Piratas (del fútbol) en el Golfo contra el poder suave de Qatar



Oficinas de beIN Sports en Doha (Qatar). Foto: jbdodane (CC BY-NC 2.0)
Hace dos años, en el verano de 2017, un desacuerdo entre vecinos árabes estuvo a punto de derivar en un conflicto militar. Hoy se ha convertido en una batalla de derechos deportivos que alcanza a las principales competiciones internacionales, también a la Liga española de fútbol.
Unos días después de la visita de Donald Trump a Arabia Saudí, en mayo de 2017, la agencia de noticias oficial Qatarí (Wakalat Al Anba Al Qatariya) publicó unas declaraciones de su jefe de estado en las que apoyaba a Irán, a los Hermanos Musulmanes y criticaba a varios países islámicos —como Arabia Saudí, Egipto o los Emiratos Árabes—. La agencia catarí denunció que esas afirmaciones eran falsas y el gobierno emitió un comunicado denunciando el hackeo de la agencia, «atacada por una entidad desconocida». Pese a ello, numerosos medios —como Sky News Arabia o Al Arabiya— les dieron crédito y las convirtieron en objeto de un agrio debate. Qatar acusó a la inteligencia emiratí de estar detrás del ciberataque dos meses después, pero la tensión diplomática en todo oriente medio estaba ya desbocada. Arabia Saudí, Emiratos, Bahréin, Egipto o Libia rompieron relaciones diplomáticas con Qatar, lo que en el caso de Arabia era especialmente delicado porque también interrumpió todo el tráfico aéreo, marítimo y terrestre con su vecino, a través del cual recibía el cuarenta por ciento de sus importaciones de alimentos; Irán fletó entonces varios aviones para llevar alimentos a su aliado árabe.
Pocas veces había sido tan mala la relación entre los vecinos de la península arábiga, agudizando veinte años de alianzas y diferencias en el vecindario árabe. Cuando a mediados de los años noventa Hamad bin Khalifa al-Thani depuso a su padre —que mantenía buenas relaciones con la familia real saudí— y Qatar descubrió que sus reservas de gas natural eran las terceras más importantes del mundo, la relación de fuerzas en la zona cambió. Qatar adquirió una mayor importancia en el mapa energético del golfo, comenzó a colaborar con Irán en la explotación del yacimiento gasístico —que se encuentra, de hecho, en parte en aguas iraníes y en parte en aguas cataríes—. En 1996, Arabia Saudí fue acusada de promover el fracasado intento de golpe de estado que trató de devolver el poder al padre del emir, el jeque Khalifa. Al tiempo, la proximidad entre los Emiratos y Arabia Saudí se fue haciendo más estrecha conforme sus líderes encontraban más puntos de interés mutuo.
El poder blando de Qatar
En Qatar, tanto el emir Hamad bin Khalifa como su hijo Tamim —que le sucedió en 2013 gracias a la renuncia de su hermano Jasim— apostaron por reforzar su legitimidad exterior y potenciar su poder suave. Lo hicieron incrementando la ayuda al desarrollo, acogiendo conferencias internacionales como las de la OMC (Ronda Doha, en 2001) o la de cambio climático (COP18, en 2012) o invirtiendo en la industria del lujo en Londres —Harrods, varios hoteles en The Shard, la Cornwall Terrace, además de inversiones en la bolsa londinense o el banco Barclays—. BBC lo resumía diciendo que «los Al Thani tienen más propiedades en Londres que la misma reina Isabel II». Pero sobre todo, Qatar puso en el aire en 1996 el canal de noticias Al Jazeera («la península») cuya influencia informativa  ha marcado la opinión pública de la región MENA (Oriente Medio y Norte de África, por sus siglas en inglés) las dos últimas décadas, en especial en torno a las llamadas «primaveras árabes». Diez años después, se lanzaba también la versión de Al Jazeera en inglés para todo el mundo.
Los deportes de proyección internacional han sido otro de los escenarios en los que el país ha concentrado su esfuerzo de poder suave. Qatar organizó los Juegos Asiáticos (2006), adquirió a través del fondo soberano Qatar Investment Authority (QIA) el club francés de fútbol París Saint Germain (2011), invirtió en publicidad en los grandes equipos europeos (como FC Barcelona, Bayern de Múnich o AS Roma) y consiguió ser la sede del mundial FIFA 2022 —probablemente a través de sobornos investigados hoy por la justicia en Francia y Suiza—, el primero que se celebrará en esa región del mundo en la que el fútbol tiene millones de seguidores. En 2010 Abdullah Bin Nasser Al-Thani compró también el Málaga FC, y en los últimos meses se ha conocido el interés del fondo QIA por la AS Roma o el Leeds United.
Pero, en especial, Qatar ha hecho una enorme inversión en la última década para controlar los derechos de difusión del deporte televisivo en la región MENA, primero con la creación de Al Jazeera Sports (en 2003) y enseguida con su reconversión en beIN Sports (2014), en una operación en la que ha abierto franquicias con operadores locales en Francia (2012), Australia (2014), España (con Mediapro, en 2015), Asia (2013) y América (2012). Aunque sus intereses principales están en los derechos y las transmisiones deportivas, beIN ha aprovechado su base de clientes para extender su oferta audiovisual a otros géneros de entretenimiento, por ejemplo comprando en 2016 el estudio estadounidense Miramax —del que en 2019 ha puesto en venta parte de las acciones—. Las señales de entretenimiento de beIN acompañan a las de Al Jazeera en los dos sistemas satelitales que la transmiten en la región MENA; dicho de otro modo: quien prepara su antena de satélite para ver el fútbol de beIN recibe también los contenidos informativos del canal de noticias, en especial en la señal que transmite el sistema catarí de satélites Es’HailSat.
Figura 1. Las señales de beIN y Al Jazeera en la región MENA

