La colección de esquelas que llegó a repletar tres bodegas


Karla Jaramillo tenía siete años cuando comenzó a intercambiar esquelas con sus amigas y compañeras de colegio. Hoy, a sus 36, la ingeniera civil industrial posee una colección de esquelas que repleta tres bodegas, dos en su edificio y una industrial. Una recopilación sobre la que asegura haber perdido el control, catalogándola como “una locura”, pero también como algo que simplemente “me fascina”.
La ingeniera civil empezó a coleccionar en los años ochenta, cuando estaba de moda intercambiar esquelas con las amigas. Con el tiempo la práctica fue quedando en el pasado, pero a ella le seguía interesando conservarlas. Por eso, familiares y amigas le heredaron sus propias colecciones. “Cuando chica veía desde la micro un bazar y me bajaba. Barrio nuevo al que iba buscaba si encontraba algo”, recuerda a hoyxhoy Karla.
Luego, decidió crear un perfil en Facebook donde comparte fotos de sus esquelas, las que inicialmente mostraba en organizadores con fundas transparentes. Actualmente se le hace imposible mantenerlas así de organizadas, el tiempo no le da y no tiene espacio suficiente, prefiere guardarlas en cajas.
“Ahora estoy enfocada entre fines de los 70 y los 80, eso es lo que colecciono”, cuenta. Hasta el momento tiene una colección construida con papeles de lugares como Japón, Italia e incluso África.
Para buscar nuevas versiones, Karla confeccionó un afiche que dejó en ciertas calles de Santiago anunciando que compra esquelas. ¿Cuánto ha gastado? “No podría ponerlo en número, pero harto, mucho”, dice algo avergonzada.
Aunque asegura que le encanta su hobbie, admite que varias veces lo han cuestionado sus cercanos: “Me han preguntado si es un trauma, si de chica no podía adquirir estas cosas. Pero no es así”. Agrega que si bien nunca ha querido venderlas, sí sueña con alguna vez exponerlas en una cafetería. Una media vintage.



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