La responsabilidad de comunicar en ciencias


Días atrás fueron presentados los resultados de un estudio de la Universidad de California que mostraban que en años los recientes los negacionistas del cambio climático cuentan con un 50% más de cobertura en los medios de habla inglesa que los científicos que lo estudian. La creciente preocupación por el cambio climático en la población nos muestra que estamos lejos de hacer suficiente en cuanto a divulgación de las ciencias, en Chile la encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología revelan que un 77% de la población se siente poco o nada informado acerca de ciencias. 
El fracaso es evidente cuando notamos que han pasado 40 años desde el Informe Charney, la primera investigación que evidenciaba los efectos de las emisiones de dióxido de carbono sobre el cambio climático. El asunto es este: Lo sabíamos hace 40 años y no hemos sido capaces de comunicarlo, y eso es un fracaso. Claro que lo más fácil es culpar a la falta de espacio en los medios, pero ¿son los medios la única vía que hemos tenido para comunicar las ciencias? Deberíamos preguntarnos si hemos golpeado suficiente puertas o si bien nos dormimos ante la inercia de creer que la ciencia no es valorada en el consumo informativo? Somos responsables de comunicar lo que sabemos, no sólo a los futuros profesionales formados desde la academia, sino a toda la población, y lo cierto es que estamos fracasando antes esa responsabilidad.
Llegar a medios de comunicación masiva es una forma de llegar a la población y generar el debate que tanta falta nos hace, pero no son la única forma y uno de los errores es quedarnos en esa vía de comunicación. Hoy existen otras formas, y formas muy simples, como hacer charlas o actividades de difusión en grupos pequeños como colegios no es menor en la medida que seamos muchos científicos haciendo muchas actividades. En Chile existen cientos de científicos con mensajes que dar y cientos de profesores que buscan a quienes puedan llevar un poco de su conocimiento específico al aula, y si golpear las puertas de los colegios ofreciendo charlas no nos parece eficiente, existen estructuras que facilitan esto, como el programa 1000C1000A de Conicyt, que simplemente hace la conexión entre científicos y profesores, pero es una iniciativa suficiente para abrir estos canales de comunicación.
No sólo tenemos científicos deseosos de comunicar y profesores deseosos de invitarlos al aula, los niños también nos han hecho notar la necesidad de establecer comunicaciones a través de movimientos como “Juventud por el clima” y nos refriegan el error de la falta de diálogo que hemos tenido a la fecha. Todo esto nos muestra que ya no podemos, y hace rato que no debíamos seguir de brazos cruzados esperando a que sean los medios de comunicación los que nos abran los espacios, que hay que buscar las formas de canalizar el deseo de comunicación que todas las entidades van teniendo. La ciencia no sirve si no se comunica. 
Si cada uno de nosotros planificara una charla de una hora al mes, ya serían cientos de niños con quienes podemos ir comunicándonos, una sola charla al mes. Y si podemos ir más allá, golpear puertas en juntas de vecinos, en espacios municipales, en distintas organizaciones civiles, sin duda más de uno puede contar con ese espacio. No hay excusa y hay una urgencia de la que somos en parte responsables.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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