Es’hail 1 (25,5 E)
Eutelsat 8W

beIn
11046
11013, 11054, 12604

Al Jazeera
11065-11678
12521, 10971

Otros en el mismo satélite
QatarTV
MBC, Gulfsat y muchas otras

Al Kass

Al Rayyan

Pueden revisarse en beIN.net – Frequencies.
La crisis diplomática de 2017 llega al fútbol
La crisis diplomática entre Qatar y el grupo de Arabia Saudí, Emiratos, Egipto o Bahréin de junio de 2017 condujo a una delicadísima situación que pudo haberse complicado mucho más, sobre todo con Yemen en plena guerra civil tras el golpe de estado de 2014. Los aliados del gobierno saudí exigían a Qatar cortar sus supuestas relaciones con Hezbollah, los Hermanos Musulmanes o el DAESH, cerrar una base militar turca, reducir las relaciones diplomáticas con Irán… y cerrar Al Jazeera. A raíz de ese conflicto, Arabia Saudí también prohibió la venta en su territorio de abonos al canal catarí beIN Sports, la única vía para acceder al fútbol internacional —y a otros eventos deportivos— en un país de fanáticos del fútbol. Según Nielsen, el 74% de los saudíes está interesado en el fútbol, el cuarto país del mundo tras Nigeria, Indonesia y Tailandia.
¿Cómo conseguir que aquella medida de presión contra Qatar no se volviera impopular en el país?
A las pocas semanas comenzó a operar en Arabia Saudí un servicio de televisión de pago con el curioso nombre de BeOutQ (un juego de palabras que se burla del canal catarí), accesible a través de internet y de satélite y con los contenidos deportivos licenciados a beIn Sports en esa zona del mundo. Apenas hay noticias de quiénes son sus propietarios, aunque se apunta a inversores colombianos y cubanos. La señal comenzó a emitirse probablemente a través de Arabsat —el satélite propiedad del estado saudí que niega tener relación con BeOutQ—, pero hoy parece ser solamente accesible a través de internet (IPTV) con la compra de un decodificador que incluye el abono al servicio durante un año por un precio inferior a los cien euros. En poco tiempo, las pequeñas cajas decodificadoras se podían comprar clandestinamente en casi todos los países del área.
En julio de 2017, la visita del Secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson a Qatar y la firma de un memorándum de medidas contra el terrorismo internacional entre los dos países detuvo la fiebre diplomática entre los vecinos árabes. El actual secretario de estado estadounidense Mike Pompeo y el presidente Donald Trump se han esforzado también por rebajar la tensión. No hay que olvidar que Qatar aloja la mayor base militar estadounidense en la zona (Al Udeid, con 10.000 soldados) y en junio de 2019 la visita de estado de Tamim bin Hamad Al Thani a Washington selló varios acuerdos comerciales, entre ellos para la compra de armamento.
Varios gestos en los últimos meses apuntan hacia un relajamiento de la tensión. Pero mientras la batalla diplomática entre los países árabes se disputaba en territorios más delicados, beIN y BeOutQ han seguido con la suya. Y si el canal saudí coloca su logotipo encima del de beIN para ocultarlo, los cataríes comienzan a mover el suyo por la pantalla para que el pirateo de su señal fuera evidente. En las pausas de los eventos deportivos, BeOutQ incorpora publicidad anticatarí, acusando a beIN de politizar y monopolizar los derechos deportivos.
Figura 2. Los derechos deportivos en televisión en MENA

