El tren como parte de la historia de Chile y desarrollo


El tren es parte de la historia de Chile. Desde la inauguración del primer tramo ferroviario entre Caldera y Copiapó en 1851, el desarrollo del país rodó sobre rieles de acero y se soportó en durmientes de madera.
EFE llegó a ser una inmensa empresa estatal, que transportaba miles de toneladas y pasajeros en casi todo el territorio nacional. Pasaron más de 120 años de desarrollo del ferrocarril hasta que malamente en la década del 70, en plena dictadura y sin capacidad alguna de protesta, el tren fue olvidado, dejado lentamente de lado y con ello se comenzó a sepultar un modo de transporte fantástico. Para los 90 el tren era un problema para el Estado y después de haber contribuido por más de un siglo al crecimiento de este Chile pasó a ser un problema.
Sólo en Chile ocurren estas cosas sin sentido. Hoy nuevamente como en 1851 hay quienes comienzan a vislumbrar que el tren es un aporte y es necesario, que las carreteras congestionadas y buses rurales de mala calidad no son una solución. Por ello en Melipilla vuelve a chirriar el sonido de rieles y ruedas de acero, acompañados de muchas voces ciudadanas que claman su regreso. Nunca fue más necesario un tren que hoy. Nuestros políticos, paladines del neoliberalismo a ultranza, deben entender que es imposible que el mercado asegure calidad de vida por sí sólo, se requiere de inversión pública que conlleve beneficios sociales y no sólo financieros.
El tren es costoso sólo dependiendo del punto de vista que se mire. Para un Talagantino que ahorrará 90 min/día de viaje que equivalen a 15 días/año de tiempo junto a su familia y no en una micro. ¿Es caro un tren con ese beneficio?, yo creo que no. Es de esperar que nuestros políticos vean lo mismo o se cambien a vivir a Talagante para que lo entiendan.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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