Carne vegetal: ¿a qué le temen los carniceros?


Los diputados Harry Jürgensen e Iván Flores ingresaron un proyecto de ley en la Cámara Baja que busca se prohíba que la denominación “carne” sea utilizada en productos que hoy se presentan como carne vegetal.
Se trata del Boletín N° 12599-01, cuyo principal argumento es que “causa la confusión de muchos consumidores que en innumerables casos creen que al adquirir el producto están adquiriendo proteína animal sólo de una nueva variedad que no conocían, como el caso de la mal denominada “carne de soya”.
Este es un argumento injurioso y despectivo respecto a la inteligencia de la población. Asume que los chilenos no logran entender lo que dice una etiqueta. Es un argumento vejatorio y despreciativo que sólo esconde el objetivo de evitar que nuevos actores en el mercado de la alimentación puedan competir con los grandes industriales de la carne de origen animal.
Así lo confiesa el propio diputado Jürgensen en entrevista a radio Biobío donde declara que “hay que proteger a los productores de carne, que ven una competencia desleal frente a lo que ellos producen…”
Esta propuesta es atentatoria contra la libre competencia, protege los intereses de grupos económicos y busca poner una traba administrativa a la comercialización de una nueva generación de alimentos sanos que está ganando un espacio cada vez más significativo en el mercado.
Tan es así que incluso reconocidas fábricas de productos basados en ingredientes de origen animal han entrado a este mercado con sus propias alternativas vegetarianas como las hamburguesas de soya de La Crianza y de PF y lo mismo en el mercado de los lácteos, con los yogures y leches de soya de Loncoleche o las leches de almendras de Quillayes.
Decenas de nuevas empresas y emprendimientos se han creado en Chile en este rubro y tienen un altísimo potencial de crecimiento. Algunos ejemplos son Nutritarian Foods, Quelp, Lekum, EcoCare, Pepilu, LeBurguer, Not Company, Eggless, Vegusta, Imelcos S.A. entre otras.
En Estados Unidos las empresas fabricantes de carnes vegetales han logrado una significativa penetración en el mercado. Tienen presencia en los más importantes supermercados y también están en cadenas de comida rápida como Johnny Rocket o Burger King.
En mayo de este año, el fabricante de carne vegetal Beyond Meat salió a la bolsa. Su IPO original de US$25 por acción se disparó de inmediato y al cierre del mes de Mayo, su valor se cuadruplicó a los US$100, valorizando la compañía en unos 6 mil millones de dólares.
Empresas similares como Impossible Foods, GardeIn, Daiya, y otras entregan al mercado una infinidad de productos veganos, basados exclusivamente en vegetales y son el mejor ejemplo de una industria naciente que está cambiando las reglas del mercado en beneficio de las personas y del planeta.
Tyson Foods, la mayor empresa de carne animal en Estados Unidos, anunció el lanzamiento de su propia línea de productos de carne vegetal. Es también el caso de Nestlé que proyecta en diez años ventas por US$1.000 millones en sucedáneos de carne.
El mercado en EE.UU. de sustitutos de carne vegetal asciende hoy a US$1.44 mil millones y de acuerdo a Euromonitor International el año 2023 crecerá un 74% para alcanzar los US$2.5 mil millones.
Ese es el verdadero gran temor de la industria nacional de la carne y para ello recurren a los servicios de dos diputados que debieran representar los intereses del país y no los intereses particulares de los poderosos industriales de la carne.
En lugar de poner trabas al surgimiento de estas industrias, Chile debiera fomentar con fuerza su desarrollo. La industria de la carne está en plena decadencia por no ser sustentable y provocar un daño infinito a la salud y el medio ambiente además de ser insaciable consumidora y contaminadora del escaso recurso agua. (FAO, La larga sombra del ganado)
En el mundo hay una creciente demanda por alimento sano basado en plantas y Chile está en una inmejorable posición para convertirse en un proveedor de clase mundial, desarrollando una industria agroalimentaria sustentable y con un gran potencial para propulsar el crecimiento económico del país.
En no muchos años más, la industria de la carne va a estar prohibida en el mundo. No por consideración por los animales, sino por preservar la existencia misma de la humanidad cuyo futuro solo se puede asegurar mediante la conversión de su actual dieta basada en productos de origen animal a una alimentación basada en plantas, mucho más eficiente, saludable y menos contaminante.
A pesar que en su redacción el proyecto de ley parece tener como propósito entregar información y evitar que las personas se puedan confundir, son los mismos propulsores de esta ley, tanto los diputados como sus mandantes, quienes se han opuesto en el pasado a que la gente se informe realmente respecto a los productos que adquiere.
Es el caso de la reciente moción para eliminar la tipificación VCUNO de la carne a nivel de consumidor final, que busca evitar que las personas se enteren de aspectos tales como la edad del animal del que proviene la carne que está comprando (si es joven o viejo), y el estado de contusiones y deterioro físico que presentaba el animal en el momento de ser matado.
