Ser profesora y profesor en Chile



Señor Director:
Mi mamá es profe. Siempre me ha contado que a sus 18 años decidió estudiar pedagogía para poder cambiar la realidad de los niños, porque la educación abre puertas. Sin embargo, desde que tengo uso de razón que mi mamá muchas veces no estaba.
Yo era la última la que iban a buscar al jardín, a las 7:30 de la tarde, porque mi mamá trabajaba de 8 a 7. Me acuerdo de muchos fines de semana en que mi mamá nos decía que no podía salir con nosotros, porque tenía que corregir casi 200 pruebas.
Ya más grande nos hicimos parte de su trabajo, entonces la ayudábamos. «Mamá yo te corrijo el item 2, son sólo alternativas» y nos quedábamos hasta la madrugada.
Siempre estaba ideando cosas nuevas para sus estudiantes, formas entretenidas de enseñar, incluso siendo profe de lenguaje les ayudaba en matemáticas, ciencias y hasta educación sexual. Si, tenía dos meses de vacaciones: el primero lo pasaba haciendo capacitaciones y cursos y el segundo, planificando.
Siempre me pregunté quién en su sano juicio querría ser profe, trabajar tanto y ganar tan poco, pero ella decía que sus alumnos le daban energía, aunque hubiese dormido un par de horas. Siempre me habló de vocación, que hiciera lo que me gustara, un trabajo que me diera ganas de levantarme cada día, como ella y su «pago» siempre ha sido ver a sus estudiantes egresados, estudiando, trabajando, grandes e independientes.
Ser profe prácticamente no es un un trabajo, es una vida dedicada a los otros.
Así que si, aguanten los y las profes, aguante el paro. Sin los profes no hay presidente, no hay ministra, no hay médicos ni ingenieros. No se puede leer, ni escribir, ni sumar, ni pensar
Por Antonia Yañez Cruz



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