Etíopes enfrentan un duro camino para llegar a Arabia Saudí




LAGO ASSAL, Yibuti (AP) — “Paciencia”, se dijo a sí mismo Mohammed Eissa.Lo susurró cada vez que sentía que se rendía. El sol era brutal, reflejándose en la gruesa capa de sal incrustada en la árida tierra alrededor del Lac Assal, un lago 10 veces más salado que el océano.Nada crece aquí. Se dice que las aves caen muertas del cielo debido al calor abrasador. Sin embargo, el etíope, de 35 años, siguió caminando como lo había hecho durante tres días, desde que dejó su Etiopía natal para llegar a Arabia Saudí.

Cerca hay dos docenas de tumbas formadas por rocas apiladas, sin lápidas. Las gente aquí dice que son de migrantes que, como Eissa, se embarcaron en una travesía épica de cientos de kilómetros, desde poblados y ciudades de Etiopía a través de Yibuti o Somalia, en el Cuerno de África, para después cruzar el mar y Yemen, un país devastado por la guerra.El flujo de migrantes que toma esta ruta ha aumentado. Según la Organización Mundial para las Migraciones (OIM) de Naciones Unidas, 150.000 llegaron a Yemen desde el Cuerno de África en 2018, un 50% más que en el año anterior. La cifra de 2019 fue similar.Este reportaje forma parte de la serie ocasional “Outsourcing Migrants” (“Migrantes Subcontratados”), producida con el apoyo del Centro Pulitzer sobre Reportajes de Crisis.
Sueñan con llegar a Arabia Saudí y ganar lo suficiente para escapar de la pobreza con trabajos de peones, sirvientes, obreros en construcciones y choferes.

Pero incluso si llegan a su destino, no hay garantía de que puedan quedarse; el reino suele expulsarlos. Durante los últimos tres años, 9.000 etíopes fueron deportados cada mes, reportó la OIM.Muchos migrantes han realizado el viaje varias veces en lo que se ha convertido en una repetición infinita de llegadas y deportaciones.Eissa es uno de ellos. Este es su tercer viaje a Arabia Saudí.En sus bolsillos lleva un texto cuidadosamente escrito a mano en oromo, su lengua materna. Cuenta historias del profeta Mahoma, quien huyó de su hogar en La Meca hacia Medina para refugiarse de sus enemigos.“Dependo de Dios”, dijo Eissa.



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