Santiago no está diseñada para la diversidad


Las ciudades enfrentan hoy –quizás por primera vez en la historia– la obligación y urgencia de responder a todos/as sus ciudadanos/as y sus diferencias. Las ciudades que consideran sólo a ciertos tipos de ciudadanos/as y que promueven sólo algunos estilos de vida se encuentran en permanente crisis, ya que los que quedan en las sombras van buscando, naturalmente, formas de adaptarse y sentirse parte, entrando en fricción con lo que se ha establecido como legítimo y oficial.
Como editores de ArchDaily, sitio web de arquitectura más leído en el mundo, estamos en contacto permanente con las tendencias y discursos –globales y locales– que aparecen y evolucionan en torno al diseño arquitectónico, el cual le da forma a nuestras ciudades y define, consciente o inconscientemente, nuestras maneras de habitar y relacionarnos.
Aunque la mayoría de los arquitectos actúan dentro de un marco más bien homogéneo, dando soluciones similares a problemas comunes, han surgido una serie de figuras disidentes que nos recuerdan que es urgente volver a observar con detención al ser humano para dar respuestas realmente útiles e inclusivas, considerando sus necesidades específicas como fundamento imperativo del diseño.
El Premio Pritzker –conocido como el Nobel de la arquitectura– ha justificado a sus últimas galardonados a través de una valoración explícita de los temas relacionados con la calidad de vida, la vivienda social, las políticas públicas, y el compromiso con las comunidades. El arquitecto español Andrés Jaque, por su parte, se ha convertido en uno de los referentes más importantes en relación al diseño y la exploración multidisciplinar que busca generar entornos urbanos inclusivos y conscientes de la diversidad. El año 2018, durante la tradicional Bienal de Venecia, un grupo de arquitectos y artistas levantaron una exhibición centrada en la práctica sexual del Cruising, para cuestionar el manifiesto oficial del evento. Oficinas jóvenes comienzan también a diseñar para nuevos tipos de familias, como vemos en la remodelación de un departamento en Madrid, desarrollada por los arquitectos de HUSOS.
Espacios Oscuros
Este fenómeno incipiente nos impulsó a profundizar sobre estos temas, tomando como caso de estudio la ciudad de Santiago. Reuniendo a miembros diversos de la comunidad LGBTI+, con el fin de conversar en torno a sus experiencias en los espacios públicos de la ciudad, la investigación –denominada Espacios Oscuros– busca también ‘mapear’ aquellos espacios en donde los/as participantes se sienten libres y apropiados/as, contraponiéndose con las zonas en donde se sienten incómodos/as e inseguros/as.
Los primeros análisis revelan que los espacios públicos de nuestra capital no están siendo lugares de encuentro efectivos para los miembros de esta comunidad. Con excepción de unas pocas calles y parques, la mayor parte de la región metropolitana aparece como una zona hostil, enfatizando en las periferias –sin distinción de clases sociales– como áreas que entregan, además, una cierta sensación de peligro. La permanente incomodidad y estado de alerta obligan a los individuos a buscar lugares alternativos de encuentro –espacios privados, clandestinos y/o ilegítimos–, configurando cada uno su propia versión de Santiago. Así, la estructura aparentemente estática de la ciudad empieza a desdibujarse en base a la sexualidad, y esta subcapa urbana invisible comienza a ser habitada a través de ciertos códigos específicos que sólo son compartidos por los/as que se mueven en ella. ¿Qué lecciones puede entregarnos todo esto?
Según La Tercera, más de 220 mil personas en Chile se declaran homosexuales. Si bien las cifras exactas de cuántos ciudadanos son parte de comunidad LGBTI+ se desconocen, lo cierto es que existen muchos/as chilenos/as que habitan su ciudad con incomodidad e inseguridad día a día. El espacio público no sólo es un espacio que debiese permitir el encuentro libre entre sus múltiples ciudadanos, sino también el lugar que promueva una visibilidad segura y positiva para esta y otras comunidades minoritarias.
Nuestra tarea como arquitectos es profundizar en estos aspectos para volver a situarnos como agentes relevantes dentro de la construcción socio-espacial de nuestras ciudades, encontrando en sus ‘espacios oscuros’ herramientas útiles para generar entornos más diversos y amables para todos/as.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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