La crisis del imperio y Trump – La Opinión de Héctor Marín Rebollo



Todo régimen o sistema político que está próximo a morir muestra síntomas de podredumbre y descomposición.
Nerón, casi vuelto loco tocaba la lira y cantaba, (como nos lo presenta Leutemann en su imponente grabado), y acusaba a los cristianos del incendio de la ciudad allá por marzo del año 64, pero antes, en el año 59, había asesinado a Agripina, su madre.
Incitato, el caballo de Calígula fue nombrado cónsul por el emperador, pues lo dice Suetonio …”se sabe también que designó [a Incitatus] para el puesto de cónsul”.
Heliogábalo se castró en público y Caracalla que era un demente consumado mostrando síntomas de inestabilidad mental desde niño, aun así, fue emperador del imperio de Occidente. No se olvide que aquí mismo hemos recordado que el trono de Roma se remató en la calle por la guardia pretoriana, al mejor postor. Eran los sintomáticos signos del final del imperio esclavista romano.
Carlos IV de Francia, o Carlos el loco, fue afectado por la porfiria, enfermedad que lo llevó a olvidar quién era y a borrar de su memoria quiénes eran sus súbditos y subordinados y a asesinar a varios creyéndose, además, lobo, (licántropo).
Jorge III del Reino Unido gobernó loco: creía que un árbol era el rey de Prusia y es conocida la locura de Erick XIV de Suecia. Claro: era el final del absolutismo.
La iglesia católica no es ajena a estos trastornos. Muchos de sus ministros y pontífices cayeron por igual en excesos durante el feudalismo, lleno de extrema podredumbre. Y no hablemos de Papas.
Allí está el libro de Giovanni Boccaccio que no sólo es una novela erótica sino la expresión crítica acerca de la hipocresía de la clerecía y del Vaticano.
Bien. Hablemos ahora del cercano final del capitalismo y su crisis… Y claro, de su representante más conspicuo.
Nadie en su sano juicio hubiese pensado que el mal actor de un clown pudiese ser presidente de los Estados Unidos. Nadie.
Pero ganó las elecciones para lo que sirvió un pésimo sistema “democrático” en el que gana quien menos votos tiene, pues Hillary Clinton tuvo 2.8 millones de votos más que Donald Trump. Éste, ahora como mandamás, insulta, amenaza, vocifera, humilla, denigra, ordena, grita, berrea, patalea, desprecia, vomita fuego con sus palabras; se da el lujo de insultar a invitados y anfitriones; cree que el mundo y sus representantes son sus vasallos. Y en su locura, digna de Nerón, Caracalla o Calígula, quiere reelegirse. Eso es todo.
Las opiniones vertidas en las columnas son de exclusiva responsabilidad de quienes las suscriben y no representan necesariamente el pensamiento ni la línea editorial de Monitor Expresso
 
Profesor de Educación Primaria, Licenciado y Maestro en Pedagogía, diplomado en la Escuela Karl Liebknetch de Potsdam, Alemania. Realizó estudios de Derecho en la UNAM. Estudió la Maestría en la Universidad Hispano-Mexicana.



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