También se han opuesto a que se informe respecto a la presencia o no de hormonas y antibióticos en la carne, atentando directamente contra la salud e integridad física de la población. (Uso de anabólicos en la producción ganadera y sus efectos en la salud de las personas, Biblioteca del Congreso, 19/12/2017)
También rechazan que la carne animal venga etiquetada con la advertencia que ha hecho la OMS reiteradamente en el sentido que “todas las carnes procesadas son cancerígenas” y “las carnes rojas podrían producir cáncer”. (OMS: Carcinogenicidad del consumo de carne roja y de la carne procesada, Octubre de 2015)
La industria de la carne animal es la mayor responsable de las emisiones de gases invernadero que explican el calentamiento global. Usan y contaminan agua en cantidades que son insostenibles. Es la mayor causante de la deforestación, y de la consiguiente extinción masiva de especies de la que es testigo la humanidad en la actualidad.
La industria de la carne y de la leche, con el uso masivo e indiscriminado de antibióticos es causante también de la resistencia a los antibióticos que presentan algunas bacterias, con el riesgo que ello conlleva para la salud de la población. Stop using antibiotics in healthy animals to prevent the spread of antibiotic resistance. OMS, November 2017)
Incluso desde el punto de vista etimológico, el proyecto es engañoso y abusivo, pues pretende apropiarse del lenguaje que es patrimonio vivo de los chilenos e hispanoparlantes en general.
En efecto, la palabra carne no se usa única y exclusivamente para referirse a “la parte comestible de los músculos de los animales … para el consumo humano” como pretenden los industriales matarifes.
Basta revisar la literatura, desde la Biblia para adelante para encontrar cómo la palabra “carne” ha sido utilizada para referirse a conceptos muy distintos y más amplios que esa limitada definición. En la Biblia, la palabra carne (hebreo basar, en griego sarx, en latín caro) tiene diversas significaciones. En ocasiones se refiere a todos los seres vivos en contraposición de Dios “Las obras de la carne son manifiestas, a saber: fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, rencillas, disensiones, divisiones, envidias, homicidios, embriagueces, orgías y otras como estas” (Gálatas 5,19,21)
En el diccionario de la RAE aparecen también varias otras definiciones y usos:
– Parte de un fruto o de un tubérculo, generalmente blanda, que está bajo la cáscara o la piel.
– Parte material o corporal del ser humano, considerada en oposición al espíritu.
– Uno de los tres enemigos del alma, que, según el catecismo de la doctrina cristiana, inclina a la sensualidad y lascivia.
Lo mismo ocurre en otros idiomas, en los cuales la palabra carne ha ido evolucionando en el tiempo para comunicar conceptos diversos.
La palabra “meat” (carne en inglés), tiene su origen en la palabra “mete” del inglés antiguo que significa simplemente alimento.
Hasta el siglo XIV se usaba la expresión “flesh-mete” para especificar un alimento basado en carne animal y sólo después se abrevió a “meat”. Para referirse a vegetales, en el inglés antiguo se utilizaba la expresión “grene mete”.
Lo mismo, en francés, la palabra “viande” que se utiliza para referirse a la carne animal, también tiene como significado “comida”.
Al igual que en el español, en inglés la palabra carne (meat) tiene diversas acepciones:
– The flesh of animals as used for food.
– The edible part of anything, as a fruit or nut: Crack the walnuts and remove the meats.
– The essential point or part of an argument, literary work, etc.; gist; crux: The meat of the play is the jealousy between the two brothers.
– Solid food: meat and drink.
– Solid or substantial content; pith: The article was full of meat, with few wasted words.
– A favorite occupation, activity, etc.: Chess is his meat.
Por tanto, pretender apropiarse y acotar el significado de una palabra simplemente porque le conviene a una actividad económica determinada, es un inaceptable y desvergonzado descaro.
La propuesta legal introducida por los diputados Jürgensen y Flores debe ser rechazada porque:
1- Es falaz: Nunca la palabra carne ha tenido un significado único como pretenden sus autores
2- Discrimina y atenta contra la libre competencia: Buscar favorecer en forma artificiosa a un sector en desmedro de una legítima competencia comercial.
3- Frena la innovación: La industria de alimentos basada en plantas es un sector de rápido crecimiento. Las innecesarias restricciones a estos productos son un freno al progreso de nuestro sistema alimentario.
4- Vulnera los derechos de los consumidores: Los consumidores interesados en comprar alternativas vegetales a los productos animales quieren saber qué están comprando. Las denominaciones que se refieren a los equivalentes cárnicos y lácteos proporcionan información importante sobre el sabor y los usos que se pueden esperar de un producto.
5- Es innecesaria: No hay evidencia que indique que los consumidores están confundidos o se sienten engañados por la actual denominación de las alternativas vegetarianas y veganas a los productos de origen animal. Sugerir que los consumidores no entienden el significado de las palabras “hamburguesas vegetales” (y otros términos similares) es un insulto a su inteligencia.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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