Operación La Carlota: el escenario sirio se abalanza sobre Venezuela


El alzamiento de la base aérea La Carlota no parecía –al menos preliminarmente- estar destinada necesariamente a derrocar a Nicolás Maduro. La abundante información da cuenta más bien de un deseo de someter al régimen a una presión definitiva que prepare un escenario de confrontación civil, donde la opción siria pareciera como la más probable.
En efecto, la solución pacífica, o un arreglo pactado, se ha ido diluyendo estos últimos meses, y este episodio deja en evidencia que las partes prefieren dirimir el impasse haciendo uso de la fuerza. En ese esquema, las tratativas diplomáticas no pasan de ser asuntos secundarios, útiles sólo para captar los estados de ánimos. La Venezuela de hoy se está uniendo -guste o no guste- a Siria, Libia, Balcanes y tantos otros lugares que demuestran algo muy difícil de admitir: que la humanidad aún no le gana la guerra a la guerra.

En ese contexto, se debe recordar que desde 1989 en adelante, la guerra civil se ha convertido en la forma de violencia humana más extendida, más visible y más destructiva. Desde ese año, cuando llega a su fin el enfrentamiento ideológico entre la URSS y EE.UU., se pueden contabilizar hasta 20 el número de guerras civiles que tienen lugar de manera simultánea en el planeta. Diversos think tanks indican que estos conflictos han costado cerca de 30 millones de vidas militares y una cantidad indeterminada, pero elevadísima, de heridos y daños sicológicos en poblaciones civiles.
Este cuadro apunta a un hecho muy curioso. Los ojos latinoamericanos prefieren ver esta realidad de conflictos civiles como algo improbable. Se suele olvidar que las guerras civiles latinoamericanas del siglo 20 no son pocas (como en México, Cuba, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Bolivia y Colombia, incluidas revoluciones) y también han dejado un reguero importante de sangre, daños materiales así como traumas en millones de personas. Por lo tanto, las guerras civiles no exhiben característica alguna que permita suponer una suerte de repentina sanitización del espacio regional.
Pero claro, una guerra civil es una categoría más bien vivencial y normalmente quienes la experimentan tienen la certeza de hallarse inmersa en ella antes que los organismos internacionales o demás países reconozcan el hecho. Eso quedó en claro con lo sucedido el martes. Los venezolanos parecen haber arribado a una situación política descubierta por los romanos, quienes primero que nadie entendieron el conflicto interno como guerra civil (“entre conciudadanos”) y para ello desarrollaron el concepto “bellum civile”.
¿Entrega el choque en La Carlota elementos de análisis para pensar en el escenario sirio? Varios.
Uno: la cohesión de las FF.AA. permanece, aunque bastante mermada. El episodio Leopoldo López (quiebre de arresto domiciliario, transporte hacia la base aérea e ingreso a embajada de Chile) es el mejor indicativo que Guaidó goza de algunas simpatías en sectores dispuestos a arriesgarse a maniobras tan peligrosas como aquellas. Ha circulado el nombre del general Manuel Cristopher Figuera como cabeza del grupo que rescató a López. Su nombre coincide con el de un alto cargo militar. Por añadidura, se ha señalado que Vladimir Padrino y otros altos mandos habrían negociado una salida de Maduro en días previos. Esto significa que sería aventurado calificar hoy a las FFAA como una entidad monolítica.
Dos: la ausencia de Maduro durante casi todo el día y los tuits descoordinados de D. Cabello y otros son reveladores que el régimen fue sorprendido y no tuvo respuesta inmediata. O sea, la cúpula gobernante ya sabe que su rival dispone de capacidades que hasta ayer se negaba a ver.
Tres: lo ocurrido revela que los venezolanos ya no pueden cultivar su existencia al amparo de una misma ley. La sociedad está fracturada definitivamente y, producto de ello, las instituciones han empezado un proceso centrífugo.
Cuatro: Venezuela es geopolíticamente un ente dividido en cuatro grandes áreas, muy diferenciadas en cuanto a peso económico y poblacional; una andina, una amazónica, una caribeña propiamente tal y una derechamente atlántica. Las guerras civiles, especialmente la siria, siguen patrones muy asociados a divisiones. A más fragmentación, más frentes se abren.
En consecuencia, la operación La Carlota ha dejado tras sí la amarga sensación de que la tierra de Bello tomó el camino del precipicio.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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