Propietario
Derechos MENA
Derechos España

Juegos Olímpicos de Tokio 2020
COI
beINSports
Eurosport
(Discovery)

Mundial FIFA Qatar 2022
FIFA
beIN Sports
Mediapro
(2019-2022)

UEFA Champions League
UEFA
beIN Sports
Telefónica Movistar

La Liga (España)
La Liga
beIN Sports
Telefónica Movistar (2019-2022)

Premier League (Inglaterra)
Football Association Premier League Limited
beIN Sports (2019-2022)
Perform Group (DAZN) (2019-2022)

Formula 1
Formula One World Championship Limited
Abu Dhabi Media (MBC Action) (2019-2023)
Telefónica Movistar (2019-2020)

Fuente: elaboración propia.
Evidentemente, los efectos económicos para ese mercado se hicieron enseguida presentes. BeIN, que controlaba los derechos de la Fórmula 1 en la región hasta 2019, anunció que no se presentaría a la subasta para su renovación por la situación generada por BeOutQ, tras lo que la saudo-emiratí MBC obtuvo los derechos sin oposición. Formula One Management, afectada por la falta de competencia en la subasta, denunció el pirateo de la señal del campeonato de F1 por parte del canal saudí.
Dañada por la pérdida de ingresos y la inseguridad del mercado de derechos deportivos en televisión, beIN anunció en junio el despido de 300 empleados de su sede de Qatar. En los últimos meses, beIN ha iniciado un proceso contra Arabia Saudí por los daños económicos producidos por BeOutQ por un valor de 1.000 millones de dólares.
Figura 3. beIN vs BeOutQ en la península arábiga. Fuente: elaboración propia.
El caso BeOutQ ha llevado a Estados Unidos a incluir a Arabia Saudí entre los países que vigilar en 2019 por actividades ilícitas contra la propiedad intelectual —recogidos periódicamente en sus famosos «informes 301», que tan bien conoce España—. El Departamento de Comercio de los Estados Unidos advierte de que los decodificadores de BeOutQ están disponibles fácilmente en Arabia Saudí y otros países de la región y que el país no está tomando las medidas adecuadas contra la piratería audiovisual del canal. Este mismo verano, un comunicado conjunto de las competiciones de fútbol profesional española, italiana, inglesa, alemana, la UEFA y la FIFA denuncia «la violación generalizada y flagrante de nuestros derechos de propiedad intelectual». Entretanto, el consorcio formado por 7 sociedades afectadas por la actividad de BeOutQ no han encontrado ninguna firma de abogados dispuesta a llevar su caso a los tribunales saudíes:
«We spoke to nine law firms in KSA, each of which either simply refused to act on our behalf or initially accepted the instruction, only later to recuse themselves. […] We feel we have now exhausted all reasonable options for pursuing a formal copyright claim in KSA and see no alternative but to pursue BeOutQ and a solution to this very serious problem of piracy by other means».
Pese a las palabras del exsecretario de estado británico de cultura, John Whittingdale, calificando al canal como «one of the biggest and most brazen piracy operations the world has ever seen», no parece que el caso BeOutQ vaya a ser más que una anécdota de la crisis diplomática de 2017, y probablemente la intervención del Departamento de Comercio de los Estados Unidos mostrará tener más influencia que las cortes europeas a la hora de apagar la señal de BeOutQ en las redes. De camino, se ha perdido otra oportunidad para que el deporte sirviera de herramienta diplomática: la FIFA planteó que el Mundial de 2022 aumentara el número de equipos hasta 48 (16 más de lo habitual), siempre que los países vecinos a Qatar pudieran albergar algunos de los partidos adicionales. No es el mejor momento. La organización internacional del fútbol retiró la propuesta hace dos meses.
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