Venezuela, de las noticias falsas a las realidades falsas


Primero aparecieron las noticias falsas, esas que usan las redes sociales para difundir noticias que no son reales. Pero ahora surge un nuevo elemento de falsedad, los hechos falsos. Esto ocurre tras la presunta asonada militar en Venezuela contra el Gobierno del Presidente Nicolás Maduro, liderado por el congresista Juan Guaidó, el “Presidente Encargado” de ese país, que no resultó ser más una protesta opositora al régimen de Maduro en una plaza aledaña a una base aérea en Caracas.
Nos despertamos el 30 de abril con la noticia “golpe de estado” en Venezuela. Pero tal como dice el lingüista estadounidense George Lakoff, el contenido de la noticia no era más que el típico elefante de las clases de comunicación. Es decir, la construcción de un marco referencial sobre la construcción de sociedad.
El trabajo más relevante de Lakoff es “No pienses en un Elefante: Lenguaje y Debate Político” (Editorial Complutense, 2004), y en él dice que en la “política nuestros marcos conforman nuestras políticas sociales y las instituciones que creamos para llevar a cabo dichas políticas. Cambiar nuestros marcos es cambiar todo esto. El cambio de marco es cambio social”. Y es allí donde nos sorprende la noticia del presunto golpe de estado en Venezuela.
En ese escenario podemos analizar lo que ocurrió con el líder opositor venezolano, Juan Guaidó, quien buscó un cambio de marco social de ese país, al generar un hecho que se denominó como un golpe de estado, evento que captó la atención de las agencias de noticias, los canales de noticias (siempre hambrientos de contenido), los gobiernos de la región y en particular el de Estados Unidos.
Guaidó apareció en los medios rodeado de soldados y del dirigente político Leopoldo López, quien cumplía condena bajo reclusión domiciliaria y se habría fugado ese día con la ayuda de militares. Los medios nos informaban que los hechos venían desde la más importante base aérea de Venezuela. Por tanto, la posibilidad de una asonada militar era real. Desde la tribuna de los medios nos informábamos esperando conocer el desenlace final, donde las FFAA se fracturarían o se plegaban al golpe de Guaidó o se mantenían leales al Gobierno de Maduro.
Entonces al despertar el martes 30 de abril, y ser informados por las noticias que se estaba llevando adelante un golpe de estado en Venezuela, y que el líder opositor estaba en una base aérea, de inmediato nuestra memoria y experiencia de vida nos llevó al 11 de septiembre de 1973.
Nos imaginamos tanques en las calles, pensamos en patrullas del ejército en camiones controlando el tráfico de personas, pensamos en un asalto al palacio de gobierno, en este caso Miraflores en Caracas, la capital venezolana. Nuestro marco cognitivo nos recordó bandos o mensajes castrenses precisos, directos, además del corte de todos los canales de comunicación, para así controlar la información y prevenir que el gobierno pudiese reagruparse.
Al despertar el martes 30 de abril, y ser informados por las noticias que se estaba llevando adelante un golpe de estado en Venezuela, y que el líder opositor estaba en una base aérea, de inmediato nuestra memoria y experiencia de vida nos llevó al 11 de septiembre de 1973.
Pero nada de eso ocurrió. Las imágenes que veíamos eran un par de vehículos antimotines, efectivos en motocicletas o a la policía buscando controlar a un grupo de manifestantes, mientras disparos acompañaban los disturbios.
Por otro lado, Guaidó llamaba a la población y las fuerzas armadas a levantarse en una denominada “Operación Libertad” para acabar con el gobierno de Maduro. Pero no veíamos a las Fuerzas Armadas en las calles, no se observaba movimiento de tropas, las imágenes de televisión se concentraban en disturbios en la cercanía de la base aérea que sería el centro del golpe militar.
Ya para el mediodía, la construcción mental semiótica del golpe de estado contrastaba con las imágenes de la televisión. Dicho golpe de estado parece que no era tal. Nos enfrentamos a un conflicto del intelecto, le dábamos crédito a las imágenes de televisión en su marco real, o le dábamos rienda suelta al marco construido por Gauidó, ese el del llamado golpe de estado. Dentro de esa disonancia discursiva durante el transcurso de la tarde, nos convencimos que el marco creado por Guaidó no era más que otro montaje fallido, tal como lo fue el de la famosa ayuda humanitaria de febrero, que convocó al Presidente Sebastián Piñera a Colombia para acompañar a Guaidó, junto al presidente derechista Iván Duque.
Llegamos a concluir que esta construcción medial del golpe de estado fue un montaje, o hecho falso creado por Guaidó, para generar o esperar que con el cambio de marco cognitivo, como dice Lakoff, que las FFAA venezolanas se levantasen en contra del gobierno de Nicolás Maduro.
En Chile tenemos ejemplos de la construcción de realidades falsas: por ejemplo, el Plan Z, de septiembre y octubre de 1973, usado para justificar las masacres tras el golpe militar. O las noticias que publicaba el mercurial vespertino La Segunda que titulaba un 25 de julio de 1975, “Exterminados Como Ratones”, al explicar la masacre de 119 personas presuntamente vinculadas al MIR por la DINA de Pinochet durante la Operación Colombo.
O quizás un ejemplo más reciente, las noticias falsas que crearon realidad paralela en Chile con la llegada masiva de migrantes de Haití, donde mediante las redes sociales se construyó una verdad alternativa que decía que la entonces presidenta Michelle Bachelet recibía pagos en dólares por cada migrante que ingresaba al país.
Las realidades sociales deben siempre ajustarse al marco referencial de la construcción de la sociedad. En el caso venezolano, el gobierno de Maduro se sostiene en el poder con apoyo ciudadano y el importante respaldo de las fuerzas armadas. Pero lo que busca Guaidó es la construcción de realidades paralelas a la sociedad, tal como lo hace el mundo conservador de la política norteamericana bajo la premisa de mantener a sus electores unificados tras marcos específicos referenciales de construcción de realidad, diferentes de la sociedad imperante en Estados Unidos.
Ejemplo de aquello es la realidad paralela del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien se identifica como un negacionista del calentamiento global. Para Trump, el calentamiento global es una creación de China para obligar a Estados Unidos a dejar de lado las energías fósiles como el gas y petróleo, para así frenar la economía de Estados Unidos en desmedro de los avances económicos chinos.
Por su parte Guaidó, con la ayuda o manipulación de los medios y asesorado sin duda por expertos comunicacionales de Estados Unidos, genera cada cierto tiempo presencia en la sociedad venezolana para mantener unida a la oposición en contra de Maduro, para que no ocurra dispersión o cansancio de participar de protestas que no conducen a nada, y que no han logrado fracturar la estructura de poder del gobierno.
Pero Guaidó sólo ha podido configurar mundos alternativos al marco referencial de la sociedad venezolana, lo que contrasta con la realidad de otras latitudes donde la oposición ciudadana en las calles logra derribar gobiernos autoritario en cosa de semanas, como ocurrió en Sudán o Argelia.
Desde ese punto podemos cuestionar todo lo que nos informan los medios desde Venezuela. Podemos presumir entonces que la falta de alimentos o de medicinas son construcciones mediáticas de realidades alternativas, al igual que podemos creer que la falta de servicios básicos es por sabotaje opositor y no por la falta de mantención de la infraestructura de agua potable y electricidad. Todo ahora está en duda.
Nos queda por concluir entonces que Guaidó y los medios han construido realidades falsas. Es decir, la realidad que ha construido no existe, no es más que el elefante mediático.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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