La OTAN, sin dirección política y sin 2% arbitrario



Primera reunión del Consejo del Atlántico Norte en la nueva sede de la OTAN (mayo de 2018). Foto: NATO North Atlantic Treaty Organization (CC BY-NC-ND 2.0)
Cuando Emmanuel Macron consideró en sus declaraciones a The Economist que la OTAN estaba en “muerte cerebral”, en el fondo estaba gritando como el niño del cuento: el rey está desnudo. Operativamente, nunca la Alianza Atlántica ha tenido más militares en su organización ni ha estado implicada en más operaciones. Incluso en una revisión de sus amenazas, desde la semana pasada ha incorporado el espacio exterior, junto a tierra, mar, aire y el ciberespacio, a sus dominios cubiertos por la defensa colectiva.
Pero políticamente nadie sabe a donde va. Fue el actual presidente de EEUU, Donald Trump, el que calificó a la OTAN de “obsoleta” en su campaña electoral y el que, ya en la Casa Blanca, cuestionó la validez del articulo 5 del Tratado de Washington, el de la defensa colectiva, aunque luego rectificara. Es ahora Macron el que plantea dudas sobre su credibilidad. Cuando habla de “muerte cerebral”, lo que el presidente francés parece querer decir es que la cabeza, la dirección política, no funciona. Estaba pensando en la retirada estadounidense de Siria, sin consultar a los aliados, pero posiblemente también en la falta de liderazgo político en la Alianza. Un ejemplo de “muerte cerebral” es que la cumbre en Londres, los próximos días 3 y 4 de diciembre para celebrar el 70 aniversario de la OTAN, se haya calificado, por insistencia de la Casa Blanca, de “reunión de líderes”, los debates entre ellos se vayan a limitar a un mínimo –de tiempo y de contenido– y todo texto final tiene que llegar ya cerrado. ¿Puede la reunión de Londres demostrar que Macron se equivoca o le dará la razón? Al menos, lo manifestado por Macron puede servir de necesario revulsivo (también en lo que respecta Europa).
Macron pareció dirigirse para tres audiencias: la primera, la francesa, para situarse como líder de Europa (y con Angela Merkel en vías de salida, es el único). La segunda, el propio Trump y una opinión pública y de elite estadounidense que tiende a ver, cuanto más lejos del Atlántico, a la Alianza como más ajena (paradójicamente, los que más apoyan a la OTAN son los ciudadanos varones blancos en la costa Este y en el Midwest, la base de Trump). Y la tercera, la europea, para señalar que o los europeos se ponen las pilas, o la UE se puede ir al garete.
Pero ¿quién le sigue? Ha incomodado a Merkel ante la cita de Londres, aunque la canciller alemana ha asumido el discurso de Macron en otros ámbitos, y habla a su vez de la necesidad de que Europa busque y consiga una “soberanía digital” frente a Silicon Valley. Su ministro de Asuntos Exteriores, más en línea con Macron, ha propuesto una comisión para impulsar políticamente la OTAN. Pero eso es mal entender la falta de dirección política. España, al menos el Gobierno en ciernes, está en la línea de autonomía estratégica para Europa; también la Comisión Europea, y quizá Italia, pero siempre que esa autonomía no vaya contra la OTAN que todos quieren preservar. Incluso con voluntad y medios, la UE tardaría en equipararse a la OTAN. El objetivo macroniano no es competir con la OTAN, sino que la UE sea capaz de actuar al margen de la Alianza Atlántica si EEUU la paraliza o no quiere participar.
EEUU no está acostumbrado a que Europa, la UE, empiece a utilizar el lenguaje del poder, de la geopolítica, como plantea la nueva Comisión Europea que en principio se estrenara unos días antes de ese encuentro transatlántico en Londres. Poco después de su entrevista en The Economist, en un discurso en el Foro de la Paz en París, Macron habló de Europa como posible mediador entre China y EEUU. Es ir mucho mas allá de la búsqueda de una tercera vía, y no parece el camino adecuado, por mucho que EEUU y Europa no puedan congeniar en todo respecto a China. Pero tampoco puede Europa ser equidistante.
En la cumbre de Gales de 2018 todos los participantes se comprometieron a llegar a un gasto en defensa de al menos un 2% del PIB en una década, para compensar el gasto de EEUU. De hecho, como afirma el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, este gasto de los otros aliados ha subido en los últimos cuatro años, y quiere presentar en Londres este resultado –¿tendencia?– a Trump. Pero es poco: 14.600 millones de dólares al año o un 5%. Stoltenberg añade que en los próximos dos años los miembros de la OTAN, excluyendo a EEUU, sumarán 100.000 millones de dólares a sus presupuestos de defensa.
Fijar un 2% (aunque con ciertos sub-objetivos en su seno) es arbitrario, un poco como los criterios de Maastricht para la Unión Monetaria, aunque la política requiere a menudo de esas simplificaciones numéricas. Lo que debería hacer la OTAN es pensar mejor para qué quiere servir, y dar prioridad a las capacidades que necesita –sólo en parte ya lo hace– y, a la luz de esas conclusiones, fijar objetivos de gasto. Un país como España está por debajo del 1% (según los datos de la propia OTAN, aunque seria más si se sumara, por ejemplo, el presupuesto de la Guardia Civil), si bien participa en todas las operaciones militares de la UE y de la OTAN. Pero a ojos de Trump (no del Pentágono u otros que saben de qué se trata), eso no cuenta. Sólo mira a las cifras de gasto, y es de esperar que en Londres el actual presidente de EEUU vuelva a señalar con el dedo a este país.
Europa está, por fin –quizá gracias a Trump y al Brexit, que en esto han servido mas de vacuna que de virus–, desarrollando una cierta capacidad propia en defensa. El Fondo Europeo de Defensa, que es ante todo un proyecto industrial, tiene previsto un presupuesto de 13.000 millones de euros entre 2021 y 2027. Pese a que EEUU pide que Europa haga más esfuerzos por su propia defensa, cuando esta lo hace, se queja de no poder participar (aunque el FED se abrirá finalmente a países terceros). Pues el 2% que ahora exige Trump con insistencia es, en su visión, también para compras de equipamiento (al menos ese 20% pactado en Gales) pero Made in America.
De todas formas, aunque se reafirme ese objetivo, la ralentización de la economía mundial y de las europeas hará mas difícil cumplirlo. En todo caso, quizá le debamos a Macron que al menos haya un diálogo, y no una serie de monólogos, en Londres, en el seno de la alianza más duradera de la historia. Que conviene que siga durando, transformándose para ello. Con Trump o sin él.
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