidio. Nunca hubo una orden de aprehensión en su contra porque, oficialmente, fue detenido in fraganti, luego de ser señalado por supuestos testigos del crimen.
Sin embargo, aclara Alfredo, “esos testigos nunca se presentaron, y los testigos que yo presenté, que vieron que yo estaba en mi casa, que no estaba en donde dicen que maté, a mis testigos no los aceptó el juez”.
Peor aún, lamenta, aún cuando en ese momento no dominaba el español, durante el juicio nunca contó con la asistencia de un intérprete